Como casi siempre sucede, las noticias sobre la violencia y delincuencia organizada en otras regiones del país nos suele resultar ajena… hasta que nos sucede.

Ayer el Fiscal General del Estado dio una conferencia de prensa para informar que un grupo de jóvenes estudiantes de educación media superior –preparatoria o bachillerato para ser más precisos- fueron detenidos por su probable responsabilidad en el secuestro de otros estudiantes universitarios aquí mismo en Xalapa.

Y aunque no aclaró la identidad de las víctimas ni la relación con los detenidos, dejó entrever la posibilidad de que podrían ser sus mismos compañeros de escuela. Estos casos han sido muy frecuentes en ciudades con una alta población estudiantil como Puebla y Monterrey, donde se han conocido eventos de secuestros entre compañeros; incluso, algunos han terminado con la muerte de las víctimas. Pero, ¿en Xalapa?

Según el funcionario, en total son cuatro los detenidos, sin embargo, otros dos integrantes de la supuesta banda todavía permanecen en libertad, aunque ya están plenamente identificados; al momento de la detención, fue rescatada una persona. Los mozalbetes también estarían relacionados al secuestro de otro estudiante hace algunas semanas en la ciudad.

«Ellos operan en las zonas universitarias de Xalapa y son parte de instituciones de educación media superior», dijo el fiscal. ¿Cómo confiar entonces en que nuestros hijos vayan con seguridad a la escuela? ¿Cómo saber que entre su círculo de conocidos –obviamente no son sus amigos- podría encontrarse uno de sus victimarios? ¿Dónde encontraron estos preparatorianos el arrojo para convertirse en delincuentes peligrosos?

Hace tres décadas, cuando este columnista cursaba la preparatoria aquí en Xalapa, la ciudad era un lugar apacible y seguro. Nuestra mayor preocupación era salir temprano de clases para ir a jugar a los polvorientos campos Juárez y de ahí irnos a nuestras casas en colonias tradicionales. Todos nos conocíamos y nos cuidábamos.

Pero ahora la comunidad estudiantil es distinta. Las drogas y el alcohol es algo común –lo mismo entre hombre que entre mujeres- y los riesgos que se toman son cada vez mayores. Las escuelas se han convertido en centros de operaciones de muchas actividades ilícitas, con la permisividad e indolencia de sus autoridades.

Pero no son los únicos casos. Hace unos días, alguien me platicaba con lujo de detalles el incidente que se registró con una persona muy cercana. Al inicio del mes, su amiga acudió normalmente a Plaza Crystal a realizar los pagos de sus servicios y tarjetas de crédito. No llegó en su vehículo, sino en una lujosa camioneta de un conocido que se ofreció llevarla a la plaza.

Primero recorrió una tienda departamental y más tarde fue a realizar otros pagos. Llegó finalmente a uno de los bancos de la plaza; ahí adentro, otra persona se acercó para decirle que habían coincido en la ruta de pagos y que había notado que una persona la había estado siguiendo desde la tienda departamental y que le había tomado fotografías a ella y su pequeña hija.

De inmediato desconfió, pensando que pudiera tratarse de una extorsión, sin embargo, quien le advirtió del peligro se identificó y señaló plenamente al presunto delincuente. Coincidió que la amiga de quien cuenta la historia, tiene un familiar en un área operativa de la policía estatal, por lo que de inmediato se comunicó para pedir auxilio.

La patrulla y los elementos llegaron a la plaza; con las señas adecuadas, de inmediato ubicaron a quien seguía a la mujer y a su hija. En efecto, una vez que fue revisado, le encontraron un teléfono con imágenes de ambas durante su estancia en el centro comercial. Por esta vez, la habían librado. Pero, ¿a cuántas personas siguen todos los días en las plazas, en los bancos o por el vehículo que conducen?

Xalapa, como muchas partes del estado, está a merced de la delincuencia; pero no sólo de los maleantes experimentados sino de individuos que en nuestro entorno buscan sacar provecho. Personas de los círculos cercanos –empleados, compañeros de clase o simple conocidos- se han convertido en potenciales victimarios.

¿En qué momento Xalapa se convirtió en un infierno?

Las del estribo…

  1. Por supuesto que la Suprema Corte de Justicia y el Poder Judicial deben defender su autonomía y evitar convertirse en un instrumento sumiso del Presidente. Sin embargo, también es necesario que se revisen las prestaciones de jueces y magistrados en un país que carece de justicia e igualdad laboral. Es cierto, el tema de fondo no son los salarios… pero también lo es.
  2. Luego del entuerto entre el Gobernador y el Fiscal del Estado, resulta que la conferencia de prensa era para dar a conocer la detención de los estudiantes secuestradores y no para avivar el conflicto entre ambos. Muchos de quienes piden orden y prudencia, son los primeros en atizar el escándalo y la exigencia de sangre en el coliseo.