La imagen típica que todos dibujamos en nuestra mente al pensar en una serpiente venenosa dispuesta diseminar su veneno es la del animal con las mandíbulas bien abiertas, mientras muestra amenazadoramente sus colmillos. Sin embargo, eso solo es cosa de aficionadas, como la víbora. Otras, como las serpientes de estilete (Atractaspis), no necesitan ni siquiera abrir la boca para inyectar su veneno.

Concretamente, lo hacen gracias a unos colmillos largos que pueden sacar por las comisuras de la boca, antes de que sus víctimas puedan llegar a reaccionar. Hasta hace poco se conocían 21 especies de reptiles pertenecientes a este género, a las que se acaba de unir una nueva, descubierta recientemente por un equipo de científicos del Museo de Historia Natural de Berlín, quienes estuvieron bien cerca de experimentar en vivo y doloroso directo el modus operandi del ofidio. Afortunadamente, lo evitaron a tiempo y su trabajo se ha podido publicar en Zoosystematics and Evolution sin tener que lamentar daños. Eso sí, más abajo hay una foto muy representativa de la mordedura que puede herir algunas sensibilidades.

La aventura de descubrir una nueva especie

Estos investigadores se encontraban haciendo su ronda nocturna por los bosques de Liberia cuando observaron el serpenteante movimiento de un reptil entre las malezas. Con el fin de identificarlo de cerca, se apresuraron a sujetarlo como habían hecho tantas veces con otras serpientes: agarrando la cabeza por detrás. De este modo, se evita que el animal pueda volverse y muerda las manos que lo sostienen. Pero en este caso la maniobra fue inútil, pues el reptil sacó a relucir sus colmillos, para sorpresa de los científicos, que afortunadamente resultaron ilesos.

De haber sufrido la mordedura, habrían vivido para contarlo, pero habrían tenido que lidiar con un intenso dolor, hinchazón, ampollas y, si no se aplicaran el antídoto a tiempo, daños irreversibles en los tejidos. Incluso habrían podido perder los dedos. En definitiva, su mano podría haber quedado más o menos así.

Finalmente, estos científicos lograron demostrar que el animal, del que pudieron identificar otros dos ejemplares igualmente delgados, robustos y con la cabeza redondeada, pertenecía a una especie no descrita hasta entonces, a la que han llamado Atractaspis branchi o serpiente de estilete de Branch.

Aunque el hallazgo se produjo en el noroeste de Liberia, sus responsables creen que el animal puede ser endémico también de las selvas tropicales de Guinea. En todo caso, viven en hábitats muy castigados por la deforestación y el cambio climático, por lo que no sería extraño que se haya descubierto la especie ya en peligro de extinción. No sería el primer caso, pues existen otros muchos, como la tortuga asiática que hace poco entró nada más descubrirse a la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, clasificada como animal en peligro crítico. Su temible estilete no ha podido librarla de la mano del ser humano, la única especie capaz de llevar a la extinción a otra sin ni siquiera ser consciente de su existencia.

Con información de ALT040