Egresado de una universidad privada, a diferencia de cuatro de sus antecesores (dos, egresados de la Facultad de Derecho de la UV: Dante Delgado y Fidel Herrera, y dos, egresados de la UNAM, de Economía Patricio Chirinos y de Derecho Miguel Alemán), el gobernador Javier Duarte de Ochoa prácticamente mantiene en el olvido a la institución que forma a los profesionistas de la entidad, la Universidad Veracruzana, a la que ve con desdén y a la que ha escamoteado no solo recursos estatales sino incluso federales.

Pese a que las partidas presupuestales provenientes del subsidio federal no le deberían doler (no salen “de su bolsillo”), Javier Duarte de Ochoa no solo ha continuado la inveterata consuetudo de quedarse con los centavos que se le extienden a la casa de estudios, como se ha hecho desde Miguel Alemán Velasco (quien, por ejemplo, obligaba a la UV a ceder ante el SETSUV con la promesa de que su gobierno asumiría los costos, lo que nunca sucedía), sino que ha superado al mago de las desapariciones presupuestales, Fidel Herrera Beltrán.

Ha sido tal su desapego como gobernante ante la institución pública más importante en materia de educación superior en la entidad, que poco se le ve en eventos universitarios, en pocas ocasiones convoca a los expertos universitarios a sus actos, raras son las ocasiones en que se le ve junto a la rectora Sara Ladrón de Guevara y, salvo eventos ineludibles, prefiere mantenerse alejado de problemas que nunca conoció cuando fue estudiante universitario y se paseaba por los pasillos de la Universidad Iberoamericana, Unidad Santa Fe, en que estudió la carrera de Derecho.

Tal vez por ello su despreocupación por los avatares de la universidad y su comunidad. En varias ocasiones, su área administrativa (Sefiplan) ha hecho pasar las de Caín a los administradores de la UV, que deben retrasar el pago del personal académico y administrativo, porque el Tesorero estatal simplemente no transfiere recursos federales que ha retenido por meses.

Para colmo, salvando la nómina, otras partidas obtenidas por investigadores, docentes y autoridades de la Universidad Veracruzana para mejorar infraestructura, respaldar programas académicos o financiar proyectos de investigación, se quedan atorados en la finísima trama de la criba aplicada por la Sefiplan para escamotear los recursos que deberían servir para la formación de nuestros jóvenes.

¿Qué entusiasmo tendrán en el futuro, investigadores, docentes y autoridades universitarias para presentar proyectos para la obtención de recursos federales extraordinarios, cuando saben que de dichos logros se servirán funcionarios estatales sin escrúpulos que los dilapidarán en comicios o los abonarán a sus cuentas bancarias personales?

¿Por qué la Auditoria Superior de la Federación no ha tocado en sus indagatorias el hecho de que recursos federales enviados a la UV no han llegado a su destino?

En ocho años, casi 1,700 mdp retenidos

Gracias a la investigación realizada por el periodista Armando Ramos, corresponsal de la Agencia AVC en Coatzacoalcos, se ha logrado conocer la cifra millonaria que el gobierno estatal le ha quitado a la Universidad Veracruzana.

Con base en la solicitud de información 380/2015, a través del sistema Infomex, el periodista ha obtenido como respuesta de la Secretaría de Administración y Finanzas de la UV, que el gobierno estatal adeuda 1 mil 695 millones 736 mil pesos con 46 centavos. No es una suma menor, es un verdadero atentado contra la educación superior de Veracruz.

Según la nota publicada por la agencia informativa, esta deuda no solo corresponde a recursos federales sino también estatales, que los sucesivos gobiernos de Fidel Herrera Beltrán y Javier Duarte de Ochoa le han negado a la casa de estudios, pues corresponde a los ejercicios presupuestales de 2008, 2010, 2011, 2012, 2013, 2014 y 2015, gracias a la perniciosa ‘operación licuadora’, aplicada con singular alegría por el actual gobierno estatal.

Si tomamos en cuenta que el proyecto de presupuesto de la UV para 2015 es de 5 mil 286 millones de pesos, el total de los recursos desviados y bloqueados significa más de un tercio, sin contar que el año no concluye y que, en lo que resta, seguramente dejará nuevos adeudos que se sumarán a este verdadero desfalco a la educación superior de Veracruz.

Si observamos las fotografías de prensa en que aparecen juntos el gobernador Duarte y la Rectora de la UV, podemos observar a un Javier con barba (hace tiempo que se la afeitó) y, en los casos en que la UV y su gobierno coincidieron, ha sido por intermediación del entonces titular de la SEV, Adolfo Mota Hernández (quien siempre lució una torpe sonrisa o con los ojos idos), o del entonces secretario de Gobierno, Érick Lagos Hernández. Al estilo de las organizaciones sociales, Sara Ladrón de Guevara ha debido buscarlo en sus actos públicos donde poco se puede dialogar para que el gobernador sepa la suerte de la institución educativa.

¿Qué ha podido hacer la Rectora para resarcir la constante ordeña de los recursos universitarios por parte del gobierno estatal? Además de corajes, es posible que poco en términos de gestión pues la administración duartista se ha caracterizado por ser muy marra. Seguramente ha debido ajustar los programas, aplicar un severo programa de austeridad (una de cuyas más visibles acciones ha sido la reingeniería en el servicio médico), cancelar proyectos culturales (el año pasado no hubo ya Festival JazzUV, por ejemplo), no emprender nuevos proyectos de infraestructura educativa y paliar con pequeñas remodelaciones los naturales deterioros de edificios e instalaciones.

Y, ciertamente, está haciendo más, como gestionar becas y recursos para proyectos específicos, el apoyo de organismos internacionales en la forma de convenios de colaboración, la participación en proyectos nacionales e internacionales, la coparticipación con ayuntamientos.

El problema es que cuando los recursos obtenidos pasan por el tamiz de la Sefiplan, las monedas tienden a tornarse opacas y a perderse, porque el enorme apetito de las finanzas estatales, que algunos catalogan como famélicas y a punto del desmayo, se convierte en un grave peligro para la Universidad Veracruzana.

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