Xalapa huele a muerto, a podrido. Xalapa está en la oscuridad, sobrevive mientras la corrompen, es la víctima de un secuestro a cambio de nada, la mantienen cautiva desde todos los frentes. Ya no son lejanas las escenas de barbarie venidas del norte del país.

La vida de las y los xalapeños vale menos que un cuerno de chivo, menos que el gel con el que se peina el fiscal, menos que la despensa de Américo Zúñiga comprada en COSTCO, menos que las botas de los policías veracruzanos. La seguridad en cualquier calle de la capital veracruzana ha sido borrada por la impunidad con que operan asesinos y ladrones.

Y la culpa, en automático, se le atribuye al mal gobierno, a las instituciones de justicia y seguridad; es de esperarse. Pero mas allá, haciendo un esfuerzo por tener serenidad y claridad, el monstruo es más grande y peor que el gobierno actual; está alimentado de ignorancia, de falta de oportunidades, de educación sin vocación, de corrupción, de indiferencia.

Sí, gran responsabilidad es del gobierno, pero también, en su justa medida, es responsabilidad de lo que se da en casa; de cómo las generaciones actuales han sido formadas o deformadas, de lo que las niñas y niños ven hoy en la televisión y el cine, de lo que hacen y dejan de hacer adolescentes con padres que no entienden que desde sus teléfonos celulares tienen acceso a todo tipo de contenido. ¿Qué podemos esperar?

La sociedad de nuestros días, en su mayoría, está acostumbrándose a ver como cotidiana a la muerte, la sangre, la bala, el acoso sexual, el abuso. Todos andamos a las ganadas, queremos ser los primeros en pasar a pagar, los primeros en hacer la inscripción, los primeros en pitar cuando se pone el verde, los primeros en despreciar a los que piden ayuda, los primeros sin importar a quiénes haya que quitar.

Somos muchas y muchos xalapeños y en esa multitud se han degradado los valores que algún día le dieron el título de Atenas Veracruzana a nuestra ciudad. Tampoco hay un esfuerzo verdadero del gobierno municipal por regresarle a la ciudad la categoría que tenía en tiempos de Guillermo Zúñiga, por ejemplo. La voluntad del político, por dejar algo trascendente en la mentalidad de las personas, es cambiado por el facilismo de programas que dan sin resolver en el fondo lo más importante, el sentido cívico de ser un ciudadano.

No quiero desviar el tema. Los culpables de lo sucedido en La Madame deberían pagar por los asesinatos, las autoridades deberían apegarse a ley y al derecho, no a contestar twitts.

Lo que quiero compartirles, aunque estoy seguro que muchas y muchos ya lo piensan, es que Xalapa ya no podrá ser la misma, nunca. Qué horror, qué miedo, qué impotencia; y bajo ese contexto quieren que salgamos a votar. Tal parece, también, que los hechos recientes son actos de terrorismo para contener la participación el 5 de junio, porque no se ve un esfuerzo de la autoridad por cambiar la percepción de la ciudadanía; es en ese silencio, en esa torpeza, en su incapacidad de reacción y prevención, que demuestran la calidad de funcionarios que son (incluyendo estatales y municipales). Con la vara que miden serán medidos y con el tufo del agua de florero de panteón se van apestando.

Por último, una menor estaba en el antro ya mencionado el día del ataque; ¿cómo será la situación en los demás antros de la ciudad? Señoras y señores, no soy quién para decirles cómo cuidar a sus hijas y sus hijos, pero a las autoridades de comercio municipal, a la “incorruptible” Clorinda Ferral, sí les recordamos que no estaría mal hacer operativos en bares.

Así como han sancionado a otros sectores que no lucran vendiendo bebidas alcohólicas y quién sabe que más, ahora den la cara y expliquen por qué había una menor en La Madame y si podría haber más en los antros de Xalapa. Diría mi sabio abuelo: “ahí está la falsedad”. Escriba a mrossete@nullyahoo.com.mx formatosiete@nullgmail.com www.formato7.com/columnistas