Seguramente usted ha escuchado decir que el país –y también el estado- tendrán las elecciones más caras de la historia. Y digo seguramente porque cada proceso electoral es más caro que el anterior, más complejo, más burocrático y no necesariamente más eficiente. El detalle está en que el gran negocio de los procesos electorales pasó de las campañas políticas a la burocracia de los órganos y tribunales electorales.

En los debates sobre el calendario electoral se ha dicho que las elecciones son caras y que hacerlas concurrentes –es decir, todas en una misma jornada-, abatiría costos para los gobiernos que las organizan. Así, por ejemplo,  mientras que hace algunos años la jornada electoral en Veracruz se realizaba en el mes de septiembre, ahora se realiza en la misma fecha de las elecciones federales, es decir, el primer domingo de julio.

Esto no ha ahorrado dinero. Por el contrario, se ha convertido en una eterna espera para los candidatos ganadores que –como en el caso de los presidentes municipales-, tienen que esperar hasta seis meses para tomar posesión del cargo.

Y entonces, ¿si cada proceso electoral resulta ser el más caro de la historia, a dónde va a parar todo ese dinero que ya no gastan los partidos políticos y los candidatos? Por lo menos, cuando no había esta sobre regulación de las campañas, cada elección significaba millones y millones de pesos que entraba de manera directa a la economía doméstica.

Así había un gasto que dinamizaba los pequeños comercios. Las campañas representaban ganancias a pequeños comerciantes, gasolineras, vendedores ambulantes, taxistas, empresas de diseño, utilitarios, gorras, playeras y las mil cosas que pueda usted imaginar. A pocos les molestaba que se gastara porque la mayor parte del dinero tenía un destino productivo.

Hoy esos millones de pesos se quedan en una insultante burocracia electoral burguesa que no rinde cuentas a nadie. Si antes un candidato se gastaba millones de pesos en un cierre de campaña, hoy ese dinero queda en sueldos y salarios de los miles de empleados que se dedican a vigilar –paradójicamente- que no se gaste, es decir, que se observen los topes de gasto de campaña.

De tal forma que el dinero sólo ha cambiado de manos. Si antes era de los partidos políticos, ahora lo son de los órganos y tribunales electorales, mientras que las elecciones siguen siendo un proceso más lleno de dudas que de certezas, donde los ciudadanos sólo son el instrumento de unos y otros para justificar el gasto millonario que sale, como siempre, de las arcas públicas.

La democracia es cara y vale la pena pagarla, suelen decir desde sus cómodas oficinas quienes se asumen como árbitros de la contienda. Las elecciones en México cuestan cada vez más caras, en un escenario en el que los ciudadanos se muestran insatisfechos con la democracia. Aunque dicen que las comparaciones son odiosas, veamos los números.

El costo de las elecciones federales, es decir, tan solo para elegir al nuevo presidente, 500 diputados y 128 senadores será de 28 mil 033 millones de pesos (mdp). Este monto considera los recursos otorgados para el proceso al Instituto Nacional Electoral (INE), el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) y el financiamiento a los partidos políticos, pero no incluye –por ejemplo- lo que gastarán las entidades federativas que también celebrarán elecciones, en nueva de ellas, para elegir gobernador.

La cifra representa un incremento real de 22% frente a los 22 mil 928 mdp del 2012, de acuerdo con un reporte de la consultoría Integralia. Este monto equivale a 46 veces más el presupuesto asignado este año para el programa de salud materna, sexual y reproductiva, que es de 607.34 mdp, de acuerdo con el Presupuesto de Egresos de la Federación.

Y por supuesto que nadie sugiere que se deje de gastar en democracia y que lo hagamos mediante elecciones a mano alzada en un estadio de futbol (espero no dar ideas que alguno de los candidatos a la Presidencia piense que podrían funcionar). Lo que se pretende es que sean elecciones que representen un gasto razonable.

En Veracruz, por ejemplo, mientras la Comisión de Atención a la Víctimas dice que sólo cuenta con recursos para cubrir su gasto corriente –uno de los pendientes más lastimosos es precisamente reparar el daño de miles de víctimas de la violencia-, la elección de gobernador y 50 diputados locales del próximo primero de julio, tendrá un costo superior a los mil millones de pesos, considerando los presupuestos del OPLE –donde se incluyen la prerrogativas a los  partidos políticos-, y del Tribunal Electoral del Estado, además del costo de la propia jornada electoral. Y estamos hablando sólo del gasto permitido por la ley.

Somos un país de funcionarios ricos con electores pobres. Que siga la fiesta.

Las del estribo…

  1. Va mi resto. A poco menos de dos meses de la jornada electoral, el PRI decidió dar un golpe de timón. No sólo cambió a su dirigencia nacional –lo que infiere un nuevo rumbo en toda la estrategia electoral en el país-, sino que el propio candidato a la Presidencia se presta a hacer lo propio con su equipo de campaña. El 20 de mayo será el segundo debate, y es la fecha fatal para saber si estas decisiones fueron las correctas.
  2. Ayer se reunieron los coordinadores de la campaña de Pepe Meade en Veracruz, el senador Héctor Yunes Landa, y el coordinador de la campaña de Pepe Yunes. Acordaron que no habrá dos campañas si no una sola, a la que habrán de sumarse la de los candidatos a diputados federales y locales. Por fin, las campañas empiezan a subir de calor.