Varios lectores me han hecho el favor de comentar mi columna de ayer, en la que me dediqué a repasar algunas de las atrocidades que cometen los bancos que operan en México (no digo mexicanos, porque casi todos son de capital extranjero) en contra de sus clientes y sus usuarios.

Un amigo querido, de plano me dice que los banqueros “son una bola de ratas bandidas”, lo que se me hace una afirmación muy respetable, dada la calaña de los destinatarios.

Otro señala que me faltó hablar del famoso Buró de Crédito (BdC), y le hago caso ahora mismo:

El BdC es un organismo que se encarga de conjuntar la información crediticia de cualquier mexicano que use tarjeta de crédito o de almacenes, solicite un crédito hipotecario, pida un préstamo en efectivo a alguna institución financiera, e incluso utilice algunos servicios privados como el teléfono, la televisión de paga, los almacenes y otros del orden público como el agua o la recolección de basura en los municipios en donde se cobre.

La idea no es mala en principio: ahí cualquier institución que necesite información sobre el comportamiento crediticio de una persona puede hacer una consulta rápida y segura. Lo que resulta pésimo es la aplicación de la idea.

Primero, los protocolos del BdC para ingresar a un moroso son demasiado laxos y, por el contrario, los procedimientos para sacar a alguien son demasiado estrictos y tardados. Y califican cualquier atraso sin importar el monto o la circunstancia.

Cuento un caso: cierta hermosa usuaria del servicio de tv por satélite Dish decidió un día ya no seguir contratando a esa la empresa, por motivos que no vienen al caso aquí. Llamó al número correspondiente de esa compañía, y después de un pequeño calvario y muchísimas explicaciones logró que dieran de baja su cuenta, que pagaba mensualmente a través de una tarjeta de crédito.

Algunos meses después, solicitó un préstamo para comprar un vehículo, ¡y se lo negaron! Resulta que tenía una mala calificación crediticia debido a que Dish había reportado un adeudo pendiente con ellos por la fabulosa cantidad de ¡34 pesos! Con el fin de causarle una molestia, seguramente la compañía adrede dejó de cobrar esa cantidad irrisoria, y así entró al Buró, del que sólo pudo salir dos meses después, y luego de haber pagado no 34, sino 69 pesos, porque Dish no se quedó sin cobrar intereses y multas por quién sabe qué cosas.

Y la Profeco, que debería ser la instancia que se encarga de cuidar a los consumidores, bien gracias.

Lo mismo sucede con otra dependencia que en teoría defiende a los usuarios de los servicios bancarios, la Condusef, que para empezar sólo tiene oficinas en el Puerto de Veracruz, y hasta allá hay que llevar la queja contra algún banco.

Esa casi inútil Comisión debería vigilar con mucho mayor cuidado a los bancos para evitar que sigan cobrando comisiones ocultas (ya no cobran por consulta de saldo en cajeros, pero sí por imprimir la consulta, y si no se imprime no se puede ver en pantalla) y que sigan acosando a los deudores morosos, que ahora en México son millones… y pronto seremos más.

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