La última jornada electoral y las campañas dejaron ver un rostro de la sociedad muy diferente al de otros tiempos. En distintos espacios de comunicación hemos escuchado a protagonistas de la vida pública y a la ciudadanía afirmar que el país vive en una polaridad social que podría ser uno de los mayores obstáculos del nuevo gobierno federal y de los gobiernos locales. Bastaba con asomarse un par de horas a las redes sociales  y leer comentarios entre morenistas, pepistas, yunistas; pocas críticas eran constructivas y los discursos de ataque estaban a la orden del día, además de que el ejercicio del linchamiento mediático y digital es ya una vil costumbre de algunos medios de comunicación montados en internet y también es cotidiano entre gran parte de los usuarios de redes sociales.

A lo anterior debemos sumar el estilo discursivo de muchas candidatas y candidatos, de dirigentes partidistas y voceros, de gobernadores como Yunes, en el que se planteaba la idea de que «los que no están conmigo están en mi contra», poniendo a la ciudadanía en una confrontación ideológica que podría detonar en hechos negativos por el alto descontento social con el que vivimos diariamente; esa es la realidad en Veracruz y el país, además de la inseguridad, la falta de desarrollo económico y la incertidumbre acerca del rumbo que podría tomar el futuro inmediato.

El verdadero reto, la base sobre la que puede construirse un proyecto que de verdad genere esperanza y la convierta en resultados tangibles es la unificación del pueblo, hacer que todos jalemos parejo en favor del bien común, incluyendo a todas las ideologías, todos los sectores; sin esa cohesión social ninguna nación podría avanzar con paso firme, mucho menos una sociedad como la de nuestro estado que se encuentra en una situación tan particular, tan pobre en muchos sentidos y tan necesitada de líderes que, con el ejemplo, sean capaces de trabajar para el verdadero desarrollo y no para dar continuidad a proyectos políticos e intereses personales.

Veracruz es uno de los estados más diversos del país, tenemos una de las mayores riquezas lingüísticas de México, lo que implica tener una población enorme de culturas originarias con sus problemáticas específicas; tenemos la montaña y el mar, la selva de los Tuxtlas, los humedales, los bosques, el campo; nuestro litoral es el más grande del país y a lo largo de esa enorme franja costera estamos divididos entre huasteca, región totonaca, altas montañas, sotavento, papaloapan y zona olmeca, cada una con idiosincracia propia.

Si a todo ello le sumamos la situación que planteamos desde el inicio del texto, tomar el gobierno para muchos sería meterse en camisa de once varas, pero parece que el proyecto que viene se ha estado trabajando cuidadosamente y con una discreción absoluta desde hace muchos años, al menos en el ámbito estatal;  ejemplo de ello es la figura del próximo secretario de gobierno, Eric Cisneros, quien ha operado políticamente en Veracruz sin haber salido en una sola foto, usando de manera efectiva el bajo perfíl, reuniéndose con todos los sectores del diverso Veracruz que describimos para tener una radiografía puntual de dónde estará parado el próximo gobierno de Cuitláhuac García; haciendo contraste total con los políticos de selfie, esos que creen que hinchando sus redes sociales de seguidores tienen capital político, muchos fabricados desde el duartismo y el panyunismo, activos de partido convertidos en servidores públicos sin sensibilidad.

La tarea es compleja, dudo que en un sexenio pueda resolverse todo, pero urge unidad; los medios de comunicación están plagados de pleitos de vecindad entre políticos, los valores que la sociedad ha cuidado se han relegado y hoy parece que son más importantes las revanchitas que la agenda con la que el gobierno actual sale, al igual que el plan del gobierno entrante. Pero no olvidemos que como ciudadanía también debemos participar, así como salimos todos a votar el pasado primero de julio, sin dejar cabos sueltos, hay que convertirnos en una sociedad participativa en el amplio sentido, dejar de ser únicamente activistas de redes sociales y construir el estado que queremos desde casa, esperar que un gobierno resuelva asuntos que desde nuestros círculos cercanos podemos arreglar es una mentalidad mediocre, una forma de vida que quedó atrás; convirtamos la inconformidad en acción, no dejemos de señalar a los que han lastimado el estado y al país pero también reconozcamos los resultados de quienes hacen algo por el bien común, en nuestra diversidad está la mejor riqueza que cualquier sociedad del mundo quisiera y debemos empezar a valorarla desde aquí, sociedad y gobierno en conjunto, sumar es la idea y podemos empezar desde ahora.

Sin cegarnos de optimismo, con responsabilidad y empezando por mejorar la calidad de vida de quienes han sido víctimas de los malos.