Córdoba es la ciudad de los Treinta Caballeros y los dos jazzeros: Juan José Calatayud y Edgar Dorantes. Edgar llegó a Xalapa hace 27 años y se ha convertido en una de las figuras más importantes de la generación que siguió a la de Orbis Tertius y todos los músicos que surgieron entre los años setenta y ochenta. Es creador del proyecto JazzUV, del Festival Internacional de Jazz y cuenta con una vasta obra personal; todo ello nació del fuelle de un acordeón:
Primer encuentro cercano: del acordeón al piano
Yo nací en la ciudad de Córdoba, Veracruz. Mis papás son médicos, pero siempre les gustó mucho la música; yo soy el menor de tres hermanos varones y me sigue una hermana, cinco años menor que yo. Cuando tenía cinco años quería tocar un acordeón, se lo pedí a mis papás y me lo compraron; a mis hermanos también les gustó, pidieron el suyo y cada quien tuvo su instrumento; teníamos, cinco, siete y nueve años.
En la primaria a la que íbamos había un maestro de acordeón, muy bueno, que tenía un grupo de niños de acordeonistas, entonces nos metimos ahí. Dos años después, cuando yo tenía siete, mi mamá compró un piano para la casa y los tres hermanos comenzamos con el piano. En esa época, Córdoba no tenía una escuela de música, nada más había clases particulares y el ambiente en el que yo estaba tampoco era muy cultural o artístico, sin embargo, en la casa se escuchaba de todo: había discos de música clásica y de música popular; a mi mamá le gustaban mucho las bandas como la de Glen Miller y esas cosas que son muy light, muy comerciales, pero son buenas bandas, tocan muy bien; también escuchábamos orquestas mexicanas antiguas como las de Luis Arcaraz, Agustín Lara y Mario Ruiz Armengol. Recuerdo, también, que mi mamá tenía un disco de Oscar Peterson, así que desde entonces escuchaba jazz.
Cuando cumplí los diez años, ninguno de los tres hermanos quiso seguir con el piano y mi papá dijo: “Bueno, si ya no quieren seguir, pues se acabaron las clases de música”, y seguimos con otras clases, que de futbol, que de esto, o del otro. Cuatro años después, mi mamá me pidió que acompañara a mi hermana menor a sus primeras clases de piano; fui a clases particulares con una maestra y ahí la música me atrapó. Después, mi hermana dejó el piano, mis hermanos tampoco quisieron seguir, pero yo sí me clavé, me clavé tanto que dos años después ya estaba en Xalapa.
Las Atenas, con jazz son buenas.
Llegué a Xalapa a los 16 años, entré a la Facultad de Música y empecé a estudiar la carrera de música clásica. Un año antes mi papá me había regalado unos discos de Richard Clayderman y empecé a sacar algunas piezas de oído, así que cuando entré a la facultad, en 1987, no llegué en blanco: ya sabía leer música y sacaba cosas de oído, claro, a un nivel Córdoba, o sea, muy sencillito.
Mi maestro fue Alejandro Corona, pianista. Un día le llevé una composición mía de bossa nova que se llama Jobim, él me dijo, “¿tú hiciste esto?”, y ahí se dio cuenta de que me gustaba el jazz, y como a él también le gustaba, me empezó a enseñar jazz a la par que me enseñaba música clásica, que también me enseñó desde el lado del creador, entonces yo aprendí mucho con las obras de Chopin, Mozart, todas, porque me explicaba las cuestiones de armonía, melodías, estructuras, que es algo raro, generalmente los maestros de conservatorio, clásicos, no les enseñan eso a sus alumnos, nada más les enseñan a tocar las notas y a tocarlas más fuerte o más suave, más ligado o más staccato, más expresivo o más piano, y ya, pero no les dicen «mira este es un Do mayor, que va a un Fa mayor, y mira la estructura, y aquí está la sección A y la sección B». Este maestro de piano sí me lo enseñaba y, entonces, con el jazz comencé a hacer lo mismo y él me compartió esas cosas de armonía de jazz. Hay otro detalle: llegando a Xalapa conocí a Guillermo Cuevas, en la tienda de discos Velasco; él me había ido a ver y le había gustado. En esa tienda compré un LP de Duke Ellington, uno de Oscar Peterson y otro de Jobim, y esa música me jaló desde que estaba empezando con la música clásica.
Noche que huele a Jobim
En el 94, cuando ya había terminado mis estudios de piano clásico, armé mi primer grupo, un dúo con Marcelo Drufane, violinista; tocábamos en un lugar que ya no existe que se llamaba El Sainete, ahí estuvimos como seis meses; luego invité a Rodrigo Álvarez para que se integrara con la batería, y a Juanito Galván, con el contrabajo, y empezamos a tocar como cuarteto; luego invité a John Stringer, en el trombón; después Marcelo se retiró y quedó el cuarteto que, después, se llamó Cuarteto Jobim, con el que anduvimos tocando por ahí; hubo varios cambios, entró Aleph Castañeda, salió John Stringer y nos quedamos en trío. En el 98, Adolfo Álvarez me invitó a tocar con Jazz entre Tres, entonces dejé el Jobim. Estuve 10 meses con Adolfo Álvarez y Benjamin Willis, un contrabajista que venía de Chicago y traía bastante información; ahí aprendí mucho. Grabamos un disco (Blues a las Once, 1997), después dejé el grupo pero seguí tocando con Benjamin. Armé otro trío con él y con Iván Martínez en la batería.
Levine, ahora soy feliz; Levine, he realizado el amor soñado
En el 98 sucedió algo muy importante para mí: nos fuimos, Benjamin Willis, Lucio Sánchez y yo a Morelia, a un curso que organizó allá Juan Alzate (saxofonista); ese fue mi primer encuentro fuerte con el jazz porque los maestros eran Antonio Sánchez, John Benitez, Mark Levine, a quien quería conocer porque yo estudiaba su libro, Corona me lo había pasado; también venía Bruce Forman, un guitarrista de San Francisco, y el otro profesor era Juan Alzate. Ahí le presenté mis composiciones a Mark Levine, entre ellas una que se llama “¿Qué tal, Mr. Barron?” y entones me dijo:
-Guau, esta pieza está excelente, le va a encantar a Kenny Barron, ¿por qué no vienes a mi universidad a conocerlo?, va a estar el próximo verano.
-¿De veras?, le contesté.
-Sí, sí, tienes que venir a conocer a Kenny Barron.
Y entonces él me ayudó, me conectó, me pidió que le enviara un cassette, se lo envié y entré al curso de Stanford Jazz Workshop, en Palo Alto, California; me fui con Aleph Castañeda, tomamos el curso juntos. Esto ya fue en el 99, para entonces yo ya había tramitado la beca Fullbright para irme a estudiar una maestría de jazz a Estados Unidos; yo ya había decidido dedicarme al jazz.
(Continuará)
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