Hace once años, tras el secuestro y homicidio de su hijo, el empresario Alejandro Martí exigió al gobierno que “si no pueden renuncien”. Por los mismos motivos, la expresión la repitió Nelson Vargas meses después cuando se localizó el cadáver de su hija. La frase la hemos escuchado cientos de veces en todo este tiempo, por las más diversas razones, aunque la mayoría asociadas a la incapacidad de los gobiernos –en todos sus niveles- por frenar la violencia.

Hoy el presidente norteamericano Donald Trump ha ofrecido a López Obrador una especie de “si no pueden, nosotros lo hacemos por ustedes de una manera rápida y efectiva”, en respuesta a la inhumana ejecución de una familia norteamericana en los límites de Sonora y Chihuahua, que dejó al menos una docena de muertos, la mayoría de ellos niños.

En una serie de tuits divulgados en redes sociales, el frenético mandatario estadounidense dijo que «si México necesita o solicita ayuda para deshacerse de esos monstruos, Estados Unidos está listo, con voluntad y capacidad para participar y hacer el trabajo rápido y de manera efectiva». Y aseguró que “…los carteles se han convertido en grupos tan grandes y poderosos que a veces se necesita un ejército para derrotar a un ejército».

Por supuesto nadie en su sano juicio aceptaría tal ofrecimiento y menos viniendo de quien ha impuesto una serie de medidas migratorias ofensivas e indignantes, y quien ha obligado a nuestro país a movilizar a su Guardia Nacional para evitar el flujo de migrantes en lugar de perseguir y castigar a los grupos criminales. No se trata más que de una balandronada más. A Trump, México le importa un carajo.

Sin embargo, en su obcecada narrativa de culpar por todo al Presidente Calderón –de los bots, de las masacres, de los cien muertos diarios- López Obrador ha perdido la brújula y el timing. Prefirió tomar el librito y huir por los lugares comunes: la soberanía, los principios de política exterior y que se trata de una tarea “que le corresponde a México”, a pesar de que ha demostrado que es incapaz de cumplirla.

López Obrador perdió una oportunidad de oro. En lugar de aceptar la ayuda de Estados Unidos, condicionándola a un estricto control en la venta y tráfico de armas en su país –no hay que ser adivinos que en la masacre de antier se habría utilizado arsenal traído de EU-, prefirió balbucear respuestas que a nadie convencen y que sólo representan una capitulación más ante el crimen.

El Presidente agradeció a Trump su ofrecimiento de hacer frente de manera conjunta a los cárteles de la droga, pero declinó diciendo que actuará con independencia. Dijo que “en las relaciones entre México y Estados Unidos hay cooperación, sin embargo, es un asunto que nos corresponde a nosotros atender, al gobierno de México, de manera independiente y haciendo valer nuestra soberanía”.

En su arrebato, Trump se puso en franca disposición para que el gobierno mexicano le exigiera públicamente un mayor control de armas, ya que los daños colaterales alcanzaban también a ciudadanos norteamericanos. AMLO pudo aceptar exigiendo que se detenga el tráfico que alimenta a los cárteles de la droga y que han arrebatado la vida a más de 30 mil personas apenas en lo que va del año.

Aprovechando el ofrecimiento, López Obrador pudo hacer una radiografía puntual del problema del tráfico de armamento y el lavado de dinero que se solapa del otro lado de la frontera, lo que habría obligado al gobierno de aquel país a tomar una postura menos evasiva sobre el tema.

Por supuesto que sólo se trató un ardid de Donald Trump. Algo que tenía que decir a su país, a sus electores, frente a la tragedia de ciudadanos americanos.

Pero qué tal que nos cumple la oferta y termina de manera “rápida y efectiva” con los cárteles de México –algo que no logró hacer en Colombia-, entonces, ¿a quién venderán las armas los norteamericanos? ¿Quién abastecerá de drogas y estupefacientes al mayor mercado consumidor del mundo? ¿A dónde irán a parar los miles de millones de dólares que genera esta industria global? A los gobiernos les interesa reducir la violencia, no terminar con el mercado.

En el caso de México, el Presidente pudo hacer visible el problema de las armas de asalto y la complicada situación migratoria que nos impone nuestro vecino del norte. Pudo poner el tema en lo más alto de la agenda bilateral, acreditando el origen del armamento que segó la vida de la familia LeBarón. Pudo hacer muchas cosas si no tuviera un conocimiento tan limitado de la política exterior y la diplomacia.

En cambio, dejó la mesa puesta a Trump para emprender una nueva campaña de desprestigio contra nuestro país y que sus adversarios alimenten la versión de que mantiene un acuerdo con la delincuencia organizada, razón por la cual ha ofrecido abrazos y no balazos. Ambas tendrán algo de verdad y algo de mentira.

Al igual que hizo con Ovidio, López Obrador tuvo a Donald Trump en sus manos… y decidió liberarlo.

Las del estribo…

  1. Vergüenza colectiva. Un atroz homicidio que da la vuelta al mundo; un Secretario de Seguridad que deambula por las Cámaras legislativas sumando contradicciones y mentiras; senadores del PAN que entregan un Pinocho de juguete para “ganar la foto”. El país construye, todos los días, su propia tragedia.
  2. La reyerta panista no cede. En la sesión de hoy se notificó la decisión del nuevo presidente del PAN, Joaquín Guzmán, de nombrar a Omar Miranda como nuevo coordinador parlamentario; pero resulta que el reglamento del Congreso establece que serán los diputados quienes elijan a su coordinador y lo notificarán vía el acta correspondiente. Le fallaron los tiempos y los asesores jurídicos al nuevo PAN.