La artista que lleva dentro Jatziri Gallegos, se manifestó por primera vez cuando tenía seis o siete años y le indicó que se dedicara a la actuación. Un poco más tarde, el teatro la llevó a la música, la música la llevó al jazz, el jazz la llevó a Nueva York y el destino la trajo a Xalapa, con el pretexto de integrarse a la plantilla de docentes del Centro de Estudios de Jazz de la Universidad Veracruzana, JazzUV (acaso, aún ignora que quien cae en las redes de esta ciudad, muy difícilmente la abandona).
Así me lo contó.

To be or not to be…

Yo llegué a la música por coincidencia, mi familia es muy artística, mis padres no se dedican a la música, pero mi papá es muy musical, muy melómano, y mi mamá también es musical hasta cierto punto. La parte de la familia de mi papá es más musical, tengo tíos que se dedican a la música, ahora están todos en la ciudad de Aguascalientes.
Yo nací en la Ciudad de México, pero crecí en Acapulco, Guerrero, me fui muy chiquita con mi familia. Desde pequeñas, mis hermanas y yo siempre hacíamos muchas cosas artísticas: bailes, cantos, obras de teatro, cuentos, componíamos canciones; siempre fuimos muy de la onda artística pero yo, después de que participé en mi primera obra de teatro, quise dedicarme a ser actriz, entonces le decía a mi papá, a los seis o siete años, quiero ser actriz, quiero ser actriz, hasta que por fin, por ahí de los ocho o nueve años, mi papá me consiguió una audición en una compañía de teatro de Acapulco y ahí empecé a actuar, a hacer mis primeros pininos artísticos y soñaba con irme a la compañía Shakesperiana de Londres.
Cuando regresamos a la Ciudad de México, me metí a estudiar en el Centro de Educación Artística de Bellas Artes, es una preparatoria artística, entré a la especialidad en teatro porque yo quería ser actriz y tomaba clases de danza, tomé mucho tiempo clases de tap, clases de bailes africanos, algo de ballet y todo ese complemento. También tomé algunas clases de música, pero yo estaba enfocada completamente en el teatro y estando ahí, una amiga me contó de una escuela, de música ahí, en la Ciudad de México, una escuela privada, y yo dije bueno, ¿por qué no complementar el teatro con música?, siempre es necesario ser multidisciplinario en el arte.

The murmur of a morning breeze

I hear music
mighty fine music
the murmur of a morning breeze up there
the rattle of the milkman on the stair
(Burton Lane, Frank Loesser)

Me metí a esa escuela y me cambió totalmente la visión porque, a la par, estaba empezando a decepcionarme mucho de la escena teatral, de la escuela, de la comunidad y del teatro en general. Empecé a enamorarme de la música, estudiaba un poquito de iniciación musical, tomaba clases de armonía, solfeo, etcétera y creo que tuve mucha suerte porque la comunidad que me encontré al iniciar la música -que fue ya grande, como a los 16 o 17 años- estaba conectada de una manera muy especial con el jazz. Ahí surgieron mis primeros maestros y mentores, que me enseñaron tanto a desarrollar mi instrumento vocal como mi gusto musical y me empezaron a inculcar mucho la apreciación y el estudio del jazz. Era bastante difícil, muy ajeno a mi vocabulario, el hecho de pensar en una improvisación, pensar en hacer un solo, en expresarme libremente y no nada más lo que me aprendía y podía repetir mil veces sino en algo nuevo e instantáneo, era un súper reto, pero siempre he sido una mujer de retos, entonces decía sí lo voy a hacer.

I want to be a part of it

New York, New York
Start spreading the news
You’re leaving today (tell him friend)
I want to be a part of it,
New York, New York
Your vagabond shoes,
they are longing to stray
And steps around the heart of it,
New York, New York
(John Kander, Fred Ebb)

Me enamoré del jazz, me enamoré de la música y cuando terminé la preparatoria, como a los 17 o 18 años, uno de mis maestros me dijo en vez de ir a San Antonio o a otro lugar, ve a Nueva York, ahí está la escena del jazz. Me compré un boleto redondo que me costó como 150 dólares, me fui 10 días a Nueva York y me enamoré de la ciudad. En ese viaje me parece que vi a Benny Golson y el segundo concierto que vi fue el de la orquesta de Wynton Marsalis, la Lincoln Center Jazz Orchestra, en el House of Swing de Lincoln Center, y me acuerdo que estaba en el tercer piso y volteé a ver a la orquesta y dije yo quiero estar en esta ciudad, yo quiero vivir aquí, yo quiero aprender aquí.
Regresé a México y le dije a mi mamá yo me quiero ir a Nueva York, yo quiero ser jazzista, quiero ser músico y quiero estudiar allá. Me enfoqué en eso, fue un proceso como de un año para aventarme todas las audiciones, mandar discos, pedir informes de todo; fue un proceso de ensueño, porque uno lo visualiza como una ilusión, una cosa muy mágica, ya cuando lo aterriza, se da cuenta de que es bastante complicado, pero al principio uno lo ve el sueño americano, el sueño neoyorquino, y sí lo es, pero obviamente lleva otras cosas terrenales.
Apliqué a varias escuelas: Berklee, New School, Manhattan School of Music, varias escuelas muy reconocidas, pero eran muy caras y las becas que daban no eran suficientes, cuando hacía la conversión, era mucho dinero el que se tenía que gastar para irme a ese tipo de escuelas. Pero por coincidencia, en el primer viaje que hice, un amigo español me dijo deberías de checar un sistema que se llama City University of New York, tiene una escuela que se llama City College of New York que tiene un departamento de jazz a nivel de licenciatura (ahora ya hay maestría).
Mi papá me decía si vendo toda mi vida, apenas te pago un semestre, y yo decía bueno, está bien (risas), pero conscientemente no podía hacer eso. Cuando descubrí esa escuela, me di cuenta de que los costos eran más conscientes, un poco más comparables a lo que se puede pagar aquí en una escuela privada.

Start spreading the news

Descubrí esa escuela como por septiembre u octubre de 2008 -ya va para 10 años- y dije voy a aplicar, voy a mandar mi disco con la audición, voy a hacer todo el trámite. No le dije nada a mis papás y me acuerdo que el día de navidad me mandaron un mail que decía: te aceptamos, empiezas clases en febrero, tienes que hacer todos estos trámites. Era 25 de diciembre y yo tenía que estar en Nueva York para mediados de enero para ir al curso de inducción, entregar papeles, buscar departamento, y yo decía Dios mío. Hablé con mi mamá, le dije me aceptaron y tengo que hacer todo esto y no sé qué hacer, y como siempre, mis padres apoyaron absolutamente mi decisión, me dijeron vamos, inténtalo.
Fue un proceso bastante estresante, pero me ayudó mucha gente, había gente que me ayudaba con el inglés, con el TOEFL, con mil cosas, y yo ya tenía meses de preparación porque sentía que algo iba a pasar ese año. Todo se dio y el 9 de enero de 2009 me fui a Nueva York, cuando llegué estaba nevando, fui al primer curso de inducción e hice los exámenes correspondientes, porque para entrar a la licenciatura no solamente te tienen que aceptar en el programa de jazz, sino también en universidad, entonces tenía que hacer exámenes de matemáticas, de redacción, de todo.
Los hice, todo salió bien, me aceptaron y empecé mi carrera ahí. Realmente, yo llegué con conocimientos de música muy básicos, con poco conocimiento de apreciación al jazz, mi voz estaba muy inmadura; fui a aprender casi, casi desde cero. Ahí hice la licenciatura como ejecutante de jazz vocal y creo que ahí fue donde inició mi carrera profesional, hace ya casi 10 años.
En Nueva York pasaron cosas que ahora recuerdo y digo híjole, realmente he vivido estos 10 años muy intensamente (risas). Me fui sola, no tenía familia ni un amigo ni nada, todo se fue construyendo en el momento, pero con un gran apoyo y una ilusión increíble, unas ansias por comerme la música y el mundo. Y también con la presión de que tenía que conseguir becas y ayudar de alguna forma a costear todo, porque era muy caro, pero tuve mucha suerte, mi coordinadora Suzanne Pittson me apoyó mucho. En ese tiempo teníamos a [John] Patitucci coordinando el programa de jazz, había maestros buenísimos, además de John Patitucci y Suzanne Pittson, nos daban clases Dan Carillo, Yaala Ballin, Steve Wilson, todos ellos siempre estaban muy conscientes de que los internacionales estábamos solos, luchando por sobrevivir, entonces no fue tan difícil adaptarme a una vida sin familia o sin amigos, además, creo que una de las cosas que me mantuvo en Nueva York tanto tiempo fue la música, el poder escuchar los mejores conciertos de mi vida entera con los mejores músicos -hoy, muchos de ellos ya murieron- y de manera tan accesible.
Desde que llegué, me metí de voluntaria a Jazz at Lincoln Center, entonces, me pude meter a la organización y conocer a mucha gente de todos los departamentos y, obviamente, tuve la facilidad de ir a todos los conciertos. Después, estuve trabajando en Jazz at Lincoln Center casi a lo largo de los 10 años que estuve en Nueva York.
En la universidad aprendí las bases del jazz y empecé a digerir, realmente, cosas musicales y del género. En Nueva York está la escena de jazz más fuerte del mundo y siento que es la más honesta porque es real, está muy bien fundamentada en música, entonces, uno aprende sin egocentrismos, aprende con la realidad de lo que es la calidad musical, sí, con la aspiración de algún día ser reconocido o hacer algo importante, pero esa no es la primera meta, la meta es quiero aprender y quiero saber cómo le hacen ellos para conversar de esta manera en este género. La inspiración era continua, eso fue algo que me cambió y, obviamente, me hizo poner los pies en la tierra de la realidad artística y saber que la música no es de competencia, la música es de conversación y de expresión. Las habilidades se aprenden y se desarrollan con práctica y disciplina, y yo pude hacerlo teniendo, además, referencias de muy alta calidad, eso fue muy bueno.

Un poco más…

Después de 4 años y medio de estar en la universidad, me gradué con un bachelor en Fine Arts, Jazz Vocal Performance. Cuando terminé, estuve un año -que es lo que te permite la visa de estudiante- trabajando, cantando, incluyéndome en la escena, tratando de desarrollar mis proyectos, trabajando de lo que se pudiera, como maestra de música, etcétera y cuando ya se iba a terminar ese año, me dieron dos becas para estudiar la maestría, eran becas muy buenas porque prácticamente pagaban el 80 por ciento de la maestría, también fue en el sistema de City University New York, pero esta vez en la escuela Queens College, que es otro campus de CUNY, ahí tienen el Master in Music Jazz Studies, es una maestría que han ido a estudiar varios músicos mexicanos, de hecho ahora están algunos.
Con una beca tan alta no tenía otra opción más que quedarme, la verdad es que ya estaba un poquito cansada de estar en una ciudad tan ajena. Los inviernos eran muy duros, extrañaba a mi familia, sabía que todos estaban creciendo y yo me estaba perdiendo de muchas cosas, y el constante ajetreo de vivir en Nueva York, que es muy pesado, ya me tenían cansada, pero dije bueno, tengo una beca y creo que tener una maestría no está de más, además, sentía que todavía tenía -y todavía tengo- muchísimo que aprender en el género.
Me metí a la maestría en el 2014 y estuve ahí dos años y medio y la verdad es que también fue otro cambio de vida porque, no sé si fue la edad o la madurez musical, pero yo veía la música muy diferente a como la vi en la licenciatura, entonces, todo el aprendizaje fue más consciente, más profundo, además conocí a otras personas que me orientaron a darme cuenta de cosas que yo no sabía del género. Mis maestros ahí fueron Michael Mossman, David Berkman, JD Walter, Charennee Wade y Ricky Riccardi.
Todo eso aunado a mi rutina de ir a ver a los mejores artistas. El otro día estaba viendo una cajita que tengo en la que guardo muchos tickets de los conciertos a los que fui -no están todos porque muchos los perdí y en otros no tenía boleto- y me puse a pensar en todos los músicos que vi y dije claro, vivo con una constante emoción de todo lo que he visto, porque verlo en vivo no es lo mismo que verlo en internet, aunque también es muy bueno, hoy en día, con la tecnología ves casi todo, pero a verlo en vivo es parte de tu historia, por ejemplo, recuerdo que cuando fui a ver a Sonny Rollins, se subió Ornette Coleman, ahora lo pienso y digo ¡no inventes, yo vi a Ornette Coleman, qué fortuna!. Tuve la oportunidad de ver a mucha gente que ya ha muerto porque yo estaba tratando de aprovechar mi estancia en esa ciudad tan difícil y satisfacer mis necesidades con eso. También vi a Frank Wess, a Dianne Reeves y a muchísimas personas, además gratis o con muy poquito dinero, porque ahí hay mucho apoyo para los estudiantes y también porque trabajando en Jazz at Lincoln Center, también te dan muchas comodidades para ir. Vi cientos de cosas que me inspiraban.

 

(CONTINÚA)

 

SEGUNDA PARTE: Tantos cambios, tanta gente, tantas lunas…
TERCERA PARTE: Me sobran raíces
CUARTA PARTE: Encore: Jatziri según Jatziri


 

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