La iniciativa de Morena de reducir hasta en un cincuenta por ciento las prerrogativas de los partidos políticos –algo que en otro momento y circunstancia ya habían propuesto otras fuerzas políticas- no es más que un nuevo embuste al amparo de la discrecionalidad financiera de nuestro sistema político-electoral.

De varios años atrás, las dirigencias partidarias y sus representantes en las Cámaras y congresos locales han simulado impulsar el tema de reducir el gasto público que ejercen. Lo cierto es que cada proceso electoral es más caro y los partidos políticos gastan más dinero del que les está permitido.

Bastan dos datos contundentes para desnudar el hipócrita interés por reducir el monto de sus prerrogativas: en este 2018, los partidos políticos recibieron 12 mil 752 millones de pesos, una cifra récord -superior a lo que gastaron en 2012, cuando recibieron 11 mil 39 millones 98 mil 903 pesos-, lo que convirtió esta elección  presidencial en la más cara de la historia.

Esta vez, el incremento no se dio en los recursos que se entregan para la elección presidencial, sino en el dinero que en cada estado se le da a los partidos políticos, donde hubo un incremento del 41%, gracias a la reforma político-electoral aprobada en 2014.

Y segundo: por cada peso que reportan los partidos políticos como parte del gasto de campaña para un candidato a un cargo de elección popular, invierten hasta 15 pesos de los que se desconoce su procedencia –pueden venir lo mismo de dinero en efectivo o la operación financiera de fideicomisos como el de Morena- y por lo tanto, no se fiscalizan.

Bajo este mecanismo, los partidos políticos rebasan hasta por 10 veces el tope legal establecido: si se les asignan 46 millones de pesos, pueden llegar a gastar hasta 470.

De esta forma, si de manera legal han tenido un incremento de hasta el 40 por ciento en sus prerrogativas a nivel nacional, y ejercen un gasto no fiscalizable de hasta diez veces al que permite la ley electoral, entonces el ofrecimiento de bajar a la mitad en monto de sus prerrogativas no es más que un acto de cínica propaganda. Seguirán teniendo acceso a miles de millones de pesos.

En el caso de Morena –el único partido que rechazó renunciar a sus prerrogativas para destinarlas a los damnificados del sismo-, esta iniciativa tendría más bien la intención de asfixiar financieramente al resto de los partidos políticos.

Por supuesto que la renuncia hipócrita de los partidos a sus prerrogativas no es razón para que el tema no se discuta. Por el contrario, una vez que se ha puesto en la mesa, se debe resolver tal y como lo exigen los ciudadanos que rechazan el abuso excesivo en el manejo de los recursos públicos que muchas veces van a parar a las cuentas personales de los dirigentes.

Nadie puede negar que en la mayoría de los casos de partidos pequeños –aunque también sobran ejemplos en los más grandes-, el actual modelo de financiamiento ha promovido los “partidos cártel”, es decir, aquéllos que tienen adicción al dinero y que han hecho de la política una oportunidad de enriquecimiento a partir del erario.

De acuerdo con la investigación Dinero Bajo la Mesa: financiamiento y gasto ilegal de campañas políticas en México, impulsado por Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad, el pasado primero de julio, una gran cantidad de dinero fue utilizado para movilizar votantes, inhibir o amenazar a los electores de partidos contrarios y pagar a representantes de casilla y operadores que emprenden la misión en tierra para cuidar sus intereses. ¿De dónde sale todo ese dinero?

Esta organización (MCCI) ha identificado tres maneras en las que los partidos políticos logran percibir recursos ilícitos: desvío de recursos públicos, contribuciones ilegales de particulares y hasta financiamiento por parte del crimen organizado.

De acuerdo con la investigación encabezada por María Amparo Casar y Luis Carlos Ugalde, el principal problema es el financiamiento privado porque resulta difícil de identificar, comprobar y fiscalizar. “Esto implica el desvío de recursos públicos, el lavado de dinero, la defraudación y la evasión fiscal con dinero en efectivo que es sumamente difícil de rastrear. Igual de común resulta la simulación de compra y venta de bienes con empresas fantasma de las cuales se puede obtener un comprobante válido con el que se deducen impuestos y este dinero es invertido en algún candidato”, explican.

De esta forma, la reducción a las prerrogativas sólo será una simulación. La falta de recursos públicos sólo obligará a los partidos políticos a perfeccionar estas prácticas en privado, mientras en público presumirán su ajuste financiero.

En el ejercicio fiscal 2019, se tiene estimado la entrega de más de 4 mil 713 millones de pesos a los partidos políticos nacionales, por concepto de actividades ordinarias permanentes, a pesar de que sólo habrá elecciones locales en cinco estados de la República. De aplicarse la reforma constitucional planteada por Morena, se podría generar un ahorro superior a los 2 mil 356 millones de pesos, aunque no hay certeza de que los partidos políticos vayan a gastar menos.

Cuando la lucha política es por el dinero, el propósito no es renunciar a él sino atender mediáticamente el enojo de una sociedad pauperizada.

 Las del estribo…

  1. En este Veracruz Kafkiano cada vez entendemos menos. Mientras el Gobernador Miguel Ángel Yunes, acusaba al Congreso de modificar la ley de pensiones sin consultar ni calcular su impacto económico, la bancada panista celebraba el acuerdo alcanzado entre todos los grupos parlamentarios, quienes abrazados olvidaron el sainete del martes pasado cuando aprobaron a rajatabla el nombramiento del Fiscal Anticorrupción. ¿Vetará la única reforma que salió por unanimidad del Congreso?
  2. El tema de trasladar las dependencias federales a las entidades federativas se empieza a poner espinoso. No existe la infraestructura necesaria –Cuitláhuac García quiere llevar Conagua a Emiliano Zapata-, el gobierno co cuenta con los recursos suficientes para construirla y los sindicatos ya han empezado a manifestarse en contra de la mudanza de sus trabajadores. Esa crisis la compraron solitos.