En la naturaleza existen numerosas especies de animales capaces de desplazarse largas distancias sin perderse. Por ejemplo, la cigüeña blanca es capaz de recorrer más de 5.000 km de camino a pasar el invierno en África. Como ella hay muchos animales que también tienen estas prácticas y sorprenden a los biólogos por su gran exactitud. Lo cierto es que esta capacidad excepcional de ubicación se ha relacionado con un sentido instintivo de detectar cambios en el campo magnético del planeta.

Como sabemos, el campo magnético de la Tierra se debe al movimiento del líquido presente en su núcleo. A pesar de que este se debilita al llegar a la superficie, sigue teniendo la suficiente fuerza para guiar a la mayoría de seres vivos y protegernos de los llamados «vientos solares». Muchos responden ante cualquier alteración en él, inclusive las bacterias. Sin embargo, parece que los seres humanos no nos mosqueamos ante un cambio de este tipo. De hecho, hay quien piensa que perdimos la habilidad sensorial a causa de la evolución.

No obstante, esta explicación no parecía del todo convincente. Por eso un grupo de investigadores del Instituto Tecnológico de California y la Universidad de Tokio decidieron poner este hecho a prueba de una vez por todas. Así, decidieron hacer un experimento que respondiera a la pregunta de si somos sensibles al campo magnético del planeta o no. Sus resultados están publicados en eNeuro.

Detectando el campo magnético

El grupo reclutó a 34 participantes para hacer la demostración. Así, les pidieron que se metieran en una recámara especial que monitoreaba directamente sus cerebros con electroencefalografía (EEG). No solo contaba con eso, pues también tenía distribuidas tres bobinas capaces de crear campos magnéticos controlados a través de electricidad. Por supuesto, la recámara también se encontraba aislada de la interferencia electromagnética y del ruido exterior.

Durante una hora se le pidió a los participantes que se quedaran sentados en silencio y en medio de la oscuridad. Durante ese tiempo el campo magnético fue rotando lentamente alrededor de sus cabezas. Finalmente cuando acabó la prueba, ninguno señaló haber sentido nada fuera de lo normal.

Pero eso no fue lo mismo que detectó el EEG. Los investigadores se centraron en la presencia de ondas alfa cerebrales, las cuales son altas cuando una persona no está recibiendo algún estímulo sensorial. Lo interesante fue que durante la prueba estas se redujeron de manera significativa en la mayoría de participantes. En otras palabras, las personas detectaron las alteraciones en el campo magnético pero de manera inconsciente.

El descubrimiento es sorprendente, pues revela algo más que no sabíamos sobre nosotros mismos. La duda que se plantean los investigadores ahora es si esta habilidad sensorial influye de alguna manera en nuestro comportamiento.

Con información de FayerWayer