A Brisa Gómez y Álvaro Belin, por su talento y amistad.

Hoy se conmemora –hace mucho que dejó de ser una celebración-, el Día de la Libertad de Expresión. Y sucede tal vez en la peor crisis que viven los medios en el estado de Veracruz, consecuencia de un gobierno que ha decidido prescindir de ellos y la incapacidad de consolidar empresas dedicadas a la comunicación.

Quien vea en el gobierno del estado al único culpable sólo está observando un periodo de tiempo muy pequeño. Es cierto, la actual administración ha decidido dar un escarmiento a quienes antes fueron sus críticos más feroces y aliados del gobierno de la fidelidad –y su extensión duartista-, quienes siempre lo calificaron como su enemigo público número uno.

La razón es simple y pragmática: “si no los necesité para ganar, tampoco los necesito para gobernar”. Y en esta lógica, el gobierno ha establecido no sólo un cerco informativo al que acceden sólo unos cuantos, los amigos y aliados de siempre, sino que ha ido ahogando económicamente a la mayor parte de ellos, por no decir que a todos.

El gobierno yunista no sólo desconoció deudas millonarias con medios –muchas de ellas injustificables y que sólo eran la pantalla de grandes negocios de funcionarios y sus dueños- sino que decidió cortar la llave de los recursos por completo. Y con esta falacia, ha decidido ejercer un gobierno opaco que no le rinde cuentas a nadie; la opacidad sólo sirve para esconder errores, omisiones y casi siempre, la corrupción de un gobierno.

Muchos medios de comunicación, principalmente los medios impresos, han empezado a dejar de circular por la falta de recursos. Las razones son muchas. La tarea de ejercer periodismo en una sociedad que lee muy poco y con un sector comercial y empresarial que no apuesta a la publicidad resulta una encomienda casi quijotesca. Pero nunca se deja de ser periodista.

¿Es el gobierno el único responsable de la quiebra de decena de medios de información, algunos de ellos con décadas de historia y una larga tradición entre sus lectores? La respuesta es no.

Es muy difícil aceptar que los medios no logren sobrevivir ni siquiera seis meses luego de muchos años de bonanza. A reserva de ser satanizado por quien se sienta aludido, el principal problema no ha sido la decisión del gobierno estatal de cancelar los convenios de publicidad. Eso sólo fue la gota que derramó el vaso.

La realidad es que la mayor parte de los medios, por no decir que todos, nunca lograron evolucionar en verdaderas empresas. La mayor parte del tiempo, y estamos hablando de décadas, se sostuvieron en torno a las decisiones unipersonales –políticas, económicas y de contenido- de sus fundadores. Muchos periodistas que aún extrañamos, formaron medios de comunicación sólidos, con un gran prestigio y un número muy importante de lectores, pero nunca lograron crear empresas.

En realidad, siempre se trató de negocios familiares. En sus inicios, casi todos eran personajes austeros ponían énfasis en el periodismo; acaso hacían uso de las facultades extraordinarias que les concedía el considerarse el cuarto poder. Por ello, siempre fueron proyectos periodísticos económicamente viables.

Sin embargo, los años pasaron, y en torno a ellos, las familias fueron creciendo y multiplicándose. Muchos seguían viviendo de los ingresos de los periódicos y revistas, estaciones de radio y televisión. Ello provocó la necesidad de obtener mayores ingresos y empezar a dejar el periodismo a un lado.

Pese a las nuevas necesidades, nunca hubo un proyecto para crear empresas que aseguraran el futuro del medio de comunicación y de sus propietarios; sin importar su tamaño, se convirtieron en negocios que financiaban la cara vida de un mayor número de familias. Hasta que la crisis los alcanzó.

Por ejemplo, en Estados Unidos, las grandes empresas –las que tampoco están exentas de crisis- son controladas por grupos corporativos; están integradas por socios con muy poca capacidad de decisión al interior de los medios, porque para eso están las juntas directivas. Las familias no se meten, sin embargo, tienen asegurado su sustento porque solo participan de las utilidades y no del patrimonio de las empresas.

Al menos en Veracruz todo sucedió al revés. Los medios fueron creados a imagen y semejanza de sus fundadores, y cuando estos faltaron, las familias no fueron capaces de hacerlas sobrevivir, y escogieron la ruta más fácil: establecer una dependencia directa y casi única con el gobierno estatal.

Mientras este vínculo duró, los medios no tuvieron problemas. Es más, se creó una nueva generación de dueños millonarios, con reporteros cada vez más pobres. Pocos invirtieron en sus empresas y la mayoría de dedicó a vivir como nuevos ricos, comprando y gastando, con la convicción de que la fuente de los ingresos nunca se agotaría. Nadie se preocupó de conservar a sus lectores ni a sus anunciantes.

La historia no es la misma para todos, claro está. Pero la resaca que hoy están viviendo no es responsabilidad únicamente del gobierno. Muchos dueños de medios de comunicación también hicieron su parte. Lo lamentable es la cantidad de trabajadores de medios, a los cuales no alcanzó la bonanza, que hoy están en la calle sin empleo ni sustento para sus familias.

Así, la verdad, ni ganas dan de celebrar.

La del estribo…

  1. Siguen ardiendo las brasas de la elección. Resulta que en seis años, el PRI mexiquense perdió más de un millón 50 mil votos; y eso que no hubo escándalos como el de Javier Duarte, que Eruviel es un gobernador con buena aceptación y que el PRI nacional metió todos sus recursos en esa elección. A Veracruz no le fue tan mal entonces.
  2. Felices en el cuarto de guerra del Gobernador. Cumplió su compromiso de parar a Morena: le tiró 260 mil votos en sólo un año; y su hijo logró lo imposible gracias a la alquimia electoral: ser el candidato más votado en el estado a pesar de que su municipio fue el de la abstención más alta.