Hace algunos meses, Ana Miriam Ferráez estaba en los cuernos de la luna. Acababa de ganar la elección a diputada local por Xalapa y era la protagonista de un intrincado plan para convertirla en pareja sentimental del Gobernador electo Cuitláhuac García, y en consecuencia, en una primera dama de facto. Por ello su nombre se manejó para dirigir al DIF, nunca por su experiencia en asistencia social, de lo que no tiene la más peregrina idea. Sería la mujer más poderosa de Veracruz… hasta que se atravesó su ambiciosa familia. Aún antes de ser Gobernador, Cuitláhuac ya tenía la presión de su futura familia política que le proponía toda clase de negocios: compra de despensas, aplicaciones de celular para prevención del delito, medios de comunicación, entre muchos otros. Pero la ambición familiar y la impericia de Ana Miriam echaron por tierra el culebrón sentimental; ella se quedó sola en el Congreso, donde ha sido el hazmerreír nacional con sus intervenciones en tribuna. Hoy que ha propuesto toque de queda para las mujeres como medida para evitar los feminicidios, no es más que una perla más a su vergonzosa carrera política, en la que llegó a expresar públicamente «su asquito» por López Obrador. El Gobernador debe estar aliviado de no hacer caso a los escritores de novelas baratas.