«Para mí —afirma Sonia Nieto Barcelata—, arte y sociedad son inseparables. Con gran esperanza, pienso que el arte nos salvará». En esta segunda parte de la conversación, la artista visual habla de su experiencia en la televisión, de sus inicios en la pintura y de las temáticas que nutren su trabajo plástico.

La pantalla chica

Me salí de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes y una amiga me invitó a trabajar en Televisa Chapultepec, ahí estuve trabajando para el área de ambientación y escenografía. En esa área aprendí muchísimo, me encantó; era mucha presión, todo el tiempo te hacían ver que si no hacías bien las cosas, en cualquier momento te podían dar de baja, con mayor razón, evidentemente, si llegaban a cancelar la grabación por tu culpa; tenías que estar a las «vivas» (risas), ya que había algunos ahí que se querían pasar de listos, porque en ocasiones no hacían bien su trabajo y con tal de que no los corrieran, te querían echar la culpa y había que defenderse como fuera posible (risas). Eso me dio mucha seguridad y enseñanza, los productores conocían el trabajo de cada quién y nos defendían ante los directivos, me llegó a suceder en varias ocasiones.
Diseñaba muebles, objetos decorativos, que generalmente se hacían ahí, solo se mandaban a hacer a otro lado cuando requerían de cierta complejidad o calidad. Diseñábamos los sets de grabación en coordinación y conexión con escenografía, ya fuera en estudio o en en locación. Me maravillaba la rapidez con la que se hacían las cosas, sobretodo al principio, cuando aún no estaba acostumbrada; por ejemplo, en una ocasión diseñé una mesa, pasó al constructivo por la tarde-noche y al otro día temprano ya me estaban llamando de carpintería para mostrarme los avances y para mi sorpresa, cuando llegué, la mesa ya estaba casi terminada, solo querían que la viera porque la pasarían a pintura, y eso que no era tan simple de elaborar (risas). Me sentí la más feliz al poder diseñar y ver realizado mi diseño en unas pocas horas. Fue cuando realmente percibí la emoción de la velocidad en la televisión. Sí, era muy estimulante, pero también altamente estresante, al menos para mí. Tenía que tratar con mucha gente, desde los directivos, productores, equipo de producción, todo el personal de los diferentes talleres: pintura, cortinas, montaje, carpintería, barniz, tapicería, efectos especiales; personal de limpieza de estudios, utileros, etcétera. Muchos de ellos eran verdaderamente amables y cooperativos. Me gustó mucho esa convivencia tan diversa. A todos les mandábamos órdenes de trabajo dependiendo de lo que nos solicitaran los productores, con los que cada semana nos reuníamos para preparar las grabaciones.
Era interesante pero muy demandante, hubo un tiempo, inclusive, en el que tenía mucha presión porque —parece una presunción pero es la verdad— tres programas importantes querían que trabajara con ellos en forma exclusiva y a veces no era posible. Estuve en un programa que se llamaba Tony Tijuana, con Pedro Armendáriz hijo, era de los primeros programas para televisión que se hacían con estilo y equipo para cine, me tocó esa interesante transición. La locación era una casa muy padre en el Pedregal de San Ángel, entre el escenógrafo y yo casi la rehicimos toda, me di vuelo diseñando y mandando a hacer en los talleres de Televisa, o por fuera, los muebles y todos los accesorios que se requerían y hacía las compras necesarias para que la ambientación quedara lo más idóneo para la serie. Intensamente me enfrasqué en ese proyecto y lo disfruté, pero creo que los guiones y la dirección no eran tan contundentes y los desenlaces no eran tan fuertes como para que la gente se enganchara con la serie y estuvo poco tiempo al aire. Lo lamenté.
Antes de éste y después junto con este programa estuve en Chiquilladas, como productor estaba Cesar González «el Pollo», le gustó muchísimo mi trabajo, porque llegué a innovar en cuanto a colores, formas, tamaños, todo mucho más adecuado al programa infantil.
Era tanto lo que le gustaba mi trabajo, que no quería a nadie más para las ambientaciones. También estuve en otro programa muy demandante que se llamó XEA Radio, con un amable productor de apellido Landa, de momento no recuerdo su nombre de pila. Este programa se grababa en el Estadio Azteca. Fue un programa muy divertido de hacer, pero complejo. A este productor también le gustó mucho mi trabajo y tampoco aceptaba a nadie más (risas); e
entonces había momentos verdaderamente complicados para mí porque no sabía cómo resolver esa situación y entraba en tensión nerviosa, muy lamentablemente.
No me enorgullece para nada haber trabajado en Televisa por el tipo y la calidad de los programas que se producían, pero como te dije, sí fue una muy buena experiencia en muchos sentidos.
A la par de todo este trabajo, y desde que estuve en la Secretaria de Comunicaciones y Transportes, junto con un amigo hacía trabajos de free lance: imágenes corporativas, imágenes de identidad de restaurantes, tiendas de diferentes tipos; diseño de colchas para una fábrica, diseño de lámparas para un taller que las elaboraba, etcétera.

Maternidad

Me casé cuando trabajaba en Televisa y quería tener un hijo lo más pronto posible —ahora digo ¿pero qué prisa tenía? (risas)—, pero ¿cómo iba a cuidar a mi bebé con la presión de mi trabajo?, ¿acaso alguna guardería o mi madre o mi suegra o quién fuera iba a recibirme al hijo en la madrugada? ya que había veces que teníamos que estar montando a las cinco de la mañana o debíamos quedarnos hasta muy tarde para terminar. Ahí no había horario ni fecha en el calendario. En el momento más propicio, justo cuando hubo liquidaciones, partí.
No sé en qué momento se desató esa parte tan maternal pero me llegó con fuerza y deseaba, como te dije, un crío; era tanto mi antojo que cuando fui a ver el departamento en el que viviríamos, lo primero que me preocupó fue que no cabría la bañera del bebé en el baño (risas) y bien angustiada se lo comenté papá de mis hijos. Efectivamente, no cupo la bañera, entonces opté por ponerla en la recámara del niño, pero un buen día se salió toda el agua de la dichosa bañera y se empapó la alfombra, y fue todo un lío lograr que secara. Evidentemente, jamás la volví a usar, mejor ponía al bebé en una sillita, me ponía una camiseta para que no se resbalara y lo bañaba cargándolo, los dos lo disfrutábamos mucho más.

Atado de estrellas y nubes de azúcar

Mi primer hijo, Eduardo Alam, nació en el 91. Fue un parto complicado porque se me desprendió la placenta, es largo de contar pero al poco tiempo todo se equilibró y era la mujer más feliz por esa emoción tan bella que me provocó su nacimiento. Me volqué en el amor de madre por tres años aproximadamente, cuando ya podía entretenerlo, por ejemplo, poniéndole películas como la de Pinocho —que fue, por cierto, la más solicitada de esa época—, se la podía poner diario y nunca se aburría —en ese entonces conocía aún menos cómo reacciona el cerebro de un niño a esa edad—, me le escapaba en ratos a pintar por esas ganas de expresar ya con la intención de crear algo que no tuviera nada que ver con encargos ni trabajos.
Algunos de mis maestros de la carrera de diseño de interiores y gráfico, cuando era estudiante me sugerían que pintara, y un muy querido amigo de mi papá —y después, también muy querido por mí—, Guillermo Wilkins, al que le había hecho algunos trabajos de diseño que le habían gustado mucho y veía en mi facultades para la pintura, también me sugirió que pintara; fue entonces cuando me animé y pensé que ya había llegado el momento de enfrentarme (risas).
Empecé haciendo lo más primario y básico, decía quiero lograr tal cosa, ¿cómo se representan las gotas?, ¿cómo se representa el vidrio? Ese fue el inicio pero siempre me gustó crear, hacer algo diferente, aportar algo, siempre he tenido ese gusanito.
Por el 89, estuve en un taller de tapiz de alto lizo en la Unidad Independencia y ahí me identifiqué con la abstracción, cuando empecé a pintar me hubiera ido más por la abstracción por la influencia de ese taller y del diseño que yo tenía, pero nuestro amigo Guillermo me dijo que hiciera cosas digeribles para que se vendieran y le hice caso (risas).
La primera pintura que hice con esa intención fue un pastel seco en el que, dentro de una especie de escaparate, pinté a una niña en la playa que llevaba un montón de estrellas, sujetas con hilos, que tomaba con una de sus manos a manera de globos flotantes, y estaba rodeada por caracoles, conchas, cangrejos gigantes. Ya se notaba que tras lo figurativo había cierta idea creativa. Me incliné un poco por el surrealismo, muy probablemente por los sueños de la niñez. Y, bueno, el tiempo y espacio no existen, es algo que ahora tengo muy introyectado pero en esa época lo hacía de forma intuitiva.
Siguiendo con esa idea de los escaparates, la siguiente pintura que hice fue un escaparate-vitral con un muchos dulces encimados, pero, como estaban más bien a la intemperie se mojaban y escurrían. Con esta pintura, aparte de la fantasía, fue un ejercicio de reto representativo: me estaba bañando, veía las gotas y quería poder imitarlas, aquí lo hice y también me divertí representando esos pirulís de mil de formas y de colores, desbaratándose, escurriéndose, y decía lo logré (risas). En otra está mi hijo, atrás hay una ventana por la que se ven unos ángeles que traen las nubes, pero al acercarse se vuelven algodones de azúcar; puro antojo y eso que no soy dulcera (risas).
Siempre quise que mi pintura expresara algo, no nada más representar fidedignamente la forma o figura. Y así continué pintando por un tiempo .
En 1996 nació mi segundo hijo, Braulio, pura alegría nos invadió a los tres miembros de la familia y demás seres amados. Como fue un niño muy bien portado y tranquilo, me animé más rápidamente a reiniciar mi trabajo. Por esos años me solicitó una empresa, llamada VISTA, que le hiciera algunas pinturas donde aparecieran los camiones dobles de transporte urbano a los que ellos le ponían diferentes publicidades como de Coca-Cola, hice una en la que puse el Edificio de Correos de la Ciudad de México con la Torre Latinoamericana al fondo y unos detalles fuera de época como carrozas y un globo antiguo en el que puse el nombre de la empresa.

El espejo

Después, y por verdadera necesidad emocional, me interesó más representar o fluir con las partes que me afectaban del mundo, lo que dolorosamente me dejaba huella en forma consciente e inconsciente, sobre todo porque por esos tiempos empecé a pasar momentos muy complejos con mi pareja y la tristeza era intensa porque me sentí defraudada y lastimada, y muy necesariamente, la gran mayoría de pintura que continué haciendo fue en base a eso, aunado al recrudecimiento de acontecimientos sociales que me lastiman profundamente.
Alguna vez me han preguntado si he hecho autorretratos o si pienso hacerlos, y contesto autorretratos, como tales, no y no creo los haga en algún momento, pero todo el tiempo está una en la obra, ahí está nuestro ser. Nuestra verdad está en cada trazo, en cada textura, en el color, en la intención, todo aflora si eres auténtica y te compenetras en tu expresión, que es única. Una está ahí inevitablemente, se reflejan el dolor, las carencias, las alegrías, los amores, los desamores. Me viene a la mente lo que decía Sergio Pitol, con el cual me siento tan identificada: «El novelista debería de entender que la única realidad que le corresponde es su novela y que su responsabilidad fundamental se finca en ella —y sigue—, todo lo vivido, los conflictos personales, las preocupaciones sociales, los buenos y los malos amores, las lecturas y, desde luego los sueños, habrán de confluir en ella, puesto que la novela es una esponja que desearía saberlo todo»
Y digo tal cual, así se vierte el mundo del ser en la obra pictórica.

El viaje hacia la luz

Actualmente, mi propuesta pictórica continúa adentrada en expresar, muy necesariamente, esa constante de liberaciones de lo que me lastima, lo que me duele, tanto en lo colectivo como en lo individual. Tratando de develar las falsas creencias —políticas, religiosas, sociales y hasta científicas— impuestas a lo largo de la historia.
No soy la excepción de lo que viven las mujeres, de todas las edades, por parte del machismo, del patriarcado que sigue permeando, que sigue lastimado, inclusive a los mismos hombres. No estoy a favor del feminismo al extremo, simplemente siento que tendríamos que hacer un equilibrio social, humano, entre hombres y mujeres para tener equidad, una sociedad más justa. Con el orden actual de los acontecimientos y mentalidades, difícilmente habrá un cambio de raíz, lo que me alienta es que se está desarrollando paulatinamente un cambio sustancial de la consciencia terrestre y se acelerará en los próximos años para el bien de la humanidad, de la tierra y del universo en su conjunto. Eso nos llevara a entender más claramente que todos somos uno en conexión con el todo y que todo lo que hagamos y pensemos repercutirá en la totalidad. Estoy segura que si tuviéramos consciencia de ello, nuestro libre proceder, hoy por hoy, sería otro.
Partiremos desde el conocimiento de nuestro ser interior para reconocernos como seres de luz portadores de innumerables facultades que siempre hemos estado en conexión con muchísimos seres o entidades más que se encuentran en otras planos dentro una gran red multidimencional en la que todos estamos inmensos. Las falsas creencias colapsarán automáticamente, dando salida a la verdad , a la iluminación. Entonces la felicidad abundará por doquier, la energía amorosa; no necesitaremos de las religiones, por ende veremos a la sexualidad y a nuestro cuerpo con naturalidad, como la divinidad de la creación.
La ciencia no ocultará más nada. No necesitaremos de políticos ni de líderes corruptos y tendenciosos. El amor prevalecerá por sobre todas las cosas y será revalorado y reconocido como la energía más poderosa que existe.
Me gustaría poder acceder a esos otros planos, a esas otras realidades.

 

(CONTINÚA)

 

PRIMERA PARTE: Experimentaciones y seducciones
TERCERA PARTE: Libertad y seducción
CUARTA PARTE: Galería

 

 

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