El buen tiempo está a la vuelta de la esquina y con él llegarán los días de Sol y piscina, los paseos por el campo, las terracitas de bar, los chiringuitos en la playa y los mosquitos. También los molestos mosquitos. Los repelentes comenzarán a ser un básico en nuestros botiquines, pero incluso con ellos es muy posible que tengamos algunos picores que lamentar.

Afortunadamente, la mayoría de estas picaduras no suponen más que unas pocas molestias, salvo en caso de alergia. Sin embargo, en algunos países son muy frecuentes ciertas enfermedades causadas por patógenos transportados por este insecto, aparentemente inofensivo. Por eso es tan importante mejorar la fórmula de los repelentes, ya que los que se han desarrollado hasta el momento funcionan, pero no tan bien como deberían.

Conseguir este objetivo forma parte del trabajo del equipo de Matthew DeGennaro, un investigador de la Universidad de Florida que ha logrado localizar uno de los genes que ayudan a los mosquitos a reconocer a los seres humanos a través de su sudor. Localizada la raíz del problema, solo queda desarrollar un método para combatirla, y de momento ya han ideado algunas opciones.

Maldito olfato

Investigaciones anteriores han logrado demostrar que los mosquitos reconocen la presencia de seres vivos a través del CO2 emitido durante la respiración y finalmente aterrizan en ellos guiados por sustancias presentes en fluidos como el sudor. Sin embargo, no se sabía exactamente cómo lo lograban, por lo que era muy difícil actuar en consecuencia.

Por eso, durante una estancia postdoctoral en la Universidad de Rockefeller, DeGennaro estudió la función de un correceptor olfativo, llamado Orco, que parecía estar implicado en este proceso. Para comprobar cómo actuaba, alteró el gen que lo codifica en algunos mosquitos y esperó a ver cuál era su comportamiento a la hora de buscar a sus víctimas. Algunas de sus funciones habituales se modificaron, pues comenzaron a tener problemas para diferenciar a los seres humanos de otros animales, además de perder su interés por el néctar y, curiosamente, su aversión por el DEET. Este último es una sustancia utilizada frecuentemente como repelente, por lo que no era un resultado positivo que dejara de ahuyentarlos. Además, seguían sintiéndose muy atraídos por animales vertebrados, entre los que se encuentran las personas.

Esto llevó a su equipo a realizar un nuevo estudio, ahora publicado en Current Biology, en el que analizaban el papel de otro grupo de receptores, especialmente el Ir8a. De nuevo procedieron a modificar su gen, que se expresa en las antenas, y después comprobaron qué ocurría. Lo hicieron en mosquitos de la especie Aedes aegypti, que normalmente actúa como vector de enfermedades como el dengue, el Zika o el chikungunya.

Los insectos modificados no se sentían atraídos por el ácido láctico ni el resto de ácidos volátiles presentes en el sudor humano, aunque no redujeron su respuesta a otros parámetros como el calor o el CO2, empleados normalmente para detectar la presencia de un ser vivo. De estos resultados concluyeron que el CO2 es necesario para activar la respuesta de Ir8a, pero no lo suficiente para restaurar la función perdida en los mutantes.
Sabiendo esto, se podrían desarrollar repelentes a base de sustancias cuyos olores enmascaren la vía mediada por Ir8a. Además, también existe la opción de utilizar compuestos que atraigan esta vía y unirlos a trampas para capturar los mosquitos.

Hará falta más investigación para llegar hasta el desarrollo de estos productos, que supondrían una gran noticia de cara a las molestas picaduras de verano, pero sobre todo para los habitantes de todas esas regiones en las que un simple repelente puede ayudar a salvar muchísimas vidas.

Con información de ALT1040