El candidato al gobierno de Veracruz por Morena, Cuitláhuac García, dijo ante empresarios del Consejo Coordinador Empresarial algo realmente grave. Que hay familias políticas –los Tronco en Coatzacoalcos, los García en Pánuco, los Condado en Acayucan y hasta los Martínez en Chicontepec–, que se han hecho de poder económico gracias a que controlan bandas de delincuencia organizada y secuestradores en las regiones donde tienen influencia. Hay que recordar que Renato Tronco estuvo muchos meses prófugo acusado por asesinato. En el sur del estado, es mucha su fama respecto a otros hechos y actividades, sin embargo, su liderazgo también es innegable. Esa es una de las características del cacicazgo. Lo mismo pasa con los García Guzmán en Pánuco, a quien hace unos días la candidata Octavia García sugirió su responsabilidad en el tétrico acto de lanzar la mano cercenada de una persona a su domicilio particular. Durante su campaña, el gobernador Miguel Ángel Yunes Linares también lanzó acusaciones muy serias en contra de la familia, la cual ha estado envuelta en el escándalo desde que sus vástagos eran adolescentes y a quienes se les señala de haber participado en el asesinato del joven Humberto Palomeque en Xalapa. En Acayucan, los Condado también han logrado hacer herencia del cacicazgo que dejó Cirilo Vásquez, ya que si bien sus hijas lograron mantener el control político de la región –se turnaron de manera consecutiva lo mismo la presidencia municipal que las diputaciones local y federal–, el resto de las actividades que van más allá de la política ahora corren a cuenta de los Condado, según dan testimonio los pobladores de la zona. En realidad, el candidato de Morena no dijo nada nuevo. Recicló las leyendas urbanas a las que nos hemos referido. Lo grave es que acuse que la alta incidencia delictiva en el estado –sobre todo en secuestro y extorsión– tiene que ver precisamente con estas familias y la protección que reciben del gobierno y de la Fiscalía General del Estado.