La Facultad de Nutrición de la Universidad Veracruzana (UV) desarrolla el Simposio Científico “Controversias en nutrición y alimentación”, cuya conferencia inaugural “La microbiota intestinal y su rol en la obesidad”, fue dictada por Rubí Viveros Contreras, investigadora el Instituto de Ciencias Básicas de esta casa de estudios, quien planteó que la obesidad no consiste sólo en lo que ingerimos, sino también en lo que nuestros microbios ingieren.

La investigadora de Cátedras Conacyt (Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología) estudia los compuestos bioactivos contra enfermedades y el desarrollo de nuevos productos funcionales y su efecto en la salud.

Ante estudiantes y académicos planteó que a las bacterias siempre las hemos visto como causantes de diarreas, infecciones y otras enfermedades, incluso se han establecido varios patrones de higiene (tal es el caso de geles antibacteriales) y va más allá, desde la infancia las personas son sometidas a tratamientos con antibióticos y éstos “matan una gran parte de las bacterias, con grandes repercusiones en nuestra salud”.

Si bien las bacterias están presentes en todo el cuerpo, casi el 90 por ciento se concentran en el intestino grueso llegan a pesar entre uno y 2.5 kilogramos. Es más, la investigadora precisó que una persona adulta llega a tener hasta 100 billones de microorganismos y se han identificado hasta 10 mil especies diferentes. “Tenemos más células bacterianas que propias en nuestro cuerpo, en una proporción de 10 a uno”.

Destacó que la macrobiota intestinal contribuye a la salud de la persona: descompone los hidratos de carbono complejos; produce vitaminas como la B12 y K y otros nutrientes, así como ácidos grasos de cadena corta; protege contra patógenos; ayuda a entrenar el sistema inmune desde edades tempranas y modula el sistema nervioso.

“La mayor parte de los habitantes del intestino proviene de cuatro filo (categoría): principalmente Bacteroidetes y Firmicutes, adicionalmente Proteobacterias y Actinobacterias. Los Firmicutes son bacterias que les gusta extraer más energía de los alimentos.”

Precisó que cada persona tiene su propia huella bacteriana, “cada quien tiene diferente microbiota, como la huella digital”; ésta cambia con la edad e influyen, entre otros aspectos, los antibióticos en su constitución, por ello “es importante la forma en que nos alimentamos y otros factores como la disrupción de sueño o el estrés, porque la alteran mucho”.

Rubí Viveros presentó una serie de investigaciones realizadas en torno al tema; por ejemplo, una desarrollada en la Universidad de Washington, que consistió en la evaluación de la microbiota de personas obesas y normales, lo que permitió corroborar que las primeras tenían 20 por ciento más de Firmicutes y 90 por ciento menos de Bacteroidetes, comparadas con las de peso normal. “Dijeron que hacia donde se inclinaba más esta huella microbiana tenía mucho que ver con esto de ganar peso”.

En palabras de la investigadora, es muy importante que desde la edad temprana se inicie la formación de una microbiota intestinal que ayude a mejorar la salud a largo plazo. Incluso, quienes nacen a través de cesárea son más propensos a padecer sobrepeso, “por la microbiota que no se adquirió durante el canal de parto”; asimismo, quienes fueron alimentados con fórmula láctea en lugar de leche materna, pues ésta es rica en bacterias probióticas.

Aclaró que el hecho de que una persona haya nacido por cesárea y alimentado con fórmula láctea en su infancia no significa que tendrá una microbiota deficiente, porque “lo fascinante es que la podemos modular con la alimentación y lograr tenerla sana”. A propósito, reiteró que otro factor que la modifica son los antibióticos –que también se encuentran en los productos cárnicos que consumimos–, los cuales la alteran y contribuyen a generar más peso.

A la pregunta “¿cómo pueden hacernos aumentar de peso las bacterias?”, la conferencista planteó varias hipótesis, una de ellas es: “En un ecosistema, entre más especies haya todo será más equilibrado y funcional; así pasa en nuestro sistema intestinal, si tenemos una gran cantidad de bacterias de todas las especies, éstas nos ayudarán a nuestra salud, pero si alteramos la microbiota y tenemos una biodiversidad más baja y sobre todo se inclina más hacia los Firmicutes (los que extraen mayor energía de los alimentos), éstos sobredigieren los hidratos de carbono y se producen mayores ácidos grasos de cadena corta”.

Aclaró que si bien los ácidos grasos de cadena corta son benéficos para la salud, como en todo, la clave está en el equilibrio, y en exceso significan alta densidad energética, y si esa energía no se utiliza, se acumula en forma de grasa.

“Queda anticuado lo que se creía de ‘calorías que entran es igual a calorías que salen’, realmente no, porque no solamente estamos ingiriendo las calorías que obtenemos de los alimentos, también hay que tomar en cuenta las que nuestros propios microbios están produciendo dentro del cuerpo.”

La bienvenida al Simposio Científico estuvo a cargo de la directora de la Facultad, Irma Patricia Polanco Medina; mientras que la inauguración oficial la hizo Blanca Ortiz Amayo, en representación del titular de la Dirección del Área Académica de Ciencias de la Salud, Pedro Gutiérrez Aguilar.

Irma Patricia Polanco remarcó que “la ciencia es totalmente dinámica, como la vida, y esto nos invita a renovarnos o recaer y para la Facultad de Nutrición esto es para el renuevo, para mantener esa calidad en nuestro programa”. También agradeció al director de la Facultad de Psicología, Juan Grapain Contreras, y a la secretaria de la de Bioanálisis, Isela Santiago Roque, su presencia y apoyo en la realización de este evento.

En el presídium también estuvieron presentes Catalina Cervantes Ortega, consejera maestra de la Facultad, y René Espinosa Gómez, secretario de dicha entidad educativa.

Las actividades continúan el viernes 9 de noviembre. Para mayor información consulte: https://bit.ly/2FcsSmr.

Karina de la Paz Reyes Díaz/Prensa UV