Después de permanecer algunos años en el Cuarteto Mexicano de Jazz, con el que anduvo de gira por todo el país, Adolfo Álvarez recibió una invitación de Guillermo Cuevas para integrarse al Orbis Tertius. Lo recuerda así:

Noche de luna en Xalapa, noche que huele a jazzmín / Orbis Tertius

La llegada a Xalapa fue algunos años después, yo ya había estado 4 o 5 años con el Cuarteto Mexicano y en algún festival que se hizo en México conocí a Orbis Tertius; conocí a Memo Cuevas, a Lucio Sánchez, a Humberto León y ahí intercambiamos direcciones y teléfonos. Un tiempo después, Memo me llamó para invitarme al Orbis y como yo soy semi-xalapeño, mi papá era xalapeño y tengo alguna familia en Xalapa, vine para acá y acá que me quedé, llevo ya más de treinta años.

El jardín de jazzeros que se bifurcan

Jazz entre Tres en los años noventa: Ángel Luis Guerrero, Adolfo Álvarez, Humberto León
Jazz entre Tres en los años noventa: Ángel Luis Guerrero, Adolfo Álvarez, Humberto León

Después de estar 10 años con Orbis Tertius, del 80 al 90, consideré que la propuesta se había envejecido, que era tiempo de hacer otra cosa; realmente permanecer tanto tiempo en un grupo porque tienes la oportunidad de un trabajo, se me hizo demasiado y llegamos a un punto de crisis, fue un punto donde salió también Guillermo Cuevas; él pasó a ser director de Radio Universidad y yo estuve trabajando para la Facultad de Danza como acompañante, durante algún tiempo, pero no podía quedarme sin tocar e invité a Humberto León a juntarnos para, por lo menos, tocar en la casa y buscar por ahí los changarros para tocar un poco; buscábamos quién pudiera ser el bajista emergente en cada ocasión.

El trío de Heráclito: Jazz entre Tres

Blues a las Once, 1997: Edgar Dorantes, Benjamin Willis, Adolfo Álvarez
Blues a las Once, 1997: Edgar Dorantes, Benjamin Willis, Adolfo Álvarez

Después surgió un proyecto que hizo Memo Cuevas que se llamó Jazz o Menos y ahí se invitó a Agustín Bernal; con la llegada de Agustín Bernal y Humberto León formamos, ya más hecho, el trío y nos fuimos a tocar por ahí en las noches, y entonces necesitábamos un nombre y encontramos uno muy sencillo: qué hacemos, tocamos jazz; cuántos somos, somos tres; pues Jazz entre Tres y se acabó. Además, es curioso, los jazzistas somos medio proclives a los números, por algo siempre hay números en el jazz.

A finales de 1990, el proyecto se fue haciendo un poquito más serio y yo dije, bueno, pues este es mi grupo y empecé a buscar el apoyo de la universidad. Cuando el proyecto de Memo (Jazz o Menos) terminó y Agustín tuvo que regresar a México, entonces tuve que seguir con nueva sangre y me encontré con Edgar Dorantes y un bajista estadounidense que llegó por aquí, Benjamin Willis; con ellos se consolidó bien el

Confluencia, 2001: Stefan Oser, Agustín Bernal, Adolfo Álvarez
Confluencia, 2001: Stefan Oser, Agustín Bernal, Adolfo Álvarez

trío y llegamos hasta el primer disco, Blues a las Once, en 1997.  Pero como nunca hubo contratos a largo plazo, entonces el trío fue cambiando. Edgar se fue a estudiar a Estados Unidos, Benjamín regresó a Chicago, porque es de allá, y yo seguí invitando gente al grupo y consiguiendo los apoyos de la universidad para que el grupo siguiera vivo, y entonces apareció en la vida Stefan Oser, el guitarrista austriaco que estuvo por aquí varios años; es un gran músico y mejor persona y me ayudó mucho, estuvimos juntos varios años haciendo esto, primero con Benjamín en el bajo, después entró Aleph Castañeda, hubo breves periodos donde pasaron varios bajistas por ahí como Ángel Luis Guerrero, Óscar Terán y otros. Finalmente, con este trío se hizo otro disco, al que invitamos a Agustín Bernal (Confluencia, 2001). Aleph Castañeda fue el bajista que duró más tiempo en ese periodo.

Y yo que los llevé al trío creyendo que eran mozuelos, pero tenían sonido

Stefan siguió un tiempo pero tuvo que regresar a su tierra y entonces llegó una nueva generación que me llenó de entusiasmo; se integraron Rubén Pérez León, guitarrista, sobrino de Humberto León que fue alumno de él y de Alci Rebolledo; primero estuvo Ignacio Quinto, un bajista formado por Lucio Sánchez y por Aleph Castañeda y, finalmente, llegó Tello Castillo, quien también provenía de la escuela de Lucio; todos ellos andaban por los veintitantos, pero tocaban muy bien, con mucho talento, buena información y  buena formación.

Adolfo Álvarez, Tello Castillo, Rubén León
Adolfo Álvarez, Tello Castillo, Rubén León

Cuando el trío suena, es porque algo lleva

Llegué a un punto de saturación con la universidad. Recibí cierta presión en el sentido de que ya habría que tocar otra cosa. El jefe, en sus palabras muy coloquiales, me dijo que era bueno mamar de las fuentes, pero que ya estaba bueno de mamar de las fuentes, ahora había que mamar de la realidad veracruzana y otras cosas, a lo cual yo le contesté que si se refería a que teníamos que tocar La Bamba o el Siquisirí no estaba dispuesto a hacerlo, y no porque La Bamba y El Siquisirí no tengan un peso y un valor, sino porque no es lo único que hay, hay otras cosas. En otra ocasión, cuando le entregaron el Doctorado Honoris Causa a Fernando Savater, nos dijeron que a él le gustaba mucho Edith Piaf y que por favor, como una cosa especial, montáramos algo de Edith Piaf y, bueno, de vez en cuando hay que conceder; todavía vivía el Picos (Sergio Martínez), entonces nos juntamos con él y Chucho Reyes y armamos un quinteto; montamos algunas cosas de Edith Piaf al estilo nuestro y le dije al jefe, “oye, a lo mejor al señor Savater le gustaría saber lo que se hace en Veracruz”, “no, no, no, es que sabemos que él, etc.”, me contestó. Después de que le dieron el premio, tocamos lo que habíamos montado y, al terminar, lo llevaron ahí, junto a nosotros, y nos dijo: “Felicidades, muchachos, muchas gracias, veo que se  enteraron de que a mí me gusta eso, a ver si alguna próxima ocasión que los vea puedo escuchar lo que hacen ustedes, realmente”, yo nada más voltee a ver al jefe con cara de “ya ves” y me reí.

Y con todas estas cosas un día me dije, ya me voy, ya tengo 32 años de servicio aquí y ya se acabó. Me jubilé a principios de 2011.

El cuarto pie del gato

Los tres pies del gato: Diego Salas, Adolfo Álvarez, Rodolfo Hernández “El Chane”, Carlos Zambrano
Los tres pies del gato: Diego Salas, Adolfo Álvarez, Rodolfo Hernández “El Chane”, Carlos Zambrano

Después me buscaron unos chavos que se nombran Los tres pies del gato, es cuarteto, ese juego me gusta más;  el chavo del sax me dijo: “Oye, nos gustaría que nos hicieras el favor de tocar con nosotros”. Sinceramente, el favor me lo hacen ellos. Este chavo, Rodolfo Hernández “El Chane” (chane es apócope de chaneque), es uno de los músicos más admirados que he tenido en la vida, es un chavito de 23 años ahorita, cuando me fueron a buscar tenía 21, y toca de veras bien, tiene una clarísima idea de lo que quiere hacer y una convicción a toda prueba; es el líder natural del grupo. Los otros dos son Carlos Zambrano, un bajista que está tomando apenas el contrabajo pero tiene un bajo electro-acústico que suena muy acústico y toca muy bien, él vino de San Luis Potosí y es el anciano del grupo, tiene casi 30 años, y el otro es Diego Salas, que tiene 27 o 28 años y es un excelente guitarrista. Los tres son muy talentosos, pero en serio, mucho; hay otra cosa, tienen mi misma formación y yo creo en eso, el tono escolástico para el jazz nunca me gustó y ellos no son formados así; el Chane es Charlie Parker, aunque no toca el sax alto, toca el tenor. Los chavos me ven con toda la deferencia con que debe verse a un decano, pero yo soy el baterista de ellos, no soy el director, ni me meto; comento como todos comentamos pero no para tirarles línea ni decirles por dónde tiene que ir; yo voy, toco con ellos y ya.

Tenemos ya una grabación, todavía en pañales, pero esperamos poder convertirla en disco. Cuando la escuché, me apantalló mucho musicalmente, especialmente cuando escuché con más calma al Chane; algo pasó, ahí renació alguien, yo no creo en las reencarnaciones… bueno, no creía, pero ya creo.

Estoy muy contento; no tocamos tanto, no ganamos nada, pero nos la pasamos bien y yo tengo un motivo para seguir practicando, para seguir disfrutando, para seguir viviendo.

Hasta que la muerte nos separe

Cuando debutamos con el Cuarteto Mexicano de Jazz, en 1974, Francisco Téllez y yo nos hicimos una promesa: no vamos a volver a tocar otra cosa. Él ha cumplido y yo también. El jazz ha sido mi vida y lo seguirá siendo.

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