Prácticamente hemos cumplido tres décadas desde que historias, mitos y leyendas rondan sobre el supuesto –o real- vínculo entre el gobernador de Veracruz en turno y los distintos cárteles del narcotráfico.

Esto no es casual. De hecho, si las autoridades tuvieran elementos suficientes, como los que se dicen que hay, se explicarían con facilidad los episodios de violencia que se han registrado en el estado, más allá de la innegable circunstancia de que Veracruz está en la ruta del narco hacia los Estados Unidos.

Como curiosa coincidencia, ayer nuevamente Fidel Herrera y Miguel Ángel Yunes compartieron roles estelares. El primero, puesto a escena con el viejo guión de los 12 millones de dólares donados a su campaña electoral por intermediación del recién sentenciado Francisco “Pancho” Colorado, lo que permitió el ingreso de los Zetas a un territorio dominado tradicionalmente por el Cártel del Golfo. Nada nuevo, pues.

El segundo, a través de una inusual acusación hecha por el diputado federal por Xalapa, ex candidato a Gobernador, y seguramente abanderado de Morena al gobierno estatal de 2018, Cuitláhuac García, respecto de los vínculos actuales y vigentes del gobernador Yunes Linares con el crimen organizado. Pero como siempre, sobran los dichos y faltan las pruebas.

Las acusaciones en contra del gobierno, como dijimos, cuenta ya casi tres décadas. En mayo de 2004, el semanario Proceso publicó que informes de autoridades mexicanas y estadunidenses, así como declaraciones de testigos protegidos, involucraban al ex gobernador de Veracruz Patricio Chirinos y a su secretario general de gobierno, Miguel Ángel Yunes Linares, en la protección de las actividades del narcotraficante Jesús Albino Quintero Meraz.

A cambio de fuertes sumas de dinero –señalaba la publicación-, toneladas de cocaína procedentes de Colombia eran trasladadas a las playas de Veracruz para luego enviarlas, mediante toda una estructura de transporte aéreo y terrestre, a Tamaulipas, Atlanta y Nueva York.

De Miguel Alemán se acusó su política de dejar hacer y dejar pasar. Si bien el estado no fue golpeado por la delincuencia como en el sexenio posterior, el escándalo sobre su vecindad en el fraccionamiento “Costa de Oro” con el propio Albino Quintero Meraz abrió la puerta a la sospecha. Hay historias que se relatan de cómo el narcotraficante de moda logró huir a pesar de que siempre estuvo plenamente ubicado.

Pero la historia de Veracruz cambió para siempre con la llegada de Fidel Herrera, a quien tirios y troyanos, con temor o con burla, identificaban como Z1, refiriéndose a su condición de ser el responsable de la operación de este cártel en el estado.

Fue en este gobierno cuando empezó la cascada sangrienta de ejecuciones y secuestros, todo a raíz de una legendaria carrera de caballos realizada en Villarín en abril de 2007 y en la que habría sido ejecutado el líder de la organización conocido como el Z14. A partir de entonces, nada volvió a ser como antes.

A lo largo de su gobierno –incluso hasta hoy, como se documenta en la investigación de la Universidad de Texas-, el “Tío” ha sido señalado por permitir la creación de una estructura denominada La Compañía, la cual se formó y creció bajo una figura similar a un «consejo de gobierno» o «junta gerencial».

De acuerdo con información de la PGR y Estados Unidos, desde 2007 se aseguraba que con Herrera Beltrán, dicha estructura operativa estaba constituida por integrantes del cártel del Golfo y su brazo armado en aquel momento, Los Zetas, según han publicado diversos medios informativos. Así corrieron cientos de historias de encuentros privados en los más diversos puntos entre los líderes del narco y su gobierno.

Y llegó Duarte. El 29 de mayo de 2016, durante su cierre de campaña, el entonces candidato Miguel Ángel Yunes invitó al ex presidente Felipe Calderón. Y en ese evento, el michoacano acusó al gobierno de Duarte de haber entregado el estado al grupo criminal de los Zetas, de la misma manera en que ya había sido acusado Fidel Herrera cuando el propio Calderón era Presidente y no hubo acusación formal en su contra.

Meses antes, habían corrido muchas versiones sobre esa herencia maldita que había dejado Fidel Herrera encarnada en la estructura delincuencial de los Zetas y la decisión del joven mandatario de pactar con un grupo distinto: el del Chapo Guzmán. A la distancia, las versiones no sólo son contradictorias sino que no hay prueba pública de ninguna de ellas. Sólo nos ha quedado la evidencia de trances dramáticos como aquél de los 35 cuerpos arrojados a los pies de la efigie de los voladores de Papantla.

Hasta hora, los señalamientos en contra de los gobernadores veracruzanos sobre su vínculo con la delincuencia organizada no han pasado de eso, de simples especulaciones. Y aunque muchos sectores de la población dan crédito a estas versiones, lo cierto es que la mayoría de ellas se han hecho públicas al calor de las campañas electorales, como sucede ahora.

Mientras estas acusaciones se hagan en un mal momento para la justicia y en el momento preciso para la política, no nos llevarán a la verdad, por ello, la sombra del narco seguirá rondando sobre la idea de que en Veracruz hemos cumplido tres décadas de gobiernos coludidos con el narco. ¿Habrá quien tire la primera piedra?

La del estribo…

  1. La añoranza. Antaño, el saludo que prodigó el presidente Enrique Peña a la delegada estatal de Sedesol en Veracruz, Anilú Ingram, hubiera sido un mensaje inequívoco de que la decisión estaba tomada. Pero aquéllos son tiempos de don Simón, hoy la coyuntura electoral exige algo más que el guiño presidencial. La operación de medios fue buena, sin duda.
  2. El último destape presidencial de un candidato priista cumplirá 23 años. los mexicanos menores de 38 años nunca han votado por un tapado. Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña ya no fueron tapados. Para quienes aún lo recuerdan, los destapes eran en noviembre. La fuente del parto priista se ha roto.