Nunca es triste la verdad
lo que no tiene, es remedio
(Serrat)

La noche de los ojos rojos

-Ha de ser triste morirse con tanto frío, bueno, el que se muere ya ni siente pero ¿y los vivos? Yo quiero morirme cuando haga calor porque la gente, sí, se pone triste, pero menos.
-¿Cuánto le debo?
-Treinta pesos…Muchas gracias, patrón, que tenga buena noche y que su difuntito descanse en paz.

Y el taxista se alejó rasgando las cortinas de la niebla en busca de otro viajero con quien practicar su vocación de locutor.

Aleph Castañeda Fentanes. Sala 5

Antes de subir me detuve en el lobby para secar la llovizna que empañaba mis lentes. Hacía frío, mucho frío. Ralenticé los pasos del ascenso para ir respirando de a poquito la atmósfera del duelo. Una música remota y un barullo suave iban en crescendo mientras avanzaba. Lo primero que vi fue un amasijo de ojos rojos y labios de sandía, una confusión de llantos, risas, pláticas profusas y silencios hondos. Paty Ivison lloraba una canción en la distancia. Nadie dejaba de abrazar a nadie… Así empecé, el domingo por la tarde, la que pretendía ser una crónica del velorio de Aleph Castañeda, pero el recuerdo era tan fresco y tan gélida la tarde que la prosa se me atoró en la garganta y no pude continuar. ¿Cómo poner en palabras esa música ininterrumpida de soneros, de jazzistas, de tanto artista mal herido?, ¿cómo describir la procesión de notas tan cargadas de emoción, tan adoloridas?

Generalmente, hasta que termino de escribir me queda claro cuál es el título de la columna, en este caso fue lo primero que me vino a la mente por dos razones, porque esa fue una noche de amor supremo para Aleph y porque A Love Supreme, el disco de Coltrane que cumplió medio siglo el pasado diciembre, es un largo viaje espiritual, una plegaria de principio a fin, una prolongada oración.

Se me atoró la prosa en la garganta, comentaba, y opté por guardar un día de silencio en memoria del artista, del inmenso ser humano, del amigo. Hoy que retomo la escritura me brincaron dos sonetos que ofrendo, como modesto homenaje, a Aleph Castañeda.

 

Sólo una cosa no hay. Es el olvido
Dios que salva el metal salva escoria
y cifra en Su profética memoria
las lunas que serán y las que han sido.
(De EVERNESS, de J. L. Borges)

I

Las lunas que serán y las que han sido
testimonian la música y la gloria
que han de hacer indeleble en la memoria
el día en que, sin irte, has partido.

También allá serás el elegido
para girar en torno de esa noria
de la que ha de brotar, imperatoria,
la prístina pureza del sonido.

Alguna fibra habrá que con tus yemas
o con el arco sea redimida
y devenga en acústicos poemas;

esa es, Aleph, tu tierra prometida.
Donde estés, como aquí, serán tus temas
un triunfo inobjetable de la vida.

II

“un Aleph es uno de los puntos del espacio
que contienen todos los puntos (…),
el lugar donde están, sin confundirse,
todos los lugares del orbe,
vistos desde todos los ángulos.”
(De EL ALEPH , de J. L. Borges)

¿En un aleph, Aleph, te has convertido
continente absoluto de las cosas,
jardín en donde están todas las rosas,
laúd de polifónico sonido,

mansión indivisible, rama, nido?
¿Qué cosa eres allá donde reposas?
¿alero plural de las mariposas?,
¿agua de las aguas?, ¿cristal bruñido?

¿Qué eres allá donde te encuentras?, ¿canto?,
¿música absoluta?, ¿llama encendida?,
¿la voz unitaria del esperanto?

Yo creo que después de tu partida
tu carcajada opaca tanto llanto
pues también, en la muerte, eres vida.


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