Las comparecencias de los funcionarios estatales ante comisiones del Congreso local, que estrena a sus nuevos diputados en un modelo supuestamente más efectivo de rendición de cuentas, con posibilidad de obligar a los comparecientes a ser menos mentirosos, se han convertido en fallidas confrontaciones en que lo menos que ha reinado es la inteligencia, la transparencia y la verdad.

No solo es que el presidente de la Junta de Coordinación Política, el diputado panista Sergio Hernández Hernández, haya carecido de argumentos políticos y estrategias efectivas para asegurar la asistencia de sus colegas a las tristes enumeraciones de menguados logros y quejas por maltrato financiero de los secretarios de despacho. También, por la ignorancia y falta de estatura política que han mostrado los diputados de todas las fracciones políticas.

Ningún buen augurio nos ofrece la LXIV Legislatura, con menos de un mes de trabajo. Hay diputados y diputadas que, al menos en estas comparecencias, han pretendido esconder su impericia y falta de solidez ya no digamos intelectual sino incluso del mínimo sentido común, mediante la expresión del mayor número de improperios, entre más vulgares, mejor, en lugar de haber investigado a fondo cada uno de los capítulos que debían exponer los funcionarios que entregarán ese cadáver político que es el Gobierno de Veracruz.

A la mayoría de los encuentros entre los poderes Ejecutivo y Legislativo han acudido no más de los miembros de las comisiones encargadas de cada área de gobierno, y de ninguna fracción ha habido un interés real por sacar en claro, con base en lo que dicen los secretarios y lo que muestran los documentos del VI Informe de Gobierno, líneas que permitan a partir del 1 de diciembre aprobar un Plan Estatal de Desarrollo que atienda las omisiones y las desviaciones.

Lo que mayormente ha ocurrido son vendettas. Diputados del PAN, del PRD e, incluso, cercanos al PRI, cuando no los de Morena, han hecho vibrar las bocinas con palabras altisonantes. Se las debía Javier Duarte y se las fueron a cobrar a sus colaboradores. Pero los exabruptos son insustanciales e inútiles; zanjaron los odios de quienes fueron golpeados con Duarte pero a los veracruzanos les ha representado trabajo y tiempo tirados a la basura, porque no permitieron sacar en claro la real situación de las dependencias del Poder Ejecutivo.

Las preguntas que saltan para los diputados y diputadas locales son: ¿qué va a pasar en adelante?, ¿tendremos los veracruzanos que pagar una larga curva de aprendizaje antes de que sepan el papel del poder que representan y tengan capacidad para legislar muchos aspectos que están en el limbo como el de la transparencia y la anticorrupción?, ¿tendremos que perder la esperanza en que sepan vigilar, a través de su instancia fiscalizadora, para evitar lo que ocurrió con Javier Duarte, en que los diputados fueron cómplices del peor robo de la historia?

Los secretarios pudieron por fin expresar públicamente los recursos que les retuvieron desde la Secretaría de Finanzas y Planeación (Sefiplan) por órdenes del exgobernador Duarte; lo hicieron ahora que el ladrón ha escapado y no hay manera de corregirlo para evitar el desastre. ¿Eso los exime de su responsabilidad? Absolutamente, no.

Tenían la obligación de haberlo denunciado en su momento sin temer el despido; incluso, dar a conocerlo ampliamente y renunciar para evitar ser parte de la banda criminal que nos gobernó. Hacerlo hoy es como querer curarse en salud cuando el cáncer ya los ha invadido.

Pero en el colmo todavía fueron capaces de mentirle a los diputados y diputadas, en reuniones que se convocaron para cumplir con el protocolo. Y es que, pese a la grandilocuencia con que los nuevos padres conscriptos anunciaron un supuesto cambio en el procedimiento, no pasaron de ser bostezantes concilios en que unos mintieron y los otros jugaron a ser los niños malos del salón.

Las mentiras de Alfredo Ferrari

Las mentiras menudearon, a veces sin que las comisiones legislativas pudieran hacer nada para penalizar a los secretarios de despacho por faltar a la verdad. El propio Harry Grappa, de la Sectur, se permitió soltar que Veracruz se colocó en los cuernos de la luna en materia de promoción de visitantes durante el sexenio maldito.

Pero hubo alguien que no solo mintió sino que insultó tanto la inteligencia de legisladores y legisladoras como la paciencia de los veracruzanos: Alfredo Ferrari Saavedra, secretario de Desarrollo Social del gobierno estatal. ¿Por qué lo digo? Porque aseveró que durante seis años de gobierno, tiempo en el cual, por la secretaría a su cargo pasaron pillos de la talla de Marcelo Montiel Montiel y de Alberto Silva Ramos, de quien ya ha documentado el Sistema de Administración Tributaria (SAT) que en su paso por esa dependencia se hicieron contratos con empresas fantasma, mismas que después de dedicarse a la distribución de artículos para la limosna oficial a favor de los más pobres o para los damnificados, resulta que también eran expertas en asuntos de comunicación, cuando el exalcalde de Tuxpan pasó a ocupar la Coordinación General de Comunicación Social.

Miles de millones de pesos fueron desviados y no llegaron a los que lo necesitaban. Pronto habrá más evidencia oficial al respecto y saldrán a relucir enormes negocios a costa de los más desfavorecidos. Pero, pese a ello, Alfredo Ferrari Saavedra, quien llegó a la Sedesol luego de dirigir el PRI (donde muchos recursos y acciones de apoyo a sus candidatos provinieron de la Sedesol), se solaza en las comunicaciones oficiales de su comparecencia de que Veracruz “abatió la p0breza en cuatro años”, al pasar del lugar 27 al ocho.

“El trabajo corresponsable y coordinado entre los tres órdenes de gobierno hizo posible, entre otras cosas, que Veracruz pasara de ocupar el lugar 27 en 2011 al octavo en 2015, de acuerdo con el Diagnóstico del Avance en Monitoreo y Evaluación en las Entidades Federativas 2015, dado a conocer por el Consejo Nacional de Evaluación (CONEVAL) a principios de este año.”

Lo que no dijo Ferrari es que ese avance no se relaciona con el abatimiento de la pobreza, que ha crecido de manera espectacular, sino en la capacidad de monitoreo y evaluación. Al respecto, el documento del Coneval solo señala lo siguiente:

“A cuatro años de la realización del primer ejercicio de Diagnóstico, Veracruz ha pasado del grupo de entidades con avance medio-bajo en 2011 al grupo de entidades con avance medio en 2013 y, al grupo de entidades con avance medio-alto en 2015 en la regulación e implementación de elementos que fortalecen tanto al monitoreo como a la evaluación de los programas y políticas de desarrollo social”. Y sí, corrobora que pasó de la posición 27 en 2011 a la posición 8 en 2015, pero no en abatimiento de la pobreza sino en la aplicación de herramientas de diagnóstico y evaluación.

Lo que no invocó fue el documento sobre medición de pobreza, también del Coneval, que establece los avances y retrocesos en combate a la pobreza en el país entre 2012 y 2014, y donde a la espera del estudio de 2016, ya se patentiza el fracaso de la política social de Javier Duarte, gracias a las enormes sangrías realizadas a través de empresas fantasma, no solo contra el presupuesto de la Sedesol sino de otras muy importantes para combatir la pobreza y la pobreza extrema, como las secretarías de Educación, Salud, Agricultura y Protección Civil, entre otras.

Eso no lo dijo Alfredo Ferrari Saavedra porque las cosas están de tragedia. En efecto, mientras que el país pasó del 45.5 al 46.2 por ciento de la población en situación de pobreza entre 2012 y 2014, Veracruz mostró una tendencia preocupante porque pasó del 52.6 al 58.0 por ciento (es decir, casi 60 %). En números absolutos, ello significó que la población en pobreza pasó de 4 millones 141 mil 760 veracruzanos a 4 millones 634 mil 240. ¿Sabe usted lo que eso representa en solo dos años? Que cerca de medio millón de veracruzanos llegaron a esa condición.

En tanto, el porcentaje de la población en situación de pobreza extrema pasó de 14.3 a ¡17.2 por ciento! En los números fríos, cerca de un cuarto de millón de veracruzanos pasó a esta situación. En efecto, de 2012 a 2014, la población en pobreza extrema pasó de 1 millón 122 mil veracruzanos a 1 millón 370 mil 500.

 El enorme fracaso de la política social se verá más evidente cuando se revelen los datos de 2014 a 2016, aunque en este intervalo el INEGI ha operado cambios importantes en los indicadores lo que es posible que impida hacer estudios comparativos. Lo cierto es que esto es, entre otras cosas que iremos desgranando, lo que trató de maquillar el ya casi exsecretario de Desarrollo Social.

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