En cualquier proceso de resolución de conflictos o de creación de paz, en la mediación o la reconciliación, y en la reparación del daño, la disculpa pública o incluso el perdón, tienen una fuerza sanadora inigualable.

Por ello, me parece muy importante y realmente destacable que Cuitláhuac García, candidato de Morena a Gobernador de Veracruz, haya expresado y pedido una disculpa a las madres y familiares de personas desaparecidas durante el conversatorio del viernes 8 de junio pasado.

En momentos donde no hemos entendido que las diferentes violencias que nos aquejan como sociedad sólo tendrán solución en un cambio de paradigma desde el amor y la reconciliación, que un aspirante a gobernar a más de 8 millones de veracruzanos, haya podido expresar que se equivocó y haya pedido una disculpa en frente a madres y padres que se sintieron ofendidos por sus declaraciones de días previos al criminalizar a los jóvenes y los desaparecidos, tiene un valor singular y especial que habrá que ponderar muy favorablemente.

Estamos viviendo como sociedad y como ciudadanos un vacío de discusión seria y educada sobre las opciones que tenemos ante los candidatos a los diferentes puestos de representación popular. La mayoría de lo que leemos y escuchamos en los medios y redes sociales son posturas en contra del candidato que queremos, en lugar de expresar y explicar las cualidades o razones del candidato que nos gusta. Las campañas se han vuelto un diálogo de sordos y puro ruido negativos en las redes.

La capacidad de escucharnos  se ha perdido. La capacidad de expresar razones y juicios positivos sobre qué queremos y porqué simplemente está ausente. La denostación, la crítica negativa, la difamación, las mentiras, los chismes, todo ello es lo que prevalece en este debate anti-ciudadano, en este gran cotilleo diario entre todos y de todos contra todos.

Frente a ellos, se nos hace muy difícil y complicado encontrar sentido a nuestras elecciones. Desde luego el ser humano hace siempre interpretaciones, mismas que hacemos desde nuestro pasado y desde nuestra tradición de sentido. Hacemos interpretaciones desde los supuestos, prejuicios, pre opiniones, valoraciones, que son patrones habituales de conferir sentido a la realidad o al acontecer. Escuchamos desde nuestras expectativas, desde lo que consideramos que “debe” pasar, según nos dice el filósofo Rafael Echeverría.

Por ello se nos dificulta mucho poder escucharnos porque hacemos interpretaciones muy distintas de la realidad, y eso está bien porque somos cada uno de nosotros observadores diferentes, lo que nos hace pensar, creer, opinar, decidir diferente. Sin embargo, a la hora de hablar, de expresar nuestras opiniones o juicios o interpretaciones, en lugar de tratar de explicar, en lugar de ofrecer afirmaciones verdaderas y juicios válidos, atacamos, criticamos, calificamos a nuestro oponente, al contrincante.

El conversatorio con familiares de personas desaparecidas fue un éxito por muchas razones, pero desde mi punto de vista lo fue más porque no hubo ataques. La mayor parte de la reunión, salvo al final, se desarrolló en un escuchar respetuoso y propositivo.

Ciertamente ninguno de los candidatos dijo nada nuevo, e incluso, coincido con las afirmaciones que se expresaron al final por algunos de los asistentes, de que no conocen bien el marco legal, ni los derechos humanos, ni los aspectos principales de los derechos de las víctimas. Por ejemplo, cuando una madre preguntó por el tema de la reparación del daño, todos los candidatos respondieron que se debe perseguir y enjuiciar a los responsables, siendo ese aspecto solamente uno más de los que comprende la reparación integral.

La candidata de Nueva Alianza quiso subsanar sus claras deficiencias intelectuales con una actuación melodramática. El candidato del PAN-PRD-MC, Miguel Ángel Yunes Junior, resultó patético por su soberbia y falta de empatía con el auditorio y con los organizadores, además de que solamente leyó las notas que le habían preparado sus asesores. Pepe Yunes, como siempre no solamente fue el más preparado en cuanto al conocimiento de las leyes, sino que quizá fue el más sensible y conectado emocionalmente con las personas familiares y víctimas. Sin embargo, Cuitláhuac García de Morena, tuvo la habilidad política de responder sin querer demostrar que conoce la ley, y también la de responder a la inquietud de su audiencia y de comprometerse con la necesidad de la atención que necesitan las víctimas en Veracruz.

Durante este ejercicio organizado por los colectivos de víctimas de desaparición y por ciudadanos comprometidos con crear procesos de paz y reconciliación más allá de las meras políticas de seguridad o de procuración de justicia, me di cuenta que las violencias en México y en Veracruz no van a poder disminuir, solamente apostando a mayor presupuesto o más atención, si no creando espacios de escucha, de conversaciones, de nuevas interpretaciones que permitan escuchar a un otro diferente, y más si ese otro diferente ha sufrido o está sufriendo.

Por eso, me parece que hay que destacar y valorar en su justa dimensión que un candidato haya podido no solamente escuchar con atención lo que le decimos los que trabajamos con víctimas y derechos humanos, si no que haya reconocido una falla y haya pedido disculpas.

Todos nos equivocamos, cada uno de nosotros nos hemos equivocado y hemos lastimado a alguien en nuestro entorno alguna vez en nuestras vidas, y si así lo reconocemos, sabemos lo difícil que es pedir perdón, lo difícil que es disculparse. Pero quien lo ha logrado y lo ha hecho, sabe que ese paso abre el camino a muchas cosas, abre el camino al cambio, abre el camino a la humildad, y también abre las puertas a la cooperación, a la reconciliación, y a la sanación.

Por ello mismo, no veo otro camino en Veracruz que el de escuchar, el de ser empático, el de ser sensible y humano, otro camino que no sea el de la reconciliación y el de la reparación, una reparación que pase por la disculpa, una reparación que pase por pedirle perdón a todas las víctimas a las que les hemos fallado y hemos olvidado.