Mientras decenas de familias en Veracruz velan a sus muertos, el gobernador del estado se prepara para el festival de Salsa. ¿A quién se le ocurrió exponerlo de esa manera? ¿Por qué el propio gobernador acepta cumplir con una agenda que le hace tanto daño? Llevarlo a Boca del Río tiene un gran simbolismo: pasear triunfante por la plaza de sus adversarios, sin embargo, el motivo fue el peor que pudieron escoger.

 

¿Acaso no era mejor mostrarlo un día antes -el sábado por la noche, por ejemplo-, en reunión con las fuerzas de seguridad? ¿Por qué no le prepararon un mensaje en el que hablara de las acciones realizadas luego de los hechos de violencia registrados en Tuzamapan, Fortín y tantos otros municipios? Mejor lo hubieran puesto a buen resguardo.

 

La ocurrencia de la vitacilina y el recorrido que hizo este domingo para supervisar el salsódromo de Boca del Río sólo fortaleció la idea de que el mandatario vive en un mundo paralelo, en una burbuja, donde no sucede ni se entera de nada. Ambas apariciones públicas tuvieron el peor timing posible, demostraron frivolidad, falta de ideas y una irresponsabilidad absoluta frente a la violencia que se vivió en las últimas horas.

 

Se ha criticado tanto a los gobiernos anteriores que terminan pareciéndose a él. Cuándo Fidel Herrera y Javier Duarte sentían el calor de la violencia cerca, acostumbraban a hacer apariciones públicas tratando de generar tranquilidad entre la ciudadanía; cuando Miguel Ángel Yunes tenía una crisis de cualquier tipo, solía ir a bolearse los zapatos al parque Juárez para ser entrevistado. ¿Acaso están intentando hacer lo mismo?

 

La autocomplacencia, el elogio propio y la ausencia de autocrítica contribuyeron a que Duarte y Yunes estén donde están ahora. Lo fácil es no escuchar.

 

Frente a este escenario, los principales enemigos del gobernador –además de los que ya conocemos- parecen ser sus responsables de comunicación social y de agenda. El primero nunca ha construido un mensaje sólido, bien estructurado y utilizando los canales adecuados; el segundo, lo pone generalmente en el peor lugar y en el peor momento, como sucedió en Chinameca u otras tantas apariciones públicas.

 

Por mucho, la crisis de la seguridad pública es el problema más grande que enfrenta Veracruz y su gobierno. Todos saben cuáles son los factores que la han provocado: gobiernos que pactaron con el narco, cuerpos de seguridad –federales, estatales y municipales- involucrados con la delincuencia organizada, representantes populares, autoridades de la fiscalía y jueces corrompidos por los cárteles, y un gobierno estatal incapaz de establecer la paz que había prometido.

 

Insistir en voltear al pasado para dejar de ver la barbarie del presente ha dejado de ser buena idea. Para eso fueron electos, para que el pasado no volviera jamás; sería lamentable que entre los veracruzanos prenda la idea de que estuvimos mejor cuando estábamos peor.

 

Este fin de semana fue la enésima jornada sangrienta que enfrenta este novel gobierno: se contabilizaron al menos 17 homicidios. Al multihomicidio de Tuzamapan, se sumaron las ejecuciones de un comerciante y ganadero en San Juan Evangelista, de dos jóvenes afuera de una iglesia en Fortín, la agresión a un grupo de estudiantes en Acultzingo –dos de ellos perdieron la vida-, el hallazgo de un hombre decapitado en el mismo municipio, la ejecución de una persona cuando caminaba por la noche en las calles de Córdoba y el secuestro del hermano de un empresario hotelero de Costa Esmeralda.

 

En su mensaje dominical, el vocero de la Arquidiócesis de Xalapa, José Manuel Suazo Reyes, dijo que no se puede ocultar la violencia desbordada que estamos sufriendo los veracruzanos, al referirse a los hechos de este sábado en Fortín de las Flores. Tal vez al gobierno no le importe mucho la opinión de la iglesia, pero es un mensaje que se transmite de manera consistente entre su feligresía.

 

Si el gobernador quiere recuperar la confianza de los veracruzanos –las encuestas no son tema en este momento- debe escoger mejor el mensaje y el lugar para emitirlo. Debe tener una agenda que corresponda al ánimo de los ciudadanos y que confirme que está enterado y ocupado de los problemas del estado, como seguramente lo está.

 

Es el gobernador de Veracruz. Como cualquiera de que lo ha sido, siempre tendrá adversarios. El problema es tenerlos tan cerca.

 

Las del estribo…

 

1. El caso de Xalapa también es alarmante. Todas las cifras oficiales y de organizaciones como “Alto al Secuestro” señalan a Veracruz como el estado con mayor incidencia de este delito en el país. Y dentro del estado, la capital del estado resulta ser el municipio con el mayor registro de casos, lo que nos convierte en una vergonzosa referencia. ¿Alguien imaginaba que Xalapa sería primer lugar nacional en secuestros?

2. Las escuelas de Veracruz le deben a la CFE algo así como 200 millones de pesos; tan urgidos que estamos de buenas noticias, que es una oportunidad de oro para que el gobierno estatal gestione lo que ya se autorizó para los tabasqueños; frente a lo que debían, esto es moralla. Son cosas de comunicación y agenda.