La verdad ha sido revelada. La razón de la renuncia del ex Secretario de Hacienda, Carlos Urzúa, fue darse cuenta de que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador no tiene un plan, no tiene rumbo, sólo tiene la obstinada retórica populista que, una vez en el gobierno, se ha convertido en un manifiesto político.

No lo dicen sus adversarios políticos, los académicos conservadores ni los medios aliados a la mafia del poder. Lo dice quien fue responsable de la Hacienda pública del país durante los primeros meses de gobierno, hoy defenestrado por la defensa de las ideas y el sentido común.

De vuelta en la academia y los medios, Urzúa no ha tenido empacho en revelar la intimidad de sus diálogos con el Presidente, lo que ha expuesto la osada ignorancia de López Obrador y los riesgos que enfrenta el país. De la lectura de sus escritos se desprende que el país se ha hecho a la mar con un palo de escoba como mástil.

Este lunes Carlos Urzúa escribe de su encuentro con el Presidente López Obrador, el día que fue informado que el Plan Nacional de Desarrollo (PND) elaborado por la Secretaría de Hacienda –luego de meses de consultas y foros de especialistas-, sería sustituido por uno escrito a puño y letra por el propio mandatario.

Así lo relata: “Me atreví entonces a comentarle que a mi parecer su trabajo no era un plan, sino más bien un manifiesto político y que como tal podría constituir un largo prefacio del otro. Pero no fue aceptada mi propuesta; un secretario de Estado no es, después de todo, más que un secretario. Y así, al regresar a mi oficina de Palacio Nacional comencé a calcular las cajas que iba a requerir para desocuparla”.

Fue la gota que derramó el vaso. La insolencia de las imposiciones o la temeraria insensatez de Manuel Bartlett palidecieron ante lo evidente: no podría fungir como Secretario de Hacienda de un gobierno sin rumbo, sin planeación estratégica, sin programas, sujeto sólo a la voluntad personal y caprichosa del Presidente.

En efecto, en las primeras 64 páginas del PND propuesto por el Presidente y aprobado por el Congreso no existen métricas, indicadores base o líneas de acción específicas para los próximos cinco años, pues sólo se hace un “recuento de culpas” al pasado con argumentos ideológicos. La misma retórica de la 4T.

Además, presentado en el mes de mayo, el PND contemplaba con infundado optimismo una meta sexenal de crecimiento promedio de 4.0 por ciento, la cual no sería alcanzable porque carece de estrategias específicas para promover el empleo y las inversiones. La realidad nos alcanzó apenas dos meses después, cuando todos los indicadores muestran que el crecimiento del primer año de gobierno no logrará siquiera el 1% de crecimiento.

Por alguna razón que el propio Urzúa no se explica, el Presidente mandó dos documentos al Congreso: el suyo y el de la SHCP. “Sobra aventurar sobre la perplejidad que debieron haber tenido los diputados al recibir ambos documentos.” El asombro fugaz no debe haber sido mucho porque al final los legisladores decidieron por el documento presidencial, mismo que fue publicado en el Diario Oficial de la Federación el 12 de julio pasado.

Finalmente Urzúa advierte que la pesadilla no ha terminado. “Quizás piense usted ahora que la historia termina allí. Para quien esto escribe sí, pues renuncié a mi cargo tres días antes de la promulgación del plan del Presidente. Pero para el gobierno federal no, pues de acuerdo con la Ley de Planeación las dependencias y entidades federales tienen hasta seis meses para publicar, basadas en el Plan Nacional de Desarrollo, los programas sectoriales, institucionales, regionales y especiales emanados de él. El único problema es que el Plan que ya fue promulgado no detalla nada al respecto”, concluyó.

Es decir, sin un documento rector, las dependencias –desde el gabinete hasta cualquier jefatura de departamento- están expuestas a la discrecionalidad de acciones que no podrán ser planificadas ni evaluadas. Que serán producto de la ocurrencia efímera o de la imposición de una autoridad superior. Será una cena de negros.

Hoy el plan adolece de un abismo entre la visión personal del Presidente y la realidad del país. El PND ni siquiera plantea la ruta de la famosa cuarta transformación, sólo insiste en la retórica descalificadora. Es tan evidente el extravío que nadie sabe el momento en que inicia la operación de un programa, y tampoco en qué momento finalizará o cuál es su meta última a alcanzar. Repartir el dinero de manera discrecional no es una política pública.

Sustituir la planeación por la demagogia podría llevar al país a rememorar los días más oscuros del echeverrismo. Origen es destino para López Obrador.

Las del estribo…

  1. Este martes se reúne la fracción parlamentaria del PAN en el Congreso y funcionarios de la Sefiplan para dialogar sobre la reestructuración de la deuda. No será una reunión tan afable como la del miércoles pasado, pero si logran salir airosos, es posible que el dictamen efectivamente se presente en la sesión de mañana. Los técnicos van a enseñar a los rudos a hacer política.
  2. Las visitas de AMLO a Veracruz ya perdieron la magia. La gente ha dejado de asistir por iniciativa propia y se empiezan a dividir en dos bandos: los beneficiarios de programas sociales que son llevados por el gobierno y los grupos que asisten para protestar por las decisiones que han tomado. Los segundos son cada vez más, sobre todo porque el Presidente no trae solución alguna, sólo la misma canción.