Componer piezas aisladas, explicó Antonio Sánchez en la apertura del 7° Festival Internacional JazzUV, equivale a escribir cuentos cortos pero La Suite de los Meridianos es un proyecto más ambicioso, es su «humilde intento de escribir una novela musical». Tras esta presentación inició una historia continua que durante poco más de un hora nos condujo por una paisajística sonora que podría ser la música de una película fantástica.

Una suite es una historia larga formada de varios episodios que tienen la particularidad de que, aun siendo parte de la trama general, pueden desprenderse de ella sin que su narrativa se vea afectada. Uno puede disfrutar la Danza del hada de azúcar sin saber que está escuchando una parte del Cascanueces de Tchaikovsky o extasiarse con el bello y famosísimo Air, ignorando que se trata del segundo movimiento de la Suite para orquesta n.º 3 en re mayor de Bach.

Si The Meridian Suite es una novela debe entenderse como Rayuela, la novela total de Julio Cortázar cuyos capítulos pueden leerse por separado y en cualquier orden porque no es una obra lineal sino un amasijo de sensaciones, coloraturas, palpitaciones.

The Migration Band en el 7° Festival Internacional JazzUV (Foto: Rafa Díaz)
The Migration Band en el 7° Festival Internacional JazzUV (Foto: Rafa Díaz)

¿Es jazz?, no lo sé, para mí lo es aunque muchos duden pero lo que sí es innegable es que se trata de música del siglo XXI hecha con todas las herramientas de la época y la conjunción feliz de cinco voluntades altamente creativas, las de Seamus Blake, John Escreet, Matt Brewer, Thana Alexa y el propio Antonio Sánchez (en el disco aparece, además, la guitarra de Adam Rogers). Cinco jinetes que cabalgando en la grupa de sus potros, ya de hierro, ya de nube, recorren el planeta como líneas meridianas que entre el cenit y el nadir contienen tempestades, brisas calmas, arideces, exhuberantes verdores, ventiscas, marejadas.

Como Rayuela, La Suite de los Meridianos es un contenedor de tintas de la pluma propia y la ajenas, un colector de momentos diversos de la creación que va del post bop, al jazz rock, al new age, al free jazz y, sin quedarse en ninguno de ellos, toma hilos de sus lenguajes para bordar la aventura propia, la historia que quiere relatar.

La voz del grupo va del susurro al jadeo, del gemido al alarido, del éxtasis al remanso, de la tormenta a la paz. La partitura se enriquece con la voces personales, la de una garganta de piedra pómez y roca acantilada que sacude a veces y a ratos acaricia, la de un saxofón al que no le alcanzan las notas para saciar sus ansias de titán, la de un piano surtidor inagotable de armonías y de sueños, la de un bajo que trota o que cabalga sin tropiezo aunque vaya remolcando un tren entero, la de una batería apoteósica que además de ametrallar su polirritmia se inventa como batuta, como cincel para esculpir un monumento a la invención.

Así como en Rayuela nacen palabras que no estaban en el mundo (Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia), en la Suite de los Meridianos, cuando la escuchamos en vivo, aparecen novedosas sonoridades instantáneas que, como fuegos de artificio, chisporrotean sus colores y se van.

Es posible reproducir el disco en orden aleatorio porque cada uno de los cinco movimientos: Cuadrículas y patrones, Líneas imaginarias, Canales de energía, Campos magnéticos y Recorridos de la mente es un mundo con sus propias leyes y leyendas, y el conjunto, el universo que les permite gravitar como vasos comunicantes.

A la narrativa hay que sumar un fuerte influjo poético, personalmente me recuerda a Piedra de sol, ese extenso poema circular de Octavio Paz que puede comenzar a leerse en cualquier momento y cerrar el ciclo al volver a él pues el conjunto y cada una de sus partes son un eterno retorno al origen de los tiempos, «un caminar entre las espesuras / de los días futuros y el aciago / fulgor de la desdicha como un ave / petrificando el bosque con su canto / y las felicidades inminentes / entre las ramas que se desvanecen, / horas de luz que pican ya los pájaros, / presagios que se escapan de la mano»

¿Es jazz?, no lo sé, es música contemporánea y cada vez que la escucho, como en el capítulo 7 de Rayuela, la «siento temblar contra mí como una luna en el agua»

VER TAMBIÉN: Una aventura extraordinaria │ Antonio Sánchez / I

                   La eterna migración │ Antonio Sánchez / II

CONTACTO EN FACEBOOK        CONTACTO EN G+        CONTACTO EN TWITTER