Como la vela de Macario -película mexicana de 1960, protagonizada por Ignacio López Tarso y dirigida por Roberto Gavaldón- López Obrador intenta a toda costa que no se apague el enojo de millones de mexicanos, porque de lo contrario, ello le significaría su muerte política.

Hasta ahora, más allá del falaz argumento de que acabará con la corrupción –y en consecuencia con todos los males de atañen al país-, el candidato mejor posicionado en las encuestas no tiene otro argumento más que capitalizar el enfado colectivo; su eventual triunfo electoral no depende de su capacidad intelectual o de su experiencia política.

Por eso, su única estrategia es mantener vivo el enojo; avivarlo como la flama de aquélla vela que significaba la vida de Macario.

En los días recientes ha corrido como pólvora en las páginas de un periodismo militante y en las redes sociales afines al tabasqueño, la especie de que Enrique Peña Nieto ha privatizado el agua del país, aprovechando un descuido nacional por estar más atentos a la selección nacional y a las elecciones.

Basta con que alguien califique o descalifique de «privatizadora» una iniciativa de ley, cualquiera que sea, suficiente para la movilización social porque, por regla, hay que oponerse. Algo así ocurre con la ley del agua que da un golpe de timón a la administración de este servicio de los organismos operadores de agua en el estado.

Y esto es lo que ha ocurrido con la especie de que Enrique Peña Nieto ha privatizado el agua. En realidad no es un rumor nuevo, pero ha vuelto a tomar fuerza al calor del proceso electoral y justo en la etapa definitoria del voto de millones de indecisos.

La historia, contada por Orquídea Fong, periodista y comunicóloga egresada de la UNAM, versa así:

El pasado domingo 17 de junio, Sin Embargo publicó una nota titulada “En medio de campañas, privatizan el agua”. El texto, firmado por Rubén Martín, asegura que “mientras se concentra la mirada en las campañas electorales y en el Mundial, el presidente Enrique Peña Nieto utilizó la figura legal de los decretos para modificar el estatuto de las vedas existentes sobre 40 por ciento de las cuencas del país, que contienen 55 por ciento de las aguas superficiales de la nación”.

Para el periodista, modificar el estatus de las vedas equivale, de manera directa, a “privatizar” el agua. Esto es falso, asegura Fong y así lo explica:

Dice Martín que “los diez decretos que levantan la veda sobre estas diez cuencas de agua, abren la puerta para que 55 por ciento del vital líquido se utilice para fines lucrativos, ya sea privatizando directamente el manejo del agua en organismos operadores empresariales municipales o entregando concesiones de agua para las distintas empresas extractivas del país, como son minería, hidrocarburos, turística, o inmobiliaria”.

Es verdad: son diez decretos y se levantan todas las vedas señaladas. Pero asegurar que eso equivale a “privatizar” el agua es una falsedad armada con tintes políticos.

De acuerdo con el documento “Vedas, Reservas y Reglamentos de Aguas Nacionales Superficiales” de la Comisión Nacional del Agua, publicado en 2014 en el sitio web www.gob.mx, se denomina “Zona de Veda” a “aquellas áreas específicas de las regiones hidrológicas, cuencas hidrológicas o acuíferos, en las cuales no se autorizan aprovechamientos de agua adicionales a los establecidos legalmente y éstos se controlan mediante reglamentos específicos, en virtud del deterioro del agua en cantidad o calidad, por la afectación a la sustentabilidad hidrológica, o por el daño a cuerpos de agua superficiales o subterráneos”.

De aquí se desprenden tres cosas importantes: Las zonas de veda no están 100% cerradas a la explotación, sino que se encuentran estrictamente reguladas; una veda tiene el objetivo de permitir la recuperación de una zona sobreexplotada, contaminada o en riesgo ambiental; y por la naturaleza de sus objetivos, es deseable que llegue el momento que la veda no sea necesaria, al darse la recuperación del sistema hidrológico en cuestión.

Es importante señalar que los decretos que fueron abrogados datan de varias décadas, y algunos de ellos se encuentran precisamente en Veracruz, por lo que el tema no nos es ajeno.

Uno de los decretos, por ejemplo, señala que diversos estudios técnicos realizados en las cuencas del Río La Antigua, Actopan, Pixquiac, Xuchiapan y Huhueyapan, todos en Veracruz, recomiendan “suprimir las vedas” establecidas en decretos previos debido al “restablecimiento del equilibrio hidrológico de las aguas nacionales superficiales, incluidas las vedas, por lo que se suprimen las zonas de veda vigentes en las cuencas hidrológicas” mencionadas, así como la del Río Papaloapan.

Es necesario abrir el debate. Se debe evitar a toda costa que el agua termine como propiedad exclusiva de particulares; pero hasta este momento, tras la falsa defensa por el agua, en realidad se encuentra la disputa por los votos.

Las del estribo…

  1. ¿Qué hacían dos niños pequeños jugando solos en el elevador de una plaza comercial, lo que le costó la vida a uno de ellos? ¿Dónde estaban sus padres? ¿Dónde estaba la autoridad para sancionar la omisión de cuidado? ¿Cómo pueden dos menores divagar por una ciudad llena de riesgos sin que nadie de nosotros se percate? A pesar de la indignación, pudo más la tristeza.
  2. Cuitláhuac achaca sus fracasos amorosos a sus campañas electorales. La frivolidad es prima hermana de la ignorancia.