«Se dice popularmente que no hay nada más difícil que explicar lo fácil -afirma Alberto Dallal en su libro Los elementos de la danza- En el caso de la danza, el dicho resulta más que cierto. ¿Por qué? Porque la danza, considerada una de las actividades artísticas más antiguas del mundo, es también una de las más complejas, una de las que presenta mayores dificultades para que el teórico, el crítico, el especialista y hasta el mismo bailarín y el coreógrafo ofrezcan explicaciones e indicaciones fáciles y comprensibles»

Efectivamente, además de indefinible, acaso el de danzar sea un oficio aún más antiguo que aquel, tan estigmatizado por la intolerancia y la hipocresía, al que se da tal nombramiento. En el mismo texto, Dallal -que es uno de los críticos, investigadores e historiadores de la danza más importantes de nuestro país- trata de desenmarañar el misterio:

«¿Fueron los primeros ejercicios dancísticos, con su carga de subjetividad y elementos mágicos y mitológicos, producto de las iniciativas de semidioses, sacerdotes, dirigentes, seres carismáticos que se limitaban a realizar los impulsos que sus cuerpos biológicos les transmitían e indicaban? ¿Fue un invento serio y racional que permitió el manejo simbólico de las partes del cuerpo y sus movimientos? ¿Fue la primera producción dancística la prolongación de un acto de amor sexual que expresaba por primera vez en estos términos la enorme carga subjetiva (emociones y sentimientos) recién surgida en primates, en homínidos? Tal vez el primer acto dancístico fue un invento semejante a las instrucciones que gobernantes y pueblo le dieron al sacerdote Ome Tochtzin, ‹al que habían encomendado en Tenochtitlan las muy importantes funciones de maestro de canto y dirigente de la ceremonia del teocali o pulque sagrado…›, tal como lo infiere Alfredo López Austin en su libro Hombre-Dios, una de las más bellas exaltaciones y de los más completos rastreos eruditos en la cultura vital prehispánica (en torno al mito de Quetzalcóatl, joven dios con destino de bailarín). O tal vez fue la comunidad, cualquier comunidad del mundo, en cualquier época, la que hizo aparecer espontáneamente, mediante movimientos del cuerpo, nuevos o ancestrales, las significaciones de las que impregna ese espacio concreto que, al ser danzado, deja de ser vacío y se convierte en ámbito, posesión y expresión cultural de sus participantes. La pose misma de Xochipilli, príncipe de las flores, dios mexica de la danza y del juego, indica un hurgamiento del cielo con la mirada y con los miembros del cuerpo en pleno reto o en súplica o conminación para el reconocimiento del orden espacial que implica su humanidad».

Más allá del origen, la danza es un ritual que -junto con la música, su hermana gemela- desde siempre ha causado un gran impacto en la humanidad, el propio Dallal afirma: «La gente suda limpiamente y se desvive por danzar; de sus cuerpos emana inesperada sabiduría».

Por esa fuerza universal, el Comité de Danza del Instituto Internacional del Teatro de la UNESCO (ITI/UNESCO) en 1982 estableció el 29 de abril como el Día Internacional de la Danza. La fecha corresponde al natalicio del bailarín y profesor parisino Jean-Georges Noverre (29 de abril de 1727), considerado como el creador del ballet moderno.

La coreógrafa, bailarina y maestra cubana Marianela Boán, fue la la comisionada de este año para dar el Mensaje de las Américas del Día Internacional de la Danza. El texto es breve pero contundente:

«Tu cuerpo empieza antes que tú mismo y es el lugar de todos los rituales que te pertenecen.

«Cuando escuchas tu cuerpo a través de la danza, escuchas también los cuerpos y los bailes de seducción y celebración de tus antepasados y tu especie.

«En tu cuerpo llevas las danzas que te salvarán.

«Quien baila toca al otro más allá de la piel; toca su peso y su olor, derrota las pantallas táctiles y borra las fronteras entre los cuerpos y las naciones.

«He vivido en ambos lados de la historia.

«He visto la pobreza y la riqueza, paisajes y cuerpos alimentados y abusados por el poder. Mi obra excava buscando los cuerpos reales entre los oficialmente permitidos.

«Ser coreógrafa en Cuba y República Dominicana, las islas mágicas donde habito, rodeada del mar Caribe y de gente que baila antes de nacer, es un privilegio innombrable.

«Danzar es el gran antídoto para la locura de la humanidad.

«A cada desplazado, refugiado y exiliado del mundo, le digo: tienes un país que va contigo y que nada ni nadie podrá arrebatarte; el país de tu cuerpo».

Esperamos el que el domingo 29 todos los que danzan, ya por profesión, ya por vocación, ya por pasión o simplemente por diversión, oficien en el país de su cuerpo el ritual que da sentido a su existencia. Así sea.


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