¿Qué es el cine, diversión, entretenimiento, arte?, le pregunté a Juan José González Mejía, era improbable la respuesta: ¿qué es el cine?, ¿y tú me lo preguntas?, en cambio me dijo:

«El cine es todo eso que acabas de decir, es diversión, entretenimiento, arte, pero creo yo que es una forma que tenemos para ver al mundo, para percibir al mundo a través de las emociones y de nuestras experiencias sensoriales, porque al fin y al cabo el cine es arte, sin embargo, yo creo que el cine es un gran refugio de solitarios, no hay persona que no haya ido alguna vez en su vida a una sala de cine y se haya sentido envuelto en una soledad acompañada, es decir, solo él y su alma en una butaca recibiendo a la película en todos sus sentidos y acompañado de los espectadores, pero al fin y al cabo es una experiencia, creo yo, individual porque el consumo de cada película te va dando elementos de emociones o de, como te decía al principio, percepción del mundo».

Durante el lapso de una comida, entre bocado de chilaquiles y sorbo de agua de jamaica, Juan José y yo platicamos sobre su formación como crítico de cine, sobre el cine mexicano, sobre el impacto de la tecnología actual en el cine y sobre varias cosas más en torno al séptimo arte.

«La afición o el amor por el arte te debe de entrar desde pequeño, a mí me entró a partir de los diez u once años, cuando un tío —hermano de mi mamá— que era jubilado de Pemex me daba dinero para que fuera a la matiné al Cine Tampico —yo soy de ahí— que era de más de quinientas butacas y dos pisos. Cuando regresaba a casa me decía oye, ¿quién la dirigió? —yo no sabía ni de qué me hablaba—, si me dices quién la dirigió en la siguiente vez, te doy para que compres palomitas. Las siguientes veces que iba, ya me fijaba y si le daba a mi tío más amplio el repertorio de créditos —quién la dirigió, los actores, la fotografía, la edición—, me resarcía espléndidamente con dinero para comprar dulcería, refrescos, etcétera. Eso se me fue haciendo una especie de juego, yo siempre he tenido muy buena memoria y siempre he sido muy bueno para las matemáticas, de hecho, estudié ingeniería mecánica y actualmente soy maestro de matemáticas, física y química aparte de ser maestro de cine, entonces se me quedaban bien las fechas, los nombres de directores, actores, fotógrafos, todos los créditos.

«Posteriormente me entró también la afición por la literatura, ese mismo tío me inculcó el hábito de la lectura con morbo, ponía un libro arriba del refrigerador y me decía mira, Juanito, no vayas a leer este libro, no es para ti. Era Alicia en el país de las maravillas, ¿qué era lo que hacía?, cuando mi tío no estaba, lo agarraba y lo leía; así me puso varios libros.

«Empezó como una especie de juego y se me empezó a hacer un hábito, yo diría un buen hábito. Empecé a leer, me acerqué a más libros, mi tío me daba para comprar libros porque él fue un gran lector. Con los años murió mi tío. En El Sol de Tampico había un reseñista de cine, se casó y se fue, entonces un amigo que estaba ahí de corrector de estilo me dijo:
—Oye, Mejía —a mí siempre me han dicho Mejía—, si sabes tanto de cine, ¿por qué no escribes?
—Pero yo no escribo de cine
—Sí, escríbete una cuartilla o dos sobre la película que quieras.

«Empecé con una columna en mayo de 1994, todavía la recuerdo: Los imperdonables, de Clint Eastwood, y hasta el día de hoy, veinticinco años después, me siguen pagando como crítico de cine en El Sol de Tampico, que pertenece a la cadena OEM. Lo que empezó como algo informal, diletante o amateur, se fue convirtiendo en algo profesional, posteriormente me invitaban a ser jurado en festivales de cine, también he escrito algunos guiones para cortometrajes. Cuando llegué a Xalapa, que a nivel nacional tiene fama de ser una ciudad cultural, dije ¿qué voy a hacer aquí sí aquí hay críticos y directores de cine?.

«Empecé a publicar dos columnas en el Diario de Xalapa, una de cine, Cine diario, y una de literatura, Grano de Arena. A partir de ahí, me empezaron a invitar a dar pláticas en la Universidad Veracruzana y otros institutos de cultura, a participar en programas de radio para que opinara cuando venían los Oscares, Cannes, y se fue una haciendo una bola de nieve en la que me fui involucrando. Paralelamente, fui haciendo mi vida con mi familia.

«En 2009 o 2010, fui invitado por la Universidad Veracruzana a dar diplomados de apreciación de cine, formales, con créditos curriculares y académicos. He sido asesor de chicos en guiones en algunos festivales, he sido jurado para entrega de becas y he dado muchas pláticas, no hay ningún recinto cultural de Xalapa en el que no haya dado una plática: el Ágora, El jardín de las esculturas, incluso la Sala de Cabildos, etcétera.

«Actualmente doy clases en la Universidad Veracruzana en el posgrado de Especialización en Estudios Cinematográficos que se da en la Facultad de Artes Plásticas, también doy clases en la Escuela Veracruzana de Cine Luis Buñuel; tengo un programa de cine por Internet que se llama Sala 14, es los miércoles a las ocho de la noche; los viernes, en la cafetería La Naval, que está en Zaragoza y Sebastián Camacho, a las nueve de la noche tenemos un cine club que se llama Cine Sótano; actualmente estoy dando un curso de apreciación cinematográfica en el Ágora; entonces, mi actividad en el cine es muy intensa.

«Te decía que mi formación fue amateur y luego diletante, pero te debo decir que ningún crítico de cine mexicano estudió —ni Ayala Blanco, ni Leonardo García Tsao, ni Emilio García Riera, ni Nelson Carro— porque no hay escuelas en México para estudiar crítica de cine. Como te comentaba, me han invitado a colaborar entidades como la Universidad Veracruzana sin tener el perfil, por decirlo así, más que nada por mi actividad profesional dentro de la crítica de cine, llevo haciéndola, me da hasta miedo decirlo, veinticinco años ininterrumpidamente».

(CONTINÚA)

 

SEGUNDA PARTE. El cine, la memoria humana de la eternidad
TERCERA PARTE: Ver cine

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