Aunque todo mundo sabe que no era la carta original del gobernador Javier Duarte de Ochoa para la presidencia del CDE del PRI, pues todavía hasta a mediados de diciembre de 2013 se daba como un hecho el arribo del ex alcalde boqueño y ex secretario de Finanzas y Planeación, Salvador Manzur Díaz, lo cierto es que la ex munícipe de Xalapa, Elízabeth Morales, llegó a la dirigencia priista con el total beneplácito del jefe nato del priismo veracruzano en este sexenio.

Por eso es que a destacados militantes del partido tricolor les extraña la crítica situación financiera por la que atraviesa actualmente el comité presidido por Morales García, cuyos operadores financieros han tenido que ajustar al máximo el gasto corriente, lo que ha obligado el despido de algunas decenas de empleados.

El PRI, como todo partido político con registro legal, tiene dos fuentes de financiamiento: el subsidio público, que proviene de las prerrogativas de ley que localmente fija el Instituto Electoral Veracruzano de acuerdo con la votación alcanzada en la última elección; y la privada, que son las cuotas de sus afiliados y aportaciones personales de sus simpatizantes.

Pero, por lo que se ve, la dirigencia que encabeza Elízabeth Morales no ha recurrido a la solidaridad de su militancia -empezando por los desesperados aspirantes a la gubernatura-, cuyo pago de cuotas es estatutariamente obligatoria; así por ejemplo lo hace el PAN con sus miembros activos que desempeñan cargos de elección popular o en la administración pública de los tres niveles de gobierno.

Los dirigentes panistas ya ni siquiera se molestan en pasar la charola a cada uno de sus servidores públicos sino que regularmente convienen con las dependencias del Poder Ejecutivo y del Legislativo para que directamente les descuenten vía nómina y hagan la transferencia a la cuenta bancaria del CDE blanquiazul.

Pero en Acción Nacional sí tienen un padrón vigente de militantes. Saben, con nombre y apellido, quiénes son miembros activos y cuáles tienen calidad de adherentes.

Se supone que ahora el PRI debería tener al día esta información tan relevante, pues el pasado 31 de marzo venció el plazo para que los partidos políticos entregaran en archivo electrónico al IFE -hoy INE- el padrón nacional de sus afiliados; el acuerdo respectivo (CG617/2012) fue emitido el 30 de agosto de 2012, en acatamiento a una sentencia de la Sala Superior del TEPJF (SUP-RAP-570/2011).

El PAN realizó el año pasado la actualización-depuración nacional de su padrón de afiliados, lo que dio por resultado una drástica reducción que condujo a un total de 436, 428 de los cuales 245, 203 son militantes con derechos plenos, y 191, 225 adherentes con derechos limitados estatutariamente. Y es que, por ejemplo, nada más los militantes votarán en la elección interna del próximo 18 de mayo, para presidente nacional del blanquiazul.

En el PRD también hubo actualización de su padrón interno, que en algún momento llegó a registrar casi 6 millones; ahora se habla de alrededor de 3 millones, cifra que suena desmesurada en comparación con la del PAN.

Habrá que ver lo que reporten al INE, no sólo el total de afiliados, sino su distribución territorial, para saber si los dirigentes perredistas persisten en el autoengaño o desinflan su padrón. En el PRI también se ha fantaseado con el número de sus militantes.

En 1988, por ejemplo, el dirigente Jorge de la Vega Domínguez ofreció a su candidato presidencial 20 millones de votos; en ese año el partido tricolor decía tener casi 12 millones de afiliados. Sin embargo, la votación oficial reconocida a Carlos Salinas de Gortari fue de sólo 9.6 millones.

El Revolucionario Institucional resultó tener más afiliados que votos. El autoengaño prosiguió hasta que el PRI perdió la elección presidencial en el 2000. En los doce años siguientes el tema desapareció de la agenda del tricolor; nadie sabe cuántos afiliados tenía cuando Enrique Peña Nieto ganó la elección en julio de 2012.

Marco Antonio Velásquez, subsecretario de Afiliación y Registro del CEN del PRI, se atrevió a asegurar la semana antepasada a la reportera del diario Milenio, Mariana Otero, que «desde el inicio del sexenio a la fecha, el número de afiliados al tricolor pasó de 2 millones 220 mil a tener un padrón de casi 6 millones, el cual será entregado a la autoridad para que lo valide».

Si eso fuera cierto, «significaría que en los meses que lleva el actual gobierno se han afiliado al PRI, en promedio diario, incluyendo sábados, domingos y días festivos, 7 mil 800 personas. ¡Todo un récord!», dice sarcástico el politólogo Jorge Alcocer. Pero, además, el declarante anunció el inicio de una campaña permanente de afiliación cuya «meta mínima es alcanzar los 10 millones de militantes credencializados, aunque esa cifra podría alcanzar los 15 millones».

No se entiende, pues, por qué con tantos militantes, algunos de ellos inmensamente ricos por el mal uso del poder, el CDE del PRI -cuyo padrón de afiliados en Veracruz supuestamente llegó al millón el sexenio anterior, pues ese fue el número de la credencial priista que en un acto público le entregó al ex secretario de Gobierno Reynaldo Escobar Pérez el entonces dirigente Edel Álvarez Peña, actual magistrado del Tribunal Superior de Justicia del estado- está ahora en situación de pobreza extrema.