«Negro cochino, negro cochino», esas palabras, proferidas por un niño blanco que lo perseguía, constituyeron uno de los recuerdos más antiguos de Miles Davis. Muchos años después, cuando ya era estrella, una noche estaba tocando con su sexteto en el Birdland, un club de la calle Broadway. En un intermedio, acompañó a una amiga blanca a tomar un taxi, cuando la mujer se fue, se quedó a tomar el aire en la banqueta. Un policía se le acercó y de dijo que circulara. Yo trabajo aquí, solo voy a tomar un poco de aire fresco y regreso a seguir tocando, le respondió. El policía le dijo que no se quisiera pasar de listo, que circulara o iba a arrestarlo. Adelante, respondió, deténgame. En ese momento llegó otro policía por la espalda, le dio un golpe en la cabeza con una macana y cayó al suelo ensangrentado. Lo detuvieron, pasó la noche en la cárcel y le quitaron su licencia para tocar, sin la cual no era posible presentarse en Nueva York en esa época.

Al otro día salió libre bajo fianza. El golpe fue de tal magnitud que tuvieron que ponerle cinco puntos de sutura. Hubo un gran escándalo en las prensas neoyorquina e internacional. Los policías argumentaron que Miles se había puesto violento, que se disponía a golpear al primer oficial y por eso fue necesario anularlo con un golpe. El revuelo siguió, unos días después le devolvieron su licencia y unos meses más tarde fue absuelto de los dos cargos que le imputaban: escandalizar en la vía pública y agredir a la autoridad.

Ese episodio, acaecido en 1959, aparece en el poema en dos tiempos del chileno Óscar Hahn.

SAN JUAN DE LA CRUZ ESCUCHA A MILES DAVIS

                                                                                                                                 Óscar Hahn

I. SAN JUAN EN EL CALABOZO (Toledo, 1577)

La trompeta flamea serpentea relampaguea
Su quejido metálico

se hunde y difunde exclama y reclama
un no sé qué que queda balbuciendo

Es el Arcángel San Gabriel dice el Santo
Es el Arcángel que me llama desde el futuro

Es el Arcángel cuya piel es más negra que la noche
y brilla como las heridas de mi alma

Es el sonido de la trompeta como un cauterio suave

 

II. MILES DAVIS EN EL CALABOZO (New York, 1959)

Los tornados me dan el viento que necesito
para tocar mi trompeta

Oh toque delicado que a vida eterna sabe

Y vi que por la ventana del calabozo
entraba un halo de luz y que en el aire
flotaba una Aparición fulgurante

(Son alucinaciones de la droga Dios mío)

Para ahuyentar al espectro tomé mi trompeta y toqué

Y mientras tocaba el rostro de la Aparición
tenía una expresión como de éxtasis y dijo:

«La música callada la soledad sonora»

Sentí que me crecían alas en la espalda
y empecé a levitar

Entonces apareció un graffiti en lo alto de la pared
que decía:

Qué bien sé yo la fuente que mana y corre
aunque es de noche

Y la sangre que manaba de mi cabeza
por los golpes que me dio el policía
iluminó la celda y dejó de correr

alrededor de la medianoche.

 

 

Como todos los afroamericanos de esa época, Miles Davis tuvo que enfrentar los embates del racismo, pero fue capaz de derrotarlos y refulgir como pocos, se convirtió en una de las figuras más influyentes de su generación y de muchas posteriores, hasta la actualidad sigue siendo referente e inspiración para los músicos noveles. Nació el 26 de mayo de 1926, hoy cumple 93 años y con esas anécdotas y ese poema lo recordamos en esta columna.



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