La motivación es lo que nos empuja a hacer algo, con la finalidad de obtener una recompensa. Pero, ¿cómo funciona esta? Para la mayoría de los expertos en la materia, la motivación se sustenta en 4 pilares fundamentales:

1.- Autonomía: Si se obliga a la gente a conseguir algo, posiblemente se logre, pero se desgastará su fuerza de voluntad y a largo plazo el «éxito» será insostenible. Los grandes líderes crean convicción, establecen confianza y generan vínculos estrechos, haciendo sentir importante a la gente y en control de su destino. Solo así es posible generar un cambio, ya que las creencias de dicho líder los seguidores las harán suyas, pero porque quieren, no porque deben. Si bien a veces las metas deben estar claras, las personas deben sentir que tienen libertad para implementar sus propias estrategias y metodologías para conseguir estas. Es fundamental que exista diálogo, flexibilidad y retroalimentación. Dentro de dicha autonomía, es imperativo que la persona confíe en sus propias capacidades para conseguir un objetivo. Se debe ver a la capacidad como algo que puede desarrollarse con esfuerzo y dedicación y no tanto como algo fijo e innato.

2.- Sentido de logro: Todas las personas tienen la necesidad de sentir que progresan y avanzan. Cuando la gente realiza actividades sencillas de forma eficiente y consigue objetivos, se aumenta automáticamente la confianza en uno mismo. Es mediante los pequeños logros cotidianos que se desarrolla este componente de la motivación. Cabe mencionar que las actividades diarias deben ser como pequeños pasos que orienten hacia la consecución de algo en específico, como una meta. Si alguna actividad resulta muy compleja, lo ideal es desglosarla en pasos más sencillos y pequeños para que pueda percibirse poco a poco el progreso. La metodología SMART es una de las más eficientes para fijar y alcanzar metas. Consiste en tomar en cuenta 5 cuestiones: que se sea específico en las tareas a realizar para alcanzar dicha meta, que haya forma de medir el progreso/avance, que sea alcanzable (se debe ser realista a la hora de analizar los recursos disponibles, tanto personales como materiales o económicos), que sea relevante (para los fines de la persona o la empresa) y permita ser un eslabón más para más adelante conseguir algo más grande y que se tenga una fecha de cumplimiento. En ocasiones, aunque se progrese, una persona puede sentirse estancada. Posiblemente sea tiempo de enfrentar nuevos desafíos y retos y por qué no, hasta rotar de puesto.

3.- Valor/propósito: Lo que es importante para una persona depende en gran medida de sus valores y creencias respecto a algo. Lo que se valora hoy puede cambiar mañana. Esto depende en buena medida de las experiencias de una persona, la cultura a la que pertenece y la influencia de sus familiares, amigos y aspectos como la tecnología. No obstante, es indispensable conocer con claridad en qué momento mental se encuentra una persona, analizar sus emociones, pensamientos, tipo de personalidad y conducta; así será posible motivarle a conseguir un objetivo. Si las metas establecidas no se alinean con los valores y creencias de la persona, difícilmente habrá motivación y nuevamente la fuerza de voluntad terminará por agotarse. Generalmente, los cambios de valores y creencias se dan más naturalmente a través de líderes de opinión en los que confía una persona (personas respetadas, congruentes y que a través de su trabajo pueden demostrar conocimiento y dominio de un tema en particular) o bien cuando una persona reflexiona sobre sus experiencias y los resultados obtenidos de estas. El por qué de una actividad y el propósito personal que orienta una determinada conducta debe ser el punto de partida. Después de eso se puede pensar en el qué conseguir y cómo conseguirlo.

4.- Creer en las propias capacidades: Hay dos tipos de personas: las que poseen una mentalidad fija y las que poseen una mentalidad de crecimiento. Las primeras creen que las habilidades y la inteligencia son poco moldeables durante la vida. Creen que el talento vale más que el esfuerzo y que como dice el dicho «lo que natura no da, Salamanca no otorga». Las segundas creen que con perseverancia todo es posible, que lo que obtienen tiene que ver más con el esfuerzo y menos con el destino y ven a la adversidad como una excelente oportunidad de crecimiento. Todo esto influye enormemente en el grado de motivación que una persona pueda tener ante un desafío. La auto-eficacia se define como la habilidad para hacer uso de los propios recursos personales en situaciones y contextos variados y difíciles. Es una especie de juicio propio acerca de qué tan bien o mal se afrontará una situación. Qué tan eficaz se sienta uno mismo depende, en buena medida de: a) la propia experiencia personal al tratar de realizar una tarea en específico; b) observaciones de personas similares a uno haciendo la tarea en cuestión; c) persuasiones verbales (palabras de ánimo/desánimo) de otros; d) estados fisiológicos como el hambre, sueño, fatiga, etc. Una alta auto-eficacia provocará que se haga frente a los retos de una manera entusiasta, que haya esfuerzo y persistencia, que se tomen mejores decisiones y que se tenga un mejor control de las emociones. Por el contrario, las personas con una baja auto-eficacia se sentirán indefensas ante la adversidad y pensarán que todo lo malo que pasa está más allá de su control. La buena noticia es que el sentido de auto-eficacia puede cambiar apoyándose mucho en el segundo pilar de la motivación que se mencionó anteriormente. De hecho, cualquier actitud puede cambiarse si se comprende la raíz de los pensamientos, sentimientos y emociones de las personas respecto a alguna experiencia.

Es importante considerar que después de un tiempo, obtener la misma recompensa no provocará el mismo nivel de placer que al inicio, por lo cual, para poder renovar la motivación es necesario estar abierto a nuevas experiencias, fijarse nuevas metas, analizar cómo está evolucionando nuestra sociedad y de qué manera podemos contribuir, entre otras cosas. Dentro de las mismas actividades y rutinas, siempre es posible recordar cuál es nuestro propósito, enfrentar nuevos retos e innovar. Siempre hay que tener un «por qué». De igual forma, no se pueden dejar de lado las necesidades básicas de las personas, como aquellas de fisiología, seguridad, pertenencia, reconocimiento, auto-realización, ya que casi cualquier «por qué» tiene que ver con alguna de ellas. Por último, cabe señalar que una vez cubiertas ciertas necesidades económicas, el ganar más dinero deja de ser un incentivo lo suficientemente fuerte como para mantener la motivación a largo plazo.

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