Para desgracia del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien este domingo defendió la decisión de retirar un operativo de fuerzas federales en Culiacán el pasado jueves, su comentario de que los conservadores quieren ver convertido México en un cementerio, ya lo ha desmentido con creces el hecho de que en sus primeros 10 meses de gobierno se han registrado 22 mil 126 homicidios dolosos, y que 2019 puede marcar cifras históricas en esa materia.

En los meses que lleva como Presidente de la República, su estrategia de combate a la violencia criminal mediante la entrega masiva de dinero a jóvenes y diversos programas sociales enfocados en dotar de recursos a quienes, por pobreza, se han incorporado a las bandas criminales, no ha logrado los efectos esperados y se sospecha que sus cálculos son a largo plazo.

Mientras llegan los frutos (si es que algún día van a llegar), los mexicanos vivimos permanentemente la zozobra de si podremos regresar a casa vivos e, incluso, si estando en el hogar, la escuela o el trabajo nos mantendremos a salvo. En los últimos dos sexenios, la cifra de homicidios dolosos en el país aumentó 181.6%; pasamos de contabilizar 7 mil 856 casos en los primeros 10 meses de gestión de Felipe Calderón, a 22 mil 126 en el mismo periodo del presidente Andrés Manuel López Obrador.

De acuerdo con el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), de diciembre de 2018 a agosto de este año la cifra de homicidios dolosos representó casi el triple de los cometidos en los primeros meses de la presidencia de Felipe Calderón.

Y es que, salvo febrero y abril de este año, la cifra mensual de víctimas mortales dolosas no ha bajado de 2 mil 400 e, incluso, en junio y julio superó los 2 mil 500 casos, mientras que en los primeros 10 meses de Enrique Peña Nieto la media fue menor de 1 mil 500.

¿Quiénes están poniendo más mexicanos en los cementerios?

¿Habrán sido los “conservadores” o de calle se los llevan los “liberales”? Pese a la grave evidencia de las estadísticas, López Obrador está más interesado en mentirle a los mexicanos y en convencer a sus seguidores de que él prima la seguridad por sobre enfrentamientos sangrientos, cuando eso mismo es lo que está ocurriendo cotidianamente, con la salvedad de que las fuerzas públicas de seguridad no quieren meter ni las manitas para proteger a los mexicanos.

Por eso, sus frases en Oaxaca, donde se reunió con las autoridades municipales de un estado al que prefirió visitar pese a la grave crisis ocurrida en Culiacán, Sinaloa, suenan a un timorato intento por salvar un poco su muy desgastada investidura:

“No nos importa que los conservadores y autoritarios quieran que se gobierne de otra manera. Ya lo hicieron y no dio resultado, al contrario, convirtieron a México en un cementerio. Esa estrategia de querer apagar el fuego con el fuego y la violencia con la violencia, nunca más”, dijo.

Lo que permanece sin embargo es el fuego de la delincuencia contra la población inerme, poco a poco convencida (en sus estratos más afectados) de que en adelante lo que debe hacer es pensar cómo se va a defender sola, porque de López Obrador no va a lograr apoyo alguno para preservar sus bienes, su integridad física y su vida. Así de grave la situación en México.

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Un personaje de Veracruz, en la primera fuga de El Chapo

El 19 de enero de 2001, Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, protagonizó su primera evasión de la justicia mexicana, al salir de su confinamiento en el penal federal de Puente Grande, en Jalisco.

Apenas se cumplían los primeros 60 días de gobierno del panista Vicente Fox Quezada, y se conjeturaba que había habido un posible acuerdo mediante el cual el narcotraficante sinaloense quedaría en libertad para que pusiera orden en los cárteles de la droga que ya generaban un creciente clima de violencia y confrontación.

Si la industria cinematográfica de México hubiera estado en sus mejores momentos, la historia de su escape hubiera dado para una regular película palomera: se daba por asentado que El Chapo fue conducido ese día por la noche a la salida del penal escondido en un carrito en que se transporta la ropa. En la versión manejada por algunos investigadores, el Chapo se dirigió al comedor, luego se desvió a la lavandería, se metió en un carrito y permitió que lo empujaran; llegó al área de desechos materiales, donde ya lo esperaba el camión que lo sacó del penal, todo ello sin que las cámaras de vigilancia pudieran registrarlo pues habían sido bloqueadas.

Todavía se encuentra preso quien empujó el carrito, Francisco Camberos Rivera, “El Chito”, empleado de mantenimiento; los altos funcionarios no sufrieron consecuencia alguna.

Justo el pasado jueves 17 de octubre, el mismo día en que se escenificó el infierno en Culiacán, gracias a un torpe y descuidado operativo federal que se topó con la masiva reacción del Cartel de Sinaloa que logró liberar a uno de los hijos de El Chapo, el portal SinEmbargo ofreció un interesante material informativo sobre la primera fuga del Chapo. En él se reproduce un interesante diálogo entre el General Mario Arturo Acosta Chaparro Escápite y el narcotraficante recluido en una cárcel de alta seguridad en los Estados Unidos:

“–¿Cuánto te costó la fuga? –preguntaría el General.

“–La libertad no tiene precio – diría un “Chapo” entre melancólico y satisfecho.

“–Sí pero, ¿cuánto te costó? ¿Mucho dinero?

“–El precio lo pagué desde que estaba en Almoloya. El primer paso para mí fue el traslado de Almoloya a Puente Grande.

“–¿Cómo te escapaste?

“–No me escapé. Me abrieron la puerta”.

Su afirmación permite poner lógica a su escape. Sin embargo, extrañamente, no hay evidencia de investigación en las instancias de seguridad y de inteligencia del Gobierno Federal. Aunque el director del penal, Leonardo Beltrán Santana, y 33 custodios fueron detenidos y consignados por ese hecho, hasta ahora se desconoce qué funcionarios del Gobierno federal ayudaron al “Chapo” en el plan para abandonar la prisión.

No hay informe final sobre la fuga y, por ello, además de que fácilmente salió en libertad, todos los indicios permiten suponer que ello pudo ocurrir gracias a una red de complicidades a nivel institucional.

“Sin investigación a la mano, es muy difícil explicarse esa primera escapatoria sin que la hipótesis primera sea que hubo protección de primer nivel”, dice Martín Gabriel Barrón, profesor-investigador del Instituto Nacional de Ciencias Penales (Inacipe).

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¿Extitular de la SEV lo supo todo?

Lo que llama la atención es qué ocurrió antes del escape y quiénes participaron. Según el texto del portal informativo, “el mismo día en que se informó del subterfugio, Jorge Tello Peón, subsecretario de Seguridad Pública de la Secretaría de Gobernación, visitó ese penal al lado de la presidenta de la Comisión Estatal de Derechos Humanos, Guadalupe Morfín.

“Lo acompañaba Enrique Pérez Rodríguez, director general de Prevención y Readaptación Social de la Secretaría de Gobernación. Con él, iban dos funcionarios de la entonces llamada Policía Federal Preventiva, Nicolás Suárez Valenzuela y Humberto Martínez. Poco antes de las 14:00 horas, se fueron del penal. En la noche, “El Chapo” se salió. (Así está registrado en la hemeroteca de la prensa nacional).

Aunque a Tello Peón no se le fincaron responsabilidades por la fuga, renunció a su cargo dos meses después del suceso y reapareció en el equipo del ex Presidente Felipe Calderón cuando fue nombrado asesor de seguridad.

Ningún otro funcionario ha sido llamado a cuentas ni se han establecido procesos en su contra.

El que nos ocupa, Enrique Pérez Rodríguez, un personaje cercanísimo al exgobernador Miguel Ángel Yunes Linares, fue el anterior titular de la Secretaría de Educación de Veracruz y se encargó en todo momento de consolidar y aceitar, con recursos públicos, la maquinaria electoral del yunismo.

¿A quién persiguen las dudas de la primera fuga de “El Chapo” Guzmán?, se pregunta en el texto periodístico. Y responde:

“En aquella época, en el centro de las decisiones del ámbito de Seguridad Nacional estaban Alejandro Gertz Manero, quien fue Secretario de Seguridad Pública en los primeros cuatro años del Gobierno de Vicente Fox, y Genaro García Luna, quien había fundado la extinta Agencia Federal de Investigación (AFI), en 2001. No son los únicos protagonistas, pero sobre ellos –si la hay– podría recaer la mayor responsabilidad histórica, política y moral porque eran los rostros de la Seguridad Nacional, opina Martín Gabriel Barrón, del Inacipe”.

Fuera de este tema, habrá que recordar que la tranquilidad de que disfrutan los yunistas frente a la posibilidad de enfrentar a la justicia federal por varios casos y hechos, se deriva del fuerte vínculo de amistad de une a Yunes Linares con Gertz Manero, hoy Fiscal General de la República en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador.

Y véanlos, tanto Yunes como Enrique Pérez Rodríguez andan como Pedro por su casa.

Frases sin disfraces

«No puede valer más la captura de un delincuente que la vida de las personas». Andrés Manuel López Obrador.

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