La ira reflejada en los rostros surcados por el paso del tiempo de decenas de pensionados que salieron de varias instituciones bancarias y, pese a su edad, bloquearon calles céntricas, no mostró sino la parte más vulnerable de una situación financiera difícil que, con el paso del tiempo, en lugar de corregirse tiende a complicarse.

En efecto, ayer volvieron a sufrir los derechohabientes del Instituto de Pensiones del Estado (IPE) los efectos desastrosos de la enorme deuda que acumula el gobierno estatal. Una vez que personal del banco les comunicó que no habría pago para ellos porque el IPE no había depositado los fondos necesarios para ello, estos veracruzanos que dejaron los mejores años de sus vidas en las aulas y en oficinas públicas salieron a mostrar su protesta.

Pero lo de los pensionados es solo una muestra del problema. Nunca como en estos últimos años, Veracruz había vivido una situación tan difícil en sus finanzas públicas, al grado de no contar siquiera para el pago de salarios y pensiones, incumplir con proveedores y desistir de obras públicas de envergadura, además de verse obligado a retener partidas federales etiquetadas a dependencias y programas para salir al paso de urgencias financieras.

Que el proceso de transición en el gobierno federal entre una administración del PAN y la actual priista haya dejado en el limbo la posibilidad de investigar las razones de la bancarrota de la hacienda pública local, no solo ha permitido la impunidad absoluta ante un posible quebranto multimillonario del gobierno que encabezó Fidel Herrera Beltrán, quien mantiene su poderío político a tres años de haber concluido su abominable periodo de gobierno, sino que nos ha dejado sin hálito para imaginar que es posible recuperar el crecimiento de nuestro Producto Interno Bruto estatal, que en 2013 tuvo un decrecimiento (-0.6 %).

Y no solo los pensionados resienten este estancamiento. Miles de proveedores hace tiempo que se comen las uñas porque sus facturas tardan meses (o años) en ser pagadas. Sin ir muy lejos, ayer el dirigente de hoteleros de la zona Veracruz-Boca del Río señalaba la situación que viven 12 de sus socios porque a un mes de celebrada la Olimpiada Nacional, no se les cubrían los gastos generados por la contratación de sus servicios.

Al paso que vamos, no es posible prever que la situación mejore en los años que siguen, por lo que Veracruz habrá experimentado una de sus peores noches, la noche de las carteras frías.

El analfabetismo nos señala

Con funcionarios estatales que han estado más preocupados por enriquecer sus carreras políticas o acometer proyectos que satisfacen sus propias ambiciones, la tarea de la alfabetización en Veracruz ha sido históricamente una danza de cifras que nunca disminuyen y, en cambio, se convierten en signos perecederos de la demagogia y la corrupción.

Apenas en el sexenio pasado, quien estuvo al frente del Instituto Veracruzano para la Educación de los Adultos (IVEA), Guillermo Zúñiga Martínez, aprovechó el puesto para apuntalar su negocio de educación media superior y superior que hoy es una realidad con la Universidad Popular Autónoma de Veracruz (UPAV), en lugar de dedicar todo su esfuerzo a disminuir los graves índices de rezago educativo en educación básica e, incluso, en la adquisición de las habilidades de la lectoescritura en miles de paisanos.

No por nada, ayer mismo, Alma Carolina Viggiano Austria, directora general del Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe), aseguró que la cruzada nacional contra el analfabetismo y el rezago educativo que impulsará el gobierno federal a partir de agosto tendrá como sus más importantes escenarios los estados de Veracruz, Oaxaca, Guerrero, Michoacán y Chiapas, considerados los más afectados por este problema pues en ellos se concentra el 50 por ciento del analfabetismo del país.

De hecho, la visita del secretario de Educación Pública, Emilio Chuayffet Chemor, que calculábamos como una gira para revisar el estado de la educación en Veracruz, ‘dirigida’ por el joven político Adolfo Mota Hernández, fue motivada por el anuncio de esta cruzada en que participan tanto el Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA) como del Conafe, además de la propia SEP, para evaluar lo hecho y emprender el más decisivo combate al analfabetismo.

El propio Chuayffet, quien estuvo en Veracruz con el gobernador Javier Duarte de Ochoa, comparó el esfuerzo que iniciará en un mes al desarrollado por el general Manuel Ávila Camacho en los años cuarenta contra el rezago educativo.

Se ha solicitado en todo el país la participación de estudiantes en servicio social, educadores activos o jubilados y todo el aparato educativo para lograr sacar del bache a millones de mexicanos y reducir en un 50 por ciento el analfabetismo. Las metas, por cierto, son muy ambiciosas: 2.2 millones alfabetizadas, una cifra similar de mexicanos con la primaria y 3.1 millones con la secundaria, durante lo que resta del sexenio del presidente Enrique Peña Nieto.

Ojalá que las cifras no se vuelvan a hacer de chicle.

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