El poder es para ejercerlo y darle certeza al pueblo.

¡Cómo es que el Fiscal Winckler no quiere dejar el cargo!

Palabras clave: Quaestor: funcionario público de la antigua Roma generalmente a cargo de las finanzas y la administración.

Sufete: Cargo electivo de la aristocracia romana que presidia los juicios importantes  atendiendo asuntos civiles y criminales.

Cartago enero de 196 a.C.

«Seis años después de la derrota de Zama, Aníbal( Aníbal Barca,general y estadista cartaginés, considerado como uno de los más grandes estrategas militares de la historia.247 a.C.  Cartago Túnez, 183 a.C.Bitinia Gebtze,Turquía)  consiguió su objetivo de ser elegido sufete de Cartago. La elección fue compleja porque el Senado cartaginés seguía profundamente dividido entre la facción que apoyaba a los Barca y sus planes de regenerar la ciudad, incluso saltándose los límites impuestos por Roma tras la guerra y, por otro lado, los Senadores, apoyados por el Consejo de los Ciento Cuatro Ancianos, que defendían que era mejor avanzar en la recuperación de forma más lenta y evitar despertar la animadversión de Roma. Fuera como fuera, aunque por poco, y sobre todo debido a la presión popular, Aníbal salió victorioso en el Senado púnico. Y es que el pueblo estaba cansado de pagar impuestos sobrecargados en los últimos años para costear las inmensas sumas de oro y plata que se debían entregar a los romanos en concepto de indemnización por los daños causados durante la guerra.

Aníbal  entró en su nuevo cargo como más temían sus enemigos políticos y, en especial, el Consejo de Ancianos: como un torrente que amenazaba con llevarse por delante todo lo realizado durante los últimos años de administraciones controladas por el Consejo que, mediante maniobras corruptas, habían estado manipulando las cuentas del Estado en favor de los grandes oligarcas de Cartago. Algunos miembros del Consejo, en sus debates secretos, se mostraron confiados en que la inexperiencia de Aníbal en tareas administrativas daría al traste con las pretensiones del general de detectar dónde se encontraban los fallos en el sistema que impedían, año tras año, pagar convenientemente las indemnizaciones de guerra estipuladas en los acuerdos de paz con Roma. Otros miembros del Consejo, más prudentes, más cautos, evitaron pronunciarse y abogaron por esperar a ver de qué forma conducía el líder de los Barca su gestión de gobierno. Para sorpresa de unos y otros, Aníbal sólo tardo unos días en convocar al quaestor general de Cartago.

El nuevo sufete aguardaba desde el amanecer la llegada del contable, responsable de las cuentas del Estado durante los últimos años, pero este, en un acto claramente hostil a los Barca, decidió no acudir a la entrevista solicitada por Aníbal y envió un mensaje al sufete cargado de desconfianza y desprecio. Un soldado nervioso entregó al sufete de Cartago la tablilla enviada por el quaestor. Aníbal la leyó despacio y luego la depositó junto a una mesa situada a su derecha. Sobre la mesa había una jarra de agua y un vaso. El sufete de Cartago se levantó despacio y él mismo se sirvió. Bebió con ganas. Era una mañana calurosa pese al invierno y en la estancia asignada al sufete para recibir a los diferentes representantes del Senado, del Consejo de los jueces o de cualquier otro funcionario público, no corría el aire. Junto a Aníbal se encontraba Maharbal, y, al fondo media docena de soldados armados, seleccionados por el propio Maharbal entre los veteranos supervivientes a las campañas de Iberia, Italia y Zama.

Aníbal dejó el vaso, vacío ya, sobre la mesa y se dirigió a Maharbal. El quaestor no va a venir. Maharbal se sentía obligado a decir algo.

¿Es eso lo que dice el mensaje?

Aníbal asintió y añadió una explicación adicional.

El quaestor se escuda en la ley que sólo le hace responsable ante el Consejo de Ancianos.. Dice que si quiero convocarle tendré que hacerlo solicitándolo al Consejo.

Suspiró.. Creo que de esta forma no vamos a conseguir mucho.

Y se sentó de nuevo junto a la mesa.

Pero eso se va a acabar empezando por hoy mismo. Coge unos hombres y encarcela al quaestor.

Maharbal tragó saliva. ¿Bajo que acusación?

Aníbal, sin dejar de mirarle, le interrumpió.. Acusado de malversación de las arcas del Estado…Pero no estaba satisfecho y meditó un instante antes de apostillar con decisión.. Acusado de traición».

Nos relata el doctor Santiago Posteguillo, filólogo y lingüista, profesor de la Universitat Jaume I de Castellón, en su obra, «La traición de Roma» (editorial Ediciones B).

La corrupción y la incapacidad esta enraizada en el ejercicio del poder público, Funcionarios, Senadores, Diputados, Alcaldes, Síndicos, Regidores, Tesoreros…..Fiscales.

En política la pérdida del sentido de la medida destruye el objetivo, genera imprecisiones y contrastes para mantener el equilibrio, que produce excesos colmados de consecuencias extraordinarias, escalofriantes o estremecedoras, en los actos de gobernar con caprichos, con desenlaces lamentables que debieron se evitadas. Es la soberbia la que produce estos desequilibrios que se aferran al engaño. Hechos que trascienden más allá de su órbita,  que los gobernados perciben como incapacidad. Seguir pretendiendo morosidad en el actuar, arroja a estos actores, a la sentencia de su rechazo popular, volviéndoles complicada la gobernanza, dejando de lado la oportunidad de la grandeza.

Sus deslices, paralizan sus facultades ante lo irreflexivo de sus acciones, provocándoles más deslices en un continnum que afecta el desarrollo creativo del poder.

Estos episodios en la historia del hombre, muestran rasgos primitivos significativos, dañando el orden del desarrollo social significativamente en el tiempo.

Hablar del tiempo en que el ser humano pasa por la existencia, es hablar de un espacio profundo de un individuo o conjunto de individuos, que no es la persona en sí, sino la continuidad de la evolución de miles de años, que se truncan por las decisiones ligeras de quienes se encuentra al frente de un gobierno. El daño es mayor, no por el hecho del presente, si no por el devenir de esa sociedad.

La constante del tiempo, que permite al hombre, ser, se ve interrumpida por las incapacidades gubernamentales. Los instrumentos que el Estado le otorgan la oportunidad de ejercer el poder con creatividad política,  buscando por los medios diversos, satisfacer las necesidades de Estado. Son la razón psicológica de los hechos, que tiene profundo lenguaje  en la construcción de los pensamientos de quienes llegan al poder, sin atender a las necesidades primarias de sus semejantes para lo que fueron electos, que no elegidos, maldiciendo incluso a los dioses que les eligieron.

Pero la cúspide esta reservada, para los grandes de consciencia y sentido de profundidad, que entienden la política, como un ideal de aspiraciones a fines supremos.

Pedir ello a los gobernantes, quizá sea demasiado.

Sintácticas

Un poder sin poder es no poder.

Ejercer una acción política es consecuencia de que hay que hacer política.

El bien social ya no espera, son demasiados años en el oscurantismo.

El poder lo otorgan los hados por un corto tiempo, después, si se prolonga, se sostiene de hilos argentinos que nublan los pensamientos de quien ya embriagado de sin razón intenta permanecer en él.

De una mujer empoderada:

¡Aquí mando yo!

Tatyana Ryzhkova.Guitarra. Johann Sebastian Bach, Sonata II BWV 1003, Fuga: