En los últimos días, por varias fuentes, he recibido un texto escrito por Aristóteles Núñez, exjefe del Sistema de Atención Tributaria (SAT), quien para despedirse de Twitter hace una reflexión sobre la idiosincrasia del mexicano de hoy y como se han cultivado una serie de antivalores gracias a la toxicidad de las redes sociales.

Me vinieron a la cabeza tres reflexiones: que quienes me lo envían están de acuerdo con los dichos, y por tanto, lo comparten; que se trata de una sociología muy superficial –critica la conducta pero no explica su origen- del mexicano de hoy; y que al haber estado tanto tiempo en las altas esferas del gobierno, resulta un acto de absoluto cinismo. No lo corrigieron sino que sacaron ventaja de ello.

¿Acaso Aristóteles hubiera hecha pública tal expresión pública si se mantuviera como funcionario de primer nivel o ha sido el desempleo burocrático el que lo ha obligado a un tardío e inútil mea culpa? En todo caso, su mérito es invocar a la reflexión. Y recupero aquí algunas de sus frases.

«El éxito o la aspiración de salir adelante de muchos mexicanos está fundada en el pensamiento mágico, en el evento fortuito o en la suerte: sacarse la lotería, recibir una herencia, encontrar el tesoro, robar sin ser descubierto o que alguien superior se lo dé«, escribió don Aristóteles.

«Son muy pocos los mexicanos que basan su éxito en desarrollar la capacidad individual y liderar un grupo, en construir y producir, en descubrir e inventar, en crecer y utilizar el conocimiento; en hacer la diferencia quitándose las ataduras del miedo o de los riesgos”. Bajo estas ideas concluye que muchos mexicanos no están preparados para el éxito.

“Tratar de evaluar por qué hemos llegado a este punto, obliga a analizar la idiosincrasia del mexicano. El mexicano se ha formado por generaciones en una cultura aspiracional y al mismo tiempo envuelto en la cultura del fracaso. Sí, duele, pero es la verdad.” Lo que no explica nuestro ínclito ex funcionario, es que para mitigar el dolor, la alta burocracia encontró la forma de sacar provecho de ello.

“La aspiración de éxito de muchos mexicanos está motivada en alcanzar o detener al otro. Ven en el triunfador el techo o el límite de su aspiración, no lo ven como el trampolín. Se mueven por la envidia no por la superación, ansían el éxito del otro sin asumir el esfuerzo propio. Muchos mexicanos no están preparados para el éxito, hasta cierto punto le temen, navegan en el conformismo y la inercia de su habilidad.”

“El boxeador, futbolista, el cantante, el “mirrey”, al no saber administrarse pierden en poco tiempo su fortuna y terminan en la indigencia. Otro tanto de mexicanos centra su aspiración o éxito en la acumulación de bienes materiales, lujos, viajes, buen salario”, sin embargo, no reconoce que esta ha sido la lógica de la alta burocracia que él protegió y de la que formó parte. Es obvio que la sociedad se convirtió en el reflejo del beneficio material de la función pública.

Y se lanza contra quien lo despojó de su cómoda posición. “Con una mayoría social así resulta fácil que venga un falso profeta, redentor, líder demagogo o mesiánico a gobernar un país. El escenario es perfecto, solo basta apuntar a la primera corteza cerebral de los electores. A menudo se nos olvida que gran parte de la sociedad mexicana, esa que algunos llaman pueblo, elige, decide y actúa con base a sentimientos y emociones.”

“Donde no hay comida, oportunidad, empleo o satisfacción no cabe la racionalidad. Es ahí donde el demagogo encuentra su nicho, en satisfacer las necesidades emocionales”. Curioso que hoy erija una crítica sobre lo que precisamente desarrolló el sistema político por décadas.

“En tanto no hagamos un acto de conciencia como sociedad – ¿acaso la reflexión no cabe en quien gobierna esa sociedad?, apunta el columnista-, será muy difícil conseguir el bienestar duradero, fundado en el crecimiento de los individuos. Así como vamos nos acercamos más a lo primitivo y nos alejamos de lo más civilizado y racional.”

Al final, Aristóteles tiende su propia trampa. Dice que “echarle la culpa al señor Andrés Manuel López Obrador de lo que actualmente sucede es injusto y limitado. Debo reconocer que Andrés es consecuencia no causa”, sin embargo, infiere en el Presidente una condición de falso profeta, redentor, líder demagogo o mesiánico que viene a gobernar un país.

La circunstancia personal de Aristóteles no invalida sus dichos. Es buen momento para reflexionar las razones por las que los mexicanos hemos llegado hasta aquí, y las escasas posibilidades que tenemos de que la situación del país –y por supuesto de Veracruz- mejoren a la luz de una subcultura que se enfoca más en la envidia y el fracaso que en el esfuerzo y la superación.

Hoy como ayer, el Estado está más preocupado en subsidiar y controlar a los primeros que en impulsar a los segundos. El resultado ya lo conocemos.

 Las del estribo…

  1. Dice el alcalde de Veracruz que no hay irregularidades en el millonario contrato de alumbrado público, como lo dio a conocer a nivel nacional TV Azteca. Acusó que se trata del cobro de una factura de una televisora que ya casi nadie ve. ¿No era más fácil acreditar con documentos que descalificar al medio justificando una baja audiencia? Quien esté libre de pecado, que interponga la primera denuncia.
  2. Después de un mes, el presidente municipal Hipólito Rodríguez salió de su modorra y aceptó la imposición de un nuevo Director de Seguridad Ciudadana y Tránsito. Ex director de seguridad ciudadana en Neza –al menos lo ha visto todo- el nuevo funcionario viene a una tierra que no conoce. Ojalá y su destino no sea el mismo de quienes han venido en calidad de turistas, patrocinados por la cuarta transformación.