Mientras el resto de los mexicanos vivían la resaca de la noche mexicana, Andrés Manuel visitó el estado de Sinaloa, donde habló de un tema que sembró pánico entre el sector agrícola del país: el rescate del viejo esquema de precios de garantía de los años setenta, que dio lugar a tanta corrupción y desalentó la producción agrícola en un campo desvencijado.

López Obrador anunció que el maíz, el principal producto alimenticio de los mexicanos, ahora tendrá un precio de $5 mil 610 pesos por tonelada, pero que sólo comprará veinte toneladas a cada productor, lo que significa que sin importar el número de hectáreas, cada uno de ellos tendrá un pago de apenas $112 mil 200 pesos. ¿En qué estaba pensando el presidente electo? ¿Acaso quiere mantener un campo de jodidos?

Y lo peor es que no sólo carece de información técnica y financiera, sino que placea su ignorancia en el territorio más sensible. Sinaloa es el principal productor de maíz en el país; de hecho, ahí se siembra y se cosecha un tercio de todo el maíz que México produce. En este mercado, Veracruz ocupa el segundo lugar nacional con una producción -en lo que va del ciclo agrícola- de 345 mil toneladas en una superficie de 185 mil 495 hectáreas.

Tal vez nadie le dijo a López Obrador que en Sinaloa el productor promedia de diez a doce toneladas por hectárea y siembra un mínimo de diez, es decir que le sobrarán casi cien toneladas de su cosecha que de acuerdo al esquema comercial propuesto por AMLO, quién sabe cómo los venderán. Algo similar va a suceder en Veracruz.

Según explica el especialista José Luis López Duarte, la producción de maíz es una cadena de eventos económicos en la agricultura que posterior a su cosecha y comercialización se inicia el ciclo industrial que va escalando en la medida de su transformación, cadena que involucra planeación y diseño de superficie, reservas de agua, precios de semillas y fertilizantes, así como el mercado del dinero por la inversión, todo ello sujeto a las tendencias del mercado mundial y los potenciales precios a futuro cuando se den las cosechas.

Aunque así lo suponga el presidente electo, el sector alimentario del país no se reduce a restablecer precios de garantía para que los productores más pobres estén tranquilos. Es claro que López Obrador no entiende el concepto de ventajas comparativas ni las ganancias derivadas del comercio internacional.

Hoy el país tiene una franca dependencia comercial con Estados Unidos, del que importa la mayor parte del maíz amarillo que se consume en México; en maíz blanco, somos prácticamente autosuficientes. Dentro del TLC están convenidas las cuotas de importaciones e incluso porque somos deficitarios en más de 10 millones de toneladas, es decir, que nuestro mercado interno consume más de lo que produce.

¿Qué va a pasar si los productores norteamericanos ponen 3 mil pesos o 4 mil pesos la tonelada de maíz en la frontera norte? ¿A quién le van a comprar los industriales? ¿A los productores nacionales o a los gringos? Andrés Manuel López Obrador afirmó: “vamos a establecer precios de garantía y se producirá en México lo que consumimos”. No queda claro de su afirmación si es una propuesta limitada al maíz o incluye todos los productos agrícolas.

Según explica Isaac Katz, economista y profesor del ITAM, atender y tratar de solucionar los problemas de pobreza de una parte de la población rural, particularmente el minifundista que vive y produce en zonas marginales con tecnología obsoleta, por lo que la productividad por hectárea es notoriamente baja (700 kilogramos comparado con más de 10 toneladas en la agricultura moderna), no se logra con precios de garantía.

Esto sería sólo un paliativo sin resolver a fondo, lo que constituye un problema estructural derivado de la reforma agraria: la atomización de la tierra y una pésima definición de los derechos de propiedad. La política propuesta por López Obrador ya se instrumentó en el pasado (destacando el Sistema Alimentario Mexicano con López Portillo) y claramente no funcionó. Precios de garantía no son el camino a seguir; y ahora veremos la versión remasterizada de la Conasupo y otros fantasmas del pasado.

Esta semana, el presidente electo de México inició por el país lo que ha llamado la gira de agradecimiento a quienes votaron por él y lo hicieron Presidente; el “pejetour” no es otra cosa que su nostalgia por la campaña eterna que ha mantenido en las últimas dos décadas.

Si sólo se tratara de dar las gracias, no habría problema. Lo que verdaderamente preocupa es que sigue arrastrando la cobija, demostrando que no tiene la más peregrina idea en asuntos que son el alma y corazón de la economía nacional, de cómo operan los sectores productivos del país y de los efectos que tendrá su necedad por subsidiar todo lo que le genere popularidad.

De la decepción a la frustración social sólo hay un paso.

Las del estribo…

  1. En diciembre de 2016, el gobernador Miguel Ángel Yunes pensaba que el problema de los colectivos de familiares de personas desaparecidas era político y mediático. Por ello, al entregarles la medalla Ruiz Cortines pensó que el tema estaba zanjado. Casi dos años después, han sido los Colectivos los que han hecho los principales hallazgos y hecho pública la información sobre las fosas clandestinas. De ahí nace el conflicto, de quien dice la verdad.
  2. Según los dirigentes magisteriales, suman más de 300 agresiones contra maestros en Veracruz –secuestros, asesinatos, extorsiones y levantones-; la principal, del gobierno del estado. La derrota electoral pasó factura a los maestros veracruzanos.