Una vez que los estudiantes de la Licenciatura en Arqueología de la Facultad de Antropología de la Universidad Veracruzana (UV) desarrollan su temporada de campo, continúan su labor en laboratorio, donde dibujan, ordenan, determinan y desarrollan un análisis y discernimiento del material prehispánico encontrado. 

Desde su origen, la Licenciatura en Arqueología de la UV consideró la formación teórico-práctica y actualmente alrededor de 60 estudiantes que cursan el área disciplinar participan en seis proyectos arqueológicos: Piedra Labrada, Playa Vicente, Jamapa, Teocelo, San Francisco Toxpan y Río de Los Pescados, dirigidos por los profesores-investigadores Lourdes Budar Jiménez, María Antonia Aguilar Pérez, Lucina Martínez, Alfredo Vargas, Omar Melo y Rodolfo Parra, respectivamente. 

Para documentar en qué consiste el trabajo práctico, este ciclo escolar Universo ha dado seguimiento a las actividades de uno de los proyectos, el del Río de Los Pescados (https://bit.ly/2Hu5aBl, https://bit.ly/2HuCcS1 y https://bit.ly/2HJlmOd). En una reciente visita al Laboratorio de Arqueología “Alfonso Medellín” de la citada Facultad, fue posible conocer no sólo las piezas localizadas este año, sino de otras temporadas. 

La más destacada es una urna funeraria, cuyo hallazgo se dio en la temporada 2017 en el sitio arqueológico Apazapan. Se trata de una pieza que no es común encontrar –pues normalmente son saqueadas y, en consecuencia, destruidas– y en su interior se identificaron restos de un infante que oscilaba entre los cuatro y seis años. 

“La urna funeraria tiene similitud con las encontradas por Bertha Cuevas en los años sesenta, en el sitio arqueológico El Carrizal. La de nosotros es del sitio arqueológico Apazapan; es una ofrenda asociada al muro de un edificio y tiene una temporalidad que la sitúa entre el año 200 a.C. al 1100 d.C. (que corresponde al periodo Clásico)”, precisó Rodolfo Parra. 

En su momento, recordó, liberarla les tomó alrededor de una semana, y previo a la micro excavación se hicieron estudios con técnicas no destructivas (como tomografías en el Centro de Alta Especialidad “Dr. Rafael Lucio”) para saber qué había en su interior. 

A la fecha, una estudiante ya trabaja en su tesis una propuesta museográfica de esta urna funeraria, porque “el objetivo total de la investigación siempre es compartir y que la gente también conozca”. 

 

Temporada 2019 

El titular del proyecto Río de Los Pescados expuso que los materiales arqueológicos de esta temporada presentan diferencias, si se comparan con los de los sitios reportados anteriormente. “Difieren en su decoración, colores, motivos representados, tipo o calidad de la pasta en que están elaborados”. 

Detalló que una vez que trasladan el material recolectado al laboratorio, los estudiantes lo limpian, organizan –cerámica, arcilla, lítica pulida y tallada, entre otros– y analizan pieza por pieza, es decir, miden, dibujan y registran las características de cada una. 

Por ejemplo, si tienen algún dibujo, identificar si éste está plasmado con pintura o trabajado directamente sobre la arcilla; otro de los análisis es la composición de ésta, pues no todas las piezas fueron elaboradas igual. 

Una labor más es el dibujo de croquis de los sitios arqueológicos que fueron identificados, los cuales se bosquejan en lápiz; posteriormente se digitalizan y trabajan en diversos programas de cómputo. 

Un proceso parecido es el de las piezas de cerámica, pues una vez que fueron dibujadas y se registraron tamaños, formas, decoraciones y asas (en caso de que las tuviera), también se digitalizan e iluminan lo más semejante a la realidad en su vida útil. 

Como parte del proceso, elaboran un muestrario de cada tipo cerámico, es decir, se agrupan los tepalcates de acuerdo a sus características, elaboración, grosor de la pasta y manufactura. Asimismo, integran otros catálogos más, sobre los artefactos de piedra, la lítica y restos óseos. 

Enseguida, desarrollan una estadística que ayude a hacer una interpretación de tales materiales. “Es empezar a construir una historia a partir de los datos que tenemos; es decir, si tenemos materiales que están sumamente decorados y altamente elaborados, es claro que no eran para la vida cotidiana, sino tal vez para la clase de élite o ceremonias muy específicas”. 

Los resultados también contribuyen a entender si los materiales fueron elaborados en la localidad o eran importados, “pero también nos ayudan a entender una organización social de los pueblos mesoamericanos, en este caso los que se ubicaron en la cuenca del río Los Pescados, y en esta ocasión (la temporada de trabajo 2019) los que están más cerca de las montañas”. 

Otra parte del informe tiene que ver con una investigación sobre los trabajos que les anteceden y otras cuestiones, como el entorno natural, pues el conocerlo les ayuda a entender, por ejemplo, de dónde obtenían la arcilla para elaborar sus piezas de alfarería, lo mismo el basalto para sus utensilios. 

Recordó que todos los proyectos arqueológicos son avalados por el Consejo de Arqueología del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), por ello es necesario entregar copias del documento no sólo a la propia Facultad, sino al Centro INAH-Veracruz. 

“En todo el proceso participan los estudiantes. Ellos son quienes analizan, hacen la estadística, investigan, dibujan. Elaborar el informe es parte de su formación, porque en algún momento tendrán la responsabilidad de dirigir un proyecto o trabajar para uno. Esa es la razón; que sepan hacer todo el proceso, desde cómo se elabora una propuesta al Consejo de Arqueología, hasta cómo culmina con la entrega de un informe.” 

El gusto por la cerámica, la lítica y los restos óseos 

Los estudiantes compartieron lo que más ha llamado su atención en todo este proceso. La tesista Analí Melchor Tiburcio compartió que fue partícipe en el hallazgo de la urna funeraria citada, pues se encontró en el pozo de excavación del equipo al que ella pertenecía, y esto potenció su interés por la antropología física. 

“Fue una oportunidad para mí, porque de ahí salió mi tema de tesis. Voy a hablar sobre los restos óseos encontrados dentro de la vasija. La parte de llegar al laboratorio y limpiar los restos óseos también me gusta mucho, aunque sí nos encontramos aquí una limitante, porque no sabemos mucho sobre antropología física ni siquiera llevamos una clase, se trata de investigar de manera individual el tema que te interesa.” 

Por el contario, a Yarendy Pérez Hernández le interesó mucho más trabajar con la cerámica que con los restos óseos. “Me costó un poco de trabajo clasificar, pero con la ayuda de los compañeros lo logré”, compartió. Asimismo, las piezas encontradas en esta temporada de campo tomaron más importancia para ella que otras que había estudiado sólo en laboratorio, pues conoció personalmente el contexto natural del que son originarias. 

Por su parte, José Félix Durán Pérez y Janahy Prieto Ramón se inclinaron por dibujar digitalmente los hallazgos. En el caso de ella, también le ha resultado interesante la clasificación de la cerámica, pues “se ve un proceso de cambio, no es lo mismo la cerámica burda a la fina, es un proceso distinto y se ve la evolución”. 

Itzel Paola Hernández Hernández expresó su gusto por ir a campo y recolectar el material; asimismo, María Clara Guzmán Robles añadió: “Vemos que no sólo es analizar por analizar, sino encontrar un contexto y saber qué se desglosa detrás de estos materiales, para tener una historia”. 

Rubén Darío Torres precisó que en el laboratorio revisan determinada literatura y se basan en la metodología denominada Tipo-Variedad, con la que clasifican la cerámica; los materiales líticos requieren otra metodología y así respectivamente.Esa es una de las cosas que aprendemos quienes somos de primera práctica de campo, porque es importante para desarrollar una investigación”. 

En tanto, Ariel Tonatiuh Canizales Castañeda compartió su interés en el recorrido por superficie, pues implica estar en lugares agrestes, casi siempre lejos de la urbanización y enfrentar retos a los que no se está acostumbrado, como el clima, la flora y fauna, y el convivir con personas del lugar. 

Sandro Sánchez Camarillo destacó su gusto por el análisis y descripción que se logra en el trabajo de laboratorio, porque “estando aquí es donde generaremos conocimiento, donde se empieza a dar una descripción”. 

Al preguntarles qué importancia tiene el desarrollo de tal trabajo para una sociedad, Ernesto Mikel Alonso expuso que tan sólo lo que hoy conocemos comúnmente como tepalcates evidencia lo que fue toda una industria de la cerámica, “es un dato muy fuerte que manejamos y no menospreciamos en ningún momento”. 

Respecto a la importancia de las investigaciones arqueológicas, remarcó: “Se trata de un patrimonio histórico nacional. La sociedad mexicana tiene un pasado glorioso y nosotros tratamos de alimentar ese pasado con nuevos datos e ir pasando la batuta, así se crea el conocimiento en la academia”. 

Hilda Montes Márquez también destacó que tanto las personas como la sociedad necesitan tener una identidad, y ante preguntas básicas y habituales como “¿De dónde venimos?”, ellos trabajan para abonar a la identidad nacional. Aclaró que no pueden decir “seguramente” sino “posiblemente pasó esto…”, porque vendrán otras generaciones con tecnología más avanzada que permitirá generar otro conocimiento. 

A manera de conclusión, Analí Melchor destacó que las personas más cercanas al patrimonio arqueológico son por naturaleza las más propicias para cuidarlo, pero normalmente la comunidad desconoce de qué se trata, qué importante fue en el pasado y por qué razón debe procurarse su conservación; por ello, es fundamental darles a conocer las investigaciones que como arqueólogos desarrollan.