Pese a las declaraciones, torpes más que optimistas, del alcalde Hipólito Rodríguez Herrero en el sentido de que Xalapa ha atraído a buena parte del turismo que, según él, evitó el Caribe mexicano por el problema del sargazo en las playas, lo cierto es que la economía de la ciudad sigue en caída libre sin que las autoridades estatales y municipales analicen cómo recuperar su bonanza.

Xalapa se debate en medio de gravísimos problemas que han alejado inversiones, obligado al cierre de negocios, desaparecido fuentes de empleo y multiplicado la economía informal.

Para colmo, su principal sello característico, las manifestaciones artísticas y culturales, han recibido en los últimos cuatro años sus más duros golpes en materia de promoción y financiamiento, sin que haya autoridad alguna que tome la iniciativa de reunir sus presupuestos para hacer renacer festivales que le dieron renombre a la ciudad, como los de jazz.

El abuso verbal del alcalde es inexplicable. Nadie de Xalapa en su sano juicio es capaz de creer que hay un crecimiento en el número de turistas a una ciudad que prácticamente no ofrece nada, ni siquiera en materia de calidad en hoteles y restaurantes, y con autoridades policiacas y de vialidad que están atentas a extorsionar a los pocos que se atreven a visitarnos usando sus automóviles.

Una lectora nos comenta:

“Es muy preocupante la economía de la ciudad, y aunado a todo este problema,  las grúas se han dado a la tarea de recoger al día no sé cuántos autos por toda la ciudad. Un negociazo, sin lugar a duda. En el ramo turístico, hoteles específicamente,  siempre contamos con un lugar para ascenso y descenso, que no es respetado por la autoridad y, frecuentemente, levantan los carros de nuestros huéspedes,  proveedores o público en general que se paran para pedir informes; no nos dejan trabajar,  apenas y sacamos para gastos en las empresas con este letargo gubernamental que no ha activado la economía local. [Por eso pedimos] que nos dejen trabajar,  que haya más respeto para los turistas, marcan zonas de [autobuses] urbanos para 3 o 4 que ni siquiera utilizan pero eso si diario vienen y levantan todo vehículo que según ellos obstruyen”.

Las benditas redes sociales

Santuario de criminales y de policías que prefieren atacar al ciudadano

El principal problema, y el que más urge resolver, es el de la violencia criminal, cuyo ineficaz ataque le ha conferido a la capital de Veracruz los nada honrosos primeros lugares en feminicidios, homicidios dolosos y secuestros.

Los grupos delictivos parece que han convertido a la ciudad en un santuario para sus actividades delictivas, han implantado un generalizado cobro de piso que ha obligado al cierre de cientos de negocios y ha dejado, consecuentemente, a cientos de xalapeños sin empleo; quienes se han opuesto al pago han sufrido atentados. Para colmo, los grupos criminales se pasean por las colonias más populosas sin que nadie les moleste.

Pese a la participación de la Policía Estatal, la Policía Municipal y, recientemente, la Guardia Nacional, las acciones que realizan son meramente mediáticas y, para colmo, la población ha debido sufrir el hostigamiento de los elementos policiacos, más preocupados por estigmatizar a los jóvenes que a buscar a los reales criminales. El caso de la persona asesinada frente a la oficina de Tránsito a manos de elementos de seguridad de un alto funcionario de la Secretaría de Seguridad Pública, cierra el círculo de un clima de inseguridad al que contribuyen delincuentes y policías.

Otro lector, Arturo Valdés, muestra su desesperación ante la gravedad de lo que ocurre en la ciudad en materia de seguridad y cómo la policía profundiza el problema en lugar de resolverlo:

“Se necesita una policía humanizada. Lo que se ve son patrullas verdes y azules por las principales avenidas buscando vidrios polarizados y autos mal estacionados; lo que se ve son policías viales dentro de grúas de empresas privadas buscando a quien infraccionar cuando pudiera estar auxiliando al conductor al descomponerse un semáforo o advirtiendo al conductor dónde sí y dónde no estacionarse ante la ausencia de señalamientos visibles en las calles; grúas que circulan por la ciudad como si fueran caravanas con autos encima rumbo al corralón; un operativo vacacional que ahuyenta a las pocas personas que se atreven a pasear por los parques o el centro de Xalapa, pues cuando regresa a su coche ya no lo encuentra, se lo llevó la grúa.

“Lo que se ve es una necesidad de mostrar presencia policial pero no precisamente esa que busca disminuir el índice delictivo, sino la que busca sancionar al ciudadano; mujeres prepotentes con su uniforme de policías viales. El que lleva un arma en su coche, a un secuestrado o droga, circula no por las avenidas sino por las calles dentro de colonias, porque ahí no están esos policías viales.

“Estrategia vacía, contraproducente, ineficiente, esa que exhibe un gran negocio para particulares; la apariencia y no un verdadero servicio promotor de seguridad nuevamente. ¿Es tan difícil que entiendan que la necesidad es recuperar la confianza del ciudadano? ¿Es tan difícil que lo que se necesita es presencia policial en las calles que prevengan riñas, asaltos en los comercios y al ciudadano?

“Se necesitan policías que den auxilio al ciudadano y no que lo ataquen; se necesitan policías en todos lados para prevenir un secuestro, abuso sexual, robos, cristalazos, asalto en cajeros, personas consumiendo droga o alcohol en las esquinas; se necesitan policías educados que den atención respetuosa al ciudadano; eso sí incrementará el turismo, eso sí recuperará la confianza, eso sí ganará el respeto al policía. Una policía humanizada es lo que se necesita”.

Otros problemas hunden a la ciudad

Los graves problemas ambientales (pese a un alcalde que puso el tema como bandera durante su gris campaña electoral), se recrudecieron con la prolongada batalla legal con la empresa Veolia México, encargada de la administración del relleno sanitario de El Tronconal; los constantes amagos para el cierre del relleno han hecho ver su suerte a los capitalinos, pero lo más grave, han creado por periodos una versión deleznable de la ciudad, con acumulación de basura casi en cada esquina, a lo que también contribuyen los pobladores.

Pese a ser admirador de la ciudad, donde no nació, por su apariencia de ciudad-bosque hace unos 35 años, Hipólito Rodríguez prácticamente no ha hecho nada por recuperar las áreas verdes de la ciudad, uno de los más caros atractivos visuales de la capital veracruzana.

Por otra parte, los problemas de infraestructura y movilidad urbana han convertido a la ciudad en un verdadero suplicio automovilístico, aún en periodos vacacionales. Si a ello sumamos la política agresiva de la policía vial, ya podemos imaginar qué tan gozosos y masivos pueden ser los flujos turísticos de los que tanto habla el imaginativo Presidente Municipal.

A ello súmele los constantes bloqueos de grupos sociales que toman el centro por asalto, los más recientes, Antorcha Campesina y los 400 Pueblos. Pensándolo bien, es posible que a los cientos de manifestantes que pasaron unas cortas vacaciones acampando en el Parque Juárez y la Plaza Lerdo, es a quienes se haya referido el alcalde como parte del crecimiento en el aforo turístico.

Las benditas redes sociales 2

Un Presidente que no lee

Andrés Manuel López Obrador acusa a los medios de comunicación de obstaculizar la Cuarta Transformación (4T). Con ello nos muestra que, durante sus casi dos décadas de transitar por el país para buscar el puesto que hoy le ha quedado grande, nunca leyó periódicos ni escuchó noticieros y, si atendemos a lo que dijo en su mañanera, desde 2015 que murió Julio Scherer García, casi no ha leído la revista Proceso, a la que ahora acusa de no portarse bien solo porque no le aplaude como foca amaestrada a cada acción de su gobierno.

Y no leyó ni se enteró de nada (o se hace), porque para él los medios de comunicación jamás criticaron de corrupción a los anteriores gobiernos, pese a que fueron los medios, y no los partidos políticos como Morena, y mucho menos él, que solo hablaba generalidades de la Mafia del Poder, los que desvelaron con sus investigaciones los casos más sonados de corrupción, algunos de los cuales el propio mandatario ha colocado en la impunidad, gracias a acuerdos inconfesables con el expresidente Enrique Peña Nieto.

Solo baste recordar algunos casos que cobraron alta notoriedad nacional e internacional, y de los que el ahora presidente ni se enteró y, por supuesto, jamás documentó.

En el año 2000 estallaron dos escándalos denunciados con investigaciones periodísticas: el famoso Pemexgate, que derivó en una multa millonaria del Instituto Federal Electoral al PRI por el desvío de 1,500 millones de pesos del sindicato petrolero para apoyar la campaña presidencial, ordenado por un personaje al que López Obrador no ha logrado meter en cintura ni encarcelar: Carlos Romero Deschamps; y el escándalo de Amigos de Fox, organización a través de la cual la coalición Alianza por el Cambio, que llevaba como candidato a Vicente Fox, trianguló recursos de manera ilegal a su campaña, lo que derivó en una multa de 497 millones de pesos.

Cuatro años después, los medios de comunicación (no el PRD, donde militaba AMLO) dieron a conocer los actos de corrupción en que incurrió la asociación Vamos México, que presidía Martha Sahagún, y que recibía recursos millonarios de la Lotería Nacional. Y quién podrá olvidar el Toallagate, que hizo pública la compra de toallas de más de 4 mil pesos cada una para la cabaña construida por los Fox en Los Pinos, y que no fue obra del Peje ni de su partido ni de ningún otro, sino de la prensa.

En el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa, los medios de comunicación dieron a conocer el altísimo sobrecosto de 192% de la Estela de Luz en Paseo de la Reforma, al erogarse más de 1,300 millones de pesos.

Los casos investigados y documentados durante el sexenio de Enrique Peña Nieto fueron decisivos incluso para que López Obrador ganara la elección.

Fue gracias a la investigación de Carmen Aristegui y su equipo de investigaciones especiales como pudimos enterarnos con estupefacción y molestia sobre la famosa Casa Blanca, con un valor de 7 millones de dólares (unos 140 millones de pesos)  “comprada” a la empresa Higa por el matrimonio Peña-Rivera; o del sobrecosto del Hangar Presidencial, o de los sobornos a altos funcionarios del gobierno por parte de la empresa brasileña Odebrecht.

No podemos olvidar la investigación periodística que descubrió la enorme maraña de corrupción lograda en operaciones con empresas fantasma (inexistentes), primero en Veracruz, y luego en varios otros gobiernos estatales y el gobierno federal, a través de la investigación denominada Estafa Maestra, que descubrió los actos de corrupción en que incurrió la excamarada de Andrés Manuel, Rosario Robles Berlanga (que lo sucedió en la jefatura de gobierno del Distrito Federal), tanto en Sedesol como en la Sedatu, y que representa uno de los hitos más altos en materia de desvío de recursos públicos en la historia del país, que involucró incluso a universidades públicas.

Todo ello, repito, gracias exclusivamente a los medios de comunicación. Ni Morena ni Andrés Manuel López Obrador hicieron maldita la cosa en materia de denuncia de casos concretos de corrupción y hoy vemos cómo el que se queja tanto de la prensa desobediente ha tomado la decisión (autoritaria) de evitar el castigo, por ejemplo, del expresidente Enrique Peña Nieto y los miembros de su equipo, pese a que tiene todos los datos sobre el expolio y la corrupción que hicieron y permitieron en cada uno de los actos de gobierno.

Por desgracia, tenemos un Presidente que no lee.

Comentarios: belin.alvaro@nullgmail.com | https://formato7.com/author/abelin/