Días antes de la consulta sobre el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM), Jesús Ramírez -quien será el próximo titular de Comunicación Social de la Presidencia-, informó que este ejercicio tendría un costo aproximado de 1.5 millones de pesos y que sería financiado por los diputados federales de Morena. Le falló por poquito.

Este lunes, luego de darse a conocer la decisión de cancelar el aeropuerto de Texcoco e iniciar el proyecto para habilitar los de Santa Lucía, Toluca y el actual de la Ciudad de México, la bolsa, los mercados y el dólar le pasaron factura al país por al menos 120 mil millones de pesos, que tendremos que desembolsar entre todos.

La cifra –similar a la que hace falta para concluir el aeropuerto de Texcoco- parece exagerada; ¿cómo podría esfumarse tal cantidad de dinero en un solo día?

Ayer la Bolsa Mexicana de Valores retrocedió 4.2%, la caída más importante en todas las bolsas del mundo; el dólar se cotizó hasta en 20.35, lo que convirtió al peso en la moneda que más se depreció. Según especialistas, la deuda externa de México a junio de este año fue de 200 mil millones de dólares; los 50 centavos que aumentó el tipo de cambio en la jornada de ayer a causa del anuncio de la cancelación de Texcoco, ha costado sólo en este rubro 100 mil millones de pesos.

Si bien se trata de dinero especulativo -se supondría que si el peso gana terreno, la pérdida no sería tan grande- el impacto es real. Las deudas que muchas empresas tienen en dólares, y que en nada tienen que ver con el aeropuerto, se habrán disparado en un cinco por ciento. Así que la cuenta sigue sumando.

Mientras las huestes morenistas festinaban una decisión que se había tomado hace varios meses –ayer el propio López Obrador aseguró que ya se había pedido apoyo y asesoría a otros gobiernos como el de Francia para sacar adelante el proyecto de Santa Lucía-, el sector financiero vivió un lunes negro, sólo comparable al triunfo de Donald Trump en Estados Unidos.

En un solo movimiento se perdieron 120 mil millones de pesos, la anulación de contratos –y con ellos la inversión y el empleo de miles de trabajadores-,  y los aeropuertos mexicanos perdieron 928 millones de dólares en Wall Street; a eso habrá que sumar el costo de las indemnizaciones por la cancelación de la obra calculado en otros 100 mil millones de pesos y el costo de la obras en Santa Lucía, Toluca y la Ciudad de México.

Pero la cosa no para ahí. Ayer mismo, Morgan Stanley le retiró la calificación de inversión a México; en términos llanos, le dijo a los inversionistas del mundo que traer su dinero a nuestro país no es seguro. Todos los sectores empresariales del país también mostraron su rechazo y anunciaron que emprenderán acciones legales. En un solo día, con una sola obra, AMLO ha puesto al país de cabeza.

Sus voceros no han logrado articular una sola explicación sensata. Ricardo Monreal, coordinador de Morena en la Cámara de Senadores, llamó a los empresarios a la calma porque “ponen nerviosos a los mercados”, cuando el origen de la volatilidad fue el propio Andrés Manuel. Por su parte, la dirigente nacional de Morena, Yeidckol Polevnsky, atribuyó la caída del dólar a muchos factores internacionales, pero no al anuncio de la cancelación del proyecto de Texcoco.

Tal vez, como ellos mismos, no alcancemos a comprender el tsunami financiero, y si el nuevo gobierno será capaz de enfrentar un escenario tan complicado. Si el gobierno de Peña Nieto le había ofrecido de manera oficiosa una transición tranquila, López Obrador se ha encargado de hacerla lo más complicada posible.

Pero los nubarrones financieros amenazan también el clima político. López Obrador ha sentado el precedente de que una consulta, por chafa que sea, puede convertirse en vinculante y por tanto aprobar, cambiar o cancelar lo que sea; la consulta ciudadana se convirtió de facto en un nuevo modelo de democracia a mano alzada.

Esto no ha pasado desapercibido para varios sectores políticos locales ni para gobiernos e instituciones financieras en el mundo. Por ejemplo, luego de darse a conocer los resultados de la encuesta sobre el NAICM, el banco suizo UBS dijo que el nuevo gobierno podría utilizar el instrumento de referéndum para extender su gobierno y manejar las reservas del Banco de México.

Intentar resolver el conflicto generado echando mano de las reservas de Banxico sería un verdadero tiro en la sien, aunque para ello se convoque a otra consulta pública. La ruta, por odiosa que parezca la comparación, es la misma que siguió el populismo de Chávez y Maduro… hasta que no hubo de qué echar mano.

Esto apenas comienza. López Obrador se ha puesto a prueba a sí mismo sobre su real capacidad de gobernar al país.

Las del estribo…

  1. Se ha hecho un escándalo por la invitación que le corrió AMLO a Nicolás Maduro para asistir a su toma de protesta. A menos que cambien los principios de política exterior –el de autodeterminación entre ellos-, hicieron lo correcto. Fox y Calderón invitaron a Chávez; Peña hizo lo propio con Maduro. López Obrador confirma su amistad con Maduro de la misma forma que lo hizo el PRI con Fidel Castro durante tantos años.
  2. La diputada plurinominal del PAN y esposa del dirigente estatal de este partido, Monserrat Ortega, aclara a la gentil concurrencia que ella solita se ganó la pluri y que no fue designación de su marido, casi de la misma forma en que ambos se ganaron los contratos millonarios por los que hoy el Orfis –no tarda en hacerlo la ASF- los ha llamado a cuentas.