En el contexto jurídico, el voto sólo tiene dos atributos: ser libre y secreto. Sin embargo, en el sui géneris sistema de partidos en el que descansa nuestra blandengue democracia, el voto suele tener muchas características, perfiles y tendencias que hacen que el resultado sea previsible y al mismo tiempo, sumamente volátil.

La democracia en México se representa por el gobierno de las minorías; en sentido estricto, gana quien obtiene más votos, no obstante, estos representan a un sector relativamente pequeño de la población.

Con niveles considerablemente altos de abstención, votaciones que se resuelven en tercios –de alguna forma se ha ido fortaleciendo un tripartidismo kafkiano donde los enemigos de hoy serán los aliados del mañana o coaliciones donde los extremos ideológicos se encuentran-, la participación de nomenclaturas partidistas y un eficiente clientelismo electoral, el margen de decisión de los ciudadanos libres y apartidistas se reduce al mínimo.

Para ilustrar la naturaleza variopinta del sufragio en México, es necesario señalar el tipo de voto que ejercen los mexicanos, en el que generalmente se identifican su condición social y económica, su inclusión como beneficiario de un programa social o partidario de un partido político.

La manipulación de los votos de las grandes mayorías del pueblo en beneficio de los sectores más poderosos económica y políticamente, continúa en lo fundamental, lo mismo en los partidos políticos tradicionales que en los emergentes, que no son otra cosa que la escisión de los primeros.

Dime el tipo de voto que ejerces y te diré quién eres, parece ser la máxima que habrá de decidir quién será el próximo Presidente de México y los más de 3 mil representantes populares que serán electos el próximo domingo.

Según el catálogo de la picaresca política y electoralo, el voto “duro” es el de los “amarrados”, los votos seguros que tiene cada partido político. Ellos son los políticos profesionales que tienen a su alrededor a miles de amigos, cercanos, compadres, cómplices, familiares, organizaciones, clubes y demás, que durante décadas han gozado de los privilegios y favores de los gobernantes en turno. En ellos también se incluye a la militancia y estructura de los partidos políticos, en los que el PRI lleva ventaja a sus adversarios. El voto duro del PAN  es el bloque conservador del país, y en el caso de Morena, quienes defienden una posición de izquierda que abandonó el PRD.

El “voto del miedo” es la demostración más evidente de la manipulación del voto, pero para impulsarlo de requiere de la total participación de los medios de información y del uso de la teoría del rumor. El voto del miedo es muy fácil de instrumentar entre los sectores más maleables; y en general lo ocupan todas las fuerzas políticas, lo mismo para advertir que nos podemos convertir en Venezuela como amenazar con que no sólo se soltarán los demonios sino también la jauría morenista.

El Voto “convencido” y/o el voto “obligado” es el de los electores que pertenecen o no a algún partido pero que piensan que todos los mexicanos tienen la obligación de votar porque “el voto es una conquista y una obligación” de todos los ciudadanos. Aceptan al sistema tal cual es y no les interesa pensar en otra alternativa porque las costumbres son muy poderosas. Buscan la conservación del sistema. Esta es la franja de electores que acerca al PRI al puntero de las encuestas.

El voto de “castigo” es algo así como de amenaza o de venganza ante la falta de atención a sus problemas, pero al mismo tiempo, la expresión de enojo por los casos de corrupción principalmente. Da la impresión que no hay ideología de partido y mucho menos de clase social y que siempre se estará con quien dé más o solucione los problemas inmediatos de grupo o de organización. Pero los del “voto de castigo” no dudan en votar, aunque lo hagan sin el menor grado de conciencia.

El “voto nulo” representa ya un nivel crítico avanzado en el sistema electoral mexicano. Los partidarios del “voto nulo” se oponen tanto al sistema electoral, como al sistema de partidos y a la selección de candidatos; pero sólo se circunscriben en parte a lo electoral y no a todo el sistema político. Parecen confiar totalmente en la vía electoral y pacífica pero con la condición en que cambie todo lo malo del sistema electoral.

La abstención activa y total es anticapitalista porque no sólo está contra todo el sistema electoral, sino también contra el sistema de dominación económica y política en conjunto. Los abstencionistas no encuentran ninguna posibilidad de cambios en beneficio de la población por la vía electoral por estar absolutamente controlada, además por desviar la atención de las luchas sociales concretas.

Por eso es que cada partido y sus candidatos sacan sus propias cuentas; unas alegres y otras con la certeza de que tienen una base electoral segura. El tiempo se agotó y este domingo sabremos qué tipo de voto es el que pesa más en nuestra singular democracia mexicana.

Las del estribo…

  1. La “forma honesta de vivir” a la que se refiere el dirigente estatal del PAN José Mancha para referirse a sí mismo y sus ingresos, es el mismo argumento que esgrimieron durante una década los integrantes del clan del duartismo fiel. Lo publicado por la Silla Rota respecto de sus empresas muestra que la corrupción se convirtió en metástasis que sigue matando lentamente a nuestro estado.
  2. Resulta que no conforme con aplicar una ley seca de 24 horas, el Ayuntamiento de Xalapa decidió extenderla por dos días, como si esto fuera un factor de decisión en el proceso electoral. Los progresistas del gobierno municipal siguen tratando a los ciudadanos como menores de edad.