Los mexicanos estamos más que acostumbrados a escuchar las mentiras de los políticos; es más, casi por definición, suponemos que lo que diga un político es mentira. Por eso, una mentira no causa mayor escozor; en todo caso, la molestia radica en la ignorancia y en el insulto a la inteligencia que se esconde en la verborrea de los políticos.

Pero lo que sí encabrona es el engaño, es decir, cuando los ciudadanos se olvidan que quien promete o se compromete no deja de ser un político y creen una vez más que lo que escuchan es cierto. Entonces la mentira se convierte en engaño.

Esa es la historia del gasolinazo. Durante muchos años, y de manera enfática durante su campaña electoral, Andrés Manuel López Obrador aseguró a los mexicanos que en caso de ser electo presidente –lo que sucedió de manera abrumadora-, los precios de las gasolinas no iban a aumentar.

Todavía en abril pasado durante una gira por Nayarit se comprometió a disminuir los precios de los combustibles durante su gobierno. “Vamos a producir en México las gasolinas. Y vamos a tener energía eléctrica suficiente y gas, todos los combustibles; y vamos a bajar los precios de la gasolina, la luz, el diésel, el gas, ese es el compromiso que vamos a convertir en realidad”, dijo así, sin quitarle una coma.

De entrada -insistió en su mitin de campaña-, “ya no va a aumentar ninguno de estos energéticos. Se van a congelar estos precios. Ya no van a haber aumentos en términos reales de combustibles: ya no va a haber gasolinazos. Y una vez que tengamos las dos refinerías, entonces vamos a bajar el precio de los combustibles”, puntualizó. La definición ‘términos reales’ se refiere en términos económicos a que los aumentos no serán por encima de la inflación.

Y los votos llegaron a borbotones. Sin embargo, la realidad ya alcanzó al propio López Obrador y a los millones de mexicanos que le dieron su voto.

A los pocos días de la elección, Alfonso Romo –quien será el próximo Secretario de Hacienda- reconoció que el precio de la gasolina no bajará y que por el contrario, será establecido por el mercado, como siempre ha sido. Que suba sólo de acuerdo a la inflación aún está por verse.

La nota la volvió a dar este sábado la próxima titular de la Secretaría de Energía (Sener), Rocío Nahle García, quien abiertamente justificó la permanencia del Impuesto Especial de Productos y Servicios (IEPS), asegurando que en todos los países del mundo las gasolinas pagan gravámenes, y afirmó que estos recursos se invertirán en obra pública. Es decir, el impuesto y el precio de la gasolina seguirán la misma política fiscal establecida por los gobiernos emanados de la mafia del poder.

Ya instalada en la lógica de funcionaria de gobierno y no de líder opositora, Nahle defendió apasionadamente lo que siempre quiso echar abajo. Explicó que en Estados Unidos y en todo el mundo se cobra impuesto al combustible, destacando que en algunos países es la producción y en otros, a la comercialización y México no es la excepción. “En todo el mundo se cobran los impuestos y las gasolinas que se importen también entran con impuestos, los mismos impuestos que le van a cobrar a la comercialización de Pemex”.

En conclusión, la gasolina seguirá subiendo de precio como lo hizo durante los gobiernos de Fox, de Calderón y de Enrique Peña. Así que los millones de mexicanos que ya estaban pensando en qué gastarse los miles de pesos que se ahorrarían ahora que bajara el precio de la gasolina, la luz, el gas o el diesel, ahora tendrán mojarse las ganas en el café.

Ante la evidencia del embuste, el presidente electo ha callado, lanzando a la hoguera pública a sus operadores más cercanos: senadores y diputados que no tienen pudor en convertirse voceros de la realidad escondida tras las promesas de campaña: seguirá subiendo el precio de la gasolina, se mantendrán todas las reformas estructurales con excepción de la educativa –como resultado del acuerdo con Elba Esther, más que por su deficiente implementación-, se aumentará la edad para recibir la pensión de adultos mayores y otras tantas linduras que ya se empiezan a descubrir.

Millones de mexicanos olvidaron que Andrés Manuel López Obrador es un político. Lo ha sido toda su vida. Quienes pensaron que las mentiras habían quedado atrás, empiezan a darse cuenta que todo se trató de una trampa. Es posible que muchas cosas cambien en el país a partir del mes de diciembre… menos el uso reiterado del engaño.

Como en la fábula del sapo y el alacrán, esa es su naturaleza.

Las del estribo…

  1. La elección de la dirigencia estatal del PAN sigue siendo de mucho ruido y pocas nueces. Los números hablan por sí solos. Su candidato a la gubernatura alcanzó 340 mil votos más que el actual gobernador; logró más votos que Fidel Herrera o Javier Duarte, por ejemplo. Así que aunque la corriente nacional con la que simpatiza Yunes Linares haya caído en desgracia, el PAN no se dará el lujo de dilapidar el capital político construido en Veracruz. La animadversión de aquí y de allá, esa es otra cosa.
  2. Mientras la Universidad Veracruzana se enreda en la política y grupos de porros; y el rector de la UPAV huye por las calles de sus estudiantes, el sistema de tecnológicos del estado sigue dando prestigio a Veracruz. No todas las herencias son malas, y menos cuando se pueden combinar éxitos académicos con buenos negocios.