El liderazgo es condición obligada para hacer buenos gobiernos, todo Presidente Municipal que aspire a gobernar bien y a obtener buenos resultados debe ejercer un buen liderazgo, pues el desarrollo de un municipio depende en gran medida del liderazgo de la autoridad.

No obstante en México tendemos a confundir liderazgo con autoridad, aunque estos conceptos pueden estar relacionados entre sí, no es lo mismo liderar que mandar, quien manda no necesariamente es líder, ni se es líder porque se ocupe una posición elevada; gobernar no es liderar, a quien gobierna la autoridad le ha sido conferida o asignada, pero el liderazgo no se adquiere por elección o decreto, el liderazgo se trae o se construye con el tiempo y lo ideal es que las personas que gobiernan tengan también liderazgo.

Está demostrado que la mayoría de personas que se dedican a la política no se les da bien el liderazgo o bien no lo comprenden ni lo saben gestionar. Daniel Goleman nos habla de la inteligencia emocional relacionada con el liderazgo y dice que éstos son más efectivos cuando se dominan ciertos estilos de liderar de acuerdo a las situaciones que se van presentando, son pocos quienes dominan el arte del liderazgo situacional y por lo tanto son muy pocos los gobernantes que tienen éxito en su gobierno.

Estamos viviendo en nuestro país una etapa en que la ciudadanía tiene mayor cultura política y por tanto un agudo sentido crítico que le permite dilucidar mejor quien es buen gobernante y quien no, además ahora lo manifiesta sin cortapisas, las personas califican y descalifican a sus autoridades y cada vez los ciudadanos van evaluando a sus gobernantes y los premian o castigan en las urnas.

Una pregunta que siempre hago a los alcaldes es ¿Cómo quieres ser recordado por tus paisanos? Y más aún ¿Qué prestigio quieres dejar a tus hijos y a tu familia después de gobernar? Hoy pareciera que a la clase política en el gobierno poco les interesa el cómo serán recordados, pero los resultados electorales, así como las manifestaciones públicas de desaprobación de la ciudadanía a sus autoridades exige de los alcaldes y alcaldesas una revisión del liderazgo que ejercen, de su desempeño y de su relación con las personas. Los alcaldes se han sumergido en un marketing exacerbado que crea una imagen ficticia de su figura y de su gobierno que al final nadie cree en ella, solo el gobernante que encerrado en una burbuja pierde totalmente la visión de la realidad y se desconecta totalmente de la gente, de sus aspiraciones y no logra ver la verdadera opinión que tiene la ciudadanía de ellos y su gobierno.

Hemos visto que el “popularómetro” no beneficia mucho a quienes gobiernan, rechiflas y abucheos en eventos, en lugares en donde se presentan ante el público de gente cansada de que los servicios públicos en el municipio dejan mucho que desear y aprovechan esa oportunidad para demostrar su desaprobación al gobierno. La autoridad que pasa por una rechifla no debe caer en la soberbia de pensar que no pasa nada, que solo se trata de un grupo de personas sin educación y revoltosas que  pretenden denostar y todo lo atacan, no, no se debe pensar así porque es muy cierta aquella máxima: “Vox populi, vox Dei”, y si el pueblo se manifiesta en los auditorios, en los estadios y recurrentemente en las redes sociales la solución no es desoír, no es atacar, ni descalificar a las voces críticas, por el contrario el gobernante abucheado debe, con toda humildad, hacer una profunda reflexión, debe hacerse algunas preguntas fundamentales como ¿Qué desaprueba el pueblo, a mí, a mi gestión, a los dos? ¿Qué he dejado de hacer que la ciudadanía manifiesta su descontento en público y en masa?

Además debe reflexionar sobre tres aspectos importantes que son: analizar la conveniencia de corregir el rumbo de la gestión que viene realizando, analizar un cambio en su relación con la ciudadanía y analizar un cambio de equipo de trabajo, en suma, la desaprobación pública reiterada es un aviso a la autoridad de que debe hacer un cambio transformacional en su forma de gobernar y de ejercer su liderazgo, de otra manera los ciudadanos se lo cobrarán después en las urnas, en Xalapa ya hay ejemplos muy claros de lo que ocurre cuando los alcaldes no escuchan, no gobiernan bien o se corrompen, ahí están los ejemplos en que un exalcalde y una exalcaldesa, que habiendo ganado la elección municipal con muchos votos y gran popularidad después son derrotados estrepitosamente ¿Qué significa esto, qué nos está advirtiendo la ciudadanía y qué aprendemos de ello?

Lo cierto es que la sociedad exige gobernantes cercanos, que sepan escuchar, que incluyan y que hagan cambios reales, gobernantes con liderazgos positivos dignos de ser seguidos.

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