Con al menos tres riesgosas rutas de acceso de enfermedades contagiosas, particularmente la de moda, el ébola, el estado de Veracruz no parece estar preparado para enfrentar una posible contingencia sanitaria, que puede poner en grave riesgo a la población.

A nivel del discurso político, solo cuatro funcionarios se han pronunciado en torno a esta pandemia que asola a al menos tres países de África, dos de ellos (el coordinador general de Comunicación Social Alberto Silva Ramos y el nuevo secretario de Salud Fernando Benítez Obeso) lo hicieron para negar de manera rotunda el rumor surgido hace dos semanas sobre la detección de un caso e, incluso, el segundo –de manera delirante– profirió torpes amenazas contra los medios o redes sociales que habían difundido sin fundamento la existencia de un caso en territorio veracruzano.

Uno más, Sergio Villasana Delfín, jefe de Sanidad Internacional, anunció que se avituallaría la jurisdicción sanitaria VIII para prevenir y atender posibles casos, mientras que Lorenzo Castañeda Pacheco, jefe de dicha jurisdicción, dijo desconocer todo lo relativo a ese anuncio, por lo que remitió a la página web de la Secretaría de Salud a los periodistas que lo cuestionaron al respecto.

Como si los veracruzanos viviéramos en un paraíso de inmunidad (y no solo de impunidad), las autoridades sanitarias locales no han prestado la atención debida a este asunto. En descargo, resulta que tampoco a nivel federal se ha tomado en serio esta posibilidad.

Tan acostumbrados como estamos los mexicanos –gracias a la creciente violencia que han impuesto criminales y políticos coludidos con ellos– a lidiar todos los días con la muerte (y ya viene por cierto su celebración más emblemática), es posible que consideremos pecata minuta el fallecimiento de varios paisanos, ahora por muerte natural, pese a que si fallecen por ébola siempre habrá la posibilidad de que el problema se masifique, como en su oportunidad ocurrió con la gripe A H1N1, en el sexenio de Felipe Calderón

Pero pongámonos serios: sin ser expertos en el tema, la entidad (y México por consecuencia) puede tener tres vías de acceso para el ébola: el más importante, la entrada de embarcaciones que transportan mercancías de todas partes del mundo, incluso granos del continente africano, cuyas tripulaciones pueden ser portadores del fatal virus.

Esta misma semana, autoridades portuarias, de las secretarías de Agricultura federal (Sagarpa) y de Salud, así como de la Capitanía del Puerto, anunciaron que cuentan con un plan en caso de emergencia sanitaria, para prevenir –según lo dicho por el capitán regional, Enrique Casarrubias García– la llegada de marinos o tripulantes contagiados del virus del ébola. Y explicó: “Si bien es cierto que no tenemos barcos que llegan directos de África, puede existir la opción de que puedan embarcarse en puertos europeos tripulantes africanos”.

Sin embargo, el protocolo no es muy confiable porque se basa en que los marinos que desembarquen en el puerto muestren su tarjeta de salud, su documento marítimo y su pasaporte, en que se señale que están sanos. No se prevé la utilización de aduanas sanitarias más estrictas en que se detecte, por ejemplo, la temperatura de los visitantes y se les segregue para brindarles vigilancia epidemiológica hasta que se esté seguro de que no es ébola lo que les afecte.

Otra vía de acceso es el aeropuerto internacional jarocho, donde el riesgo no solo lo representan visitantes extranjeros sino también paisanos provenientes de países donde se han detectado casos, y también el retorno de mexicanos que por vía terrestre regresan, por ejemplo, de los Estados Unidos.

Lo cierto es que, pese a que es un problema serio, en Veracruz no se ha anunciado que la Secretaría de Salud tome providencias para adquirir los trajes especiales con que deben trabajar los médicos y enfermeras en el caso de atender un posible contagiado con el ébola.

Tampoco hemos sabido que en algún hospital se esté adecuando un área específica para segregar a quienes se tenga la certeza de contagio, así como a quienes hubieran estado en contacto con ellos, dotada de todas las medidas de seguridad, el conocimiento del personal del personal médico para atenderlo, así como los medicamentos necesarios para atacar al virus.

Como si cerrando los ojos evitáramos que la realidad ocurra, el nuevo secretario Fernando Benítez Obeso anda más entretenido en colocar a sus amigos hasta en los puestos de intendencia que en cuidar este aspecto. Dice el dicho que más vale prevenir que lamentar, de manera que cualquier gasto será superfluo si con ello nos adelantamos a posibles problemas que serían más desastrosos que el propio crimen organizado y su secuela de muerte y destrucción.

Para colmo, en menos de lo que canta un gallo tendremos en varias ciudades de la entidad a deportistas y directivos que vienen a participar en los Juegos Centroamericanos y del Caribe 2014, denominados como los juegos del hambre para los veracruzanos, y ello va a significar una mayor exposición a personas que provienen de países que tampoco se están preparando para la pandemia.

¡Que Dios nos agarre confesados!

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