La guerra sin cuartel que se han declarado desde hace poco más de un mes el gobernador Miguel Ángel Yunes Linares y las fracciones parlamentarias del PRI-PVEM y Morena en el Congreso local en torno a la autorización para reestructurar la grave deuda pública legada por los tres últimos gobernadores del PRI (Miguel Alemán, Fidel Herrera y Javier Duarte), amenaza con llevarse entre las patas a 8 millones de veracruzanos (tal vez menos, pues muchos han sido obligados a migrar a otras entidades y países), ya que ninguno de los generales quiere abdicar ni sentarse a negociar una paz necesaria y urgente.

Es tan apocalíptico el destino que nos pintó el gobernador Yunes este miércoles, luego de que la oposición le infligió en la Cámara una de las peores derrotas en su breve estancia al frente del Ejecutivo que, en lugar del cambio, deberemos esperar una caída todavía más estrepitosa. Tanto Yunes como los priistas están dispuestos a quemar a Roma antes de claudicar y darle al adversario el camino fácil rumbo a los próximos procesos electorales.

En efecto, nos va a ir más mal. Cada vez se oyen más fuertes los tambores de guerra. Yunes ha pedido a los congresistas que votaron en contra, que reconsideren su postura; para animarlos, los ha amenazado con reducirle al Congreso el presupuesto a la mitad, con ahorcar a los diputados con la postergación en la entrega de sus dietas (“Prefiero pagar a maestros que a diputados sin compromiso”), con despedir ipso facto a cientos de trabajadores de la nómina oficial. Y que, aun así, incluso reestructurando, las cosas no van a mejorar.

En los últimos seis años, ¿algún veracruzano llegó a ver algo positivo de su gobierno, una obra que le hubiera hecho sentir aliviado en su movilidad, un programa que permitiera la mejora  en la atención de su salud, algún nuevo centro cultural, una avenida que resolviera los enormes nudos viales producto de la falta de planeación, una oferta de trabajo que le satisficiera sin necesidad de dar moche al contratante, un incentivo para crear y mantener su propia empresa? Salvo los que se forraron con los dineros públicos, seguramente sí.

Lo que quiero decir es que los veracruzanos estamos curados de espanto. Lo que ha repetido hasta el cansancio un enojado gobernador Miguel Ángel Yunes, a quien le entregaron una administración en quiebra, desahuciada, es un escenario que ya hemos vivido la mayoría de los veracruzanos, con la diferencia ciertamente de que antes lo sufrimos con un gobernador ladrón que decía que a Veracruz le iba a ir mejor, aunque no se viera ni un gramito de progreso.

Nulo diálogo, nula negociación

Lo que se observa, por desgracia, es una carencia en la capacidad de diálogo constructivo tanto del gobernador Yunes Linares como de los líderes de los partidos políticos y congresistas no solo en el poder (PAN y PRD) sino también opositores, en especial PRI y PVEM, porque Morena es un cero a la izquierda, un grupo que se mueve con el único objetivo de ganar comicios. Y lo que viene puede ser verdaderamente catastrófico.

Yunes no quiere rebajarse a negociar. Repite que ha ido al Congreso desde enero a explicar, pero eso no es negociar. No se va al Congreso solo a hablar como si se acudiera a una conferencia de prensa, y a tratar a los diputados como simples reporteros que formulan preguntas. Le ha faltado a él, a su equipo y a sus diputados una agenda con puntos que puedan ser sensibles a una modificación. Y los diputados del PRI y el PVEM no han tenido liderazgo para plantear exactamente las ideas que podrían mejorar la propuesta de reestructuración.

Por desgracia, y lo sostengo, muy poco pueden hacer los diputados de Movimiento Regeneración Nacional (Morena) en favor de los temas estatales. Si, pese al carácter arbitrario del gobernador Yunes los diputados del PAN y sus aliados del PRD han tenido algunos destellos de autonomía, en el caso de los de Morena no hay un ápice de reflexión y capacidad volitiva para tomar posiciones personales. El propio dirigente estatal de ese partido, Manuel Huerta Ladrón de Guevara, dijo públicamente que quien votara a favor de la reestructuración sería expulsado de inmediato. Con esas garantías, cuál libertad.

Amado Cruz Malpica, coordinador parlamentario de Morena, ayer mismo planteó que no se puede responsabilizar a su fracción del rechazo al dictamen, especialmente cuando ya se tenía un pacto con el PRI para sacar adelante el acuerdo. Y sacó de la chistera un argumento que, por usos y costumbres de Morena, no acepta mayores explicaciones: de acuerdo a especialistas (¿cuáles, quiénes, en qué?), el permitir al gobernador renegociar con los bancos generaría una deuda por 34 mil millones de pesos, además de los 46 mil millones que se tienen en la actualidad.

Por su parte, el coordinador de la bancada del PRI, Juan Nicolás Callejas Roldán, dijo que están dispuestos a apoyar una nueva iniciativa para reestructurar la deuda pública, siempre que la propuesta sea más transparente, se evite caer en los excesos del pasado (en que, dicho sea de paso, incurrió su padre Juan Nicolás Callejas Arroyo, líder cameral en la anterior legislatura) y se haga a un lado el autoritarismo del gobernante en turno. Según lo dicho a periodistas; propuso diálogo y convencimiento y dejar de lado las amenazas y la intimidación para sacar acuerdos de documentos que no tienen claridad.

Mientras ellos se dan con la cubeta, Veracruz zozobra.

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