Ay, no hay que llorar, pues la vida es un Festival y es más bello vivir jazzeando
Lucio Sánchez sigue su historia:
Paralelamente a este trabajo en la universidad, hice mis propias cosas. En 1987 quería hacer un disco e invité a unos amigos de muchos años, excelentes músicos: Sergio Martínez, pianista; Ponchito Martínez, saxofonista; Rafa Jiménez, trompetista; Javier Cabrera, percusionista; Adolfo Álvarez, baterista, y Humberto León y Alci Rebolledo, los dos, guitarristas.
Hicimos el disco Festival, en Veracruz, que fue el primer disco de jazz que se hizo en el estado. La grabación tiene también sus anécdotas; estuvimos en el estudio con un ingeniero que nunca había grabado esta música y se le hacía muy extraño, por ejemplo, cómo Adolfo quería poner su batería, pedía unas alturas de sus platillos que al ingeniero no le parecían; después nos dijo que no podíamos grabar piezas que duraran más de tres minutos, y cosas así, pero fue muy buena experiencia dejar ahí plasmado un trabajo que comenzamos muchos años antes y que continuó después.
Ese disco lo presentó un amigo a la organización del Festival de Jazz de Montreal, en Canadá, que es uno de los festivales importantes del mundo y me invitaron a participar, en 1991. Fuimos: Ponchito, Sergio, Javier, Helio García en las percusiones, un pianista de Veracruz, también muy bueno, Jorge Mabarak, y yo. En Canadá nos presentaron como Lucio Sánchez Band.
Ser con los otros o no ser, esa es la Reflexión
En el año 2000 invité a otros amigos para hacer un nuevo disco, Reflexión. Llamé a un gran amigo, excelente saxofonista, Alejandro Campos; a Rey David, que tocó el piano y el trombón; a Michael Hoaglin, que estuvo en las guitarras, entre ellas, la still guitar o guitarra hawaiana, como se conoce acá; a un baterista muy joven que falleció recientemente, Iván Martínez; a Jekk Muzik, que tocó la armónica y cantó una pieza suya, Mi sueño de Naolinco; a Jakub Dedina, el Kubo, como trombonista invitado en una melodía, y yo, en el bajo.
Estar con músicos que tienen su sello personal, ayuda mucho al proyecto.
Yo escribo la música, pero cada quien aporta lo suyo, y así van saliendo las cosas, con mis ideas y con todo lo que, además, los músicos aportan en su momento.
Caleidoscopio, el plural sonido propio
En el año 2005 volví a grabar, con la idea de hacer algo que nos identificara. Yo siempre he pensado que, como mexicano, debería también hacer música mexicana; tú sabes que el jazz se roba lo de todos lados, entonces se me ocurrió, en esta búsqueda, invitar a un músico que tiene instrumentos prehispánicos, Leo Colorado, él tiene tambores, flautas, silbatos y muchas cosas más; es muy bueno, pero integrarse a una propuesta distinta es otra cosa, costó trabajo. También invité a dos músicos que estaban con Orbis Tertius en ese momento, Rolando Alarcón, baterista, y Manuel Viterbo, guitarrista. Rey David, a quien ya conocía de muchos años, volvió a tocar conmigo el trombón; y un chavito, Jerry López, excelente músico que toca muy bien su sax; íbamos a hacer una gira internacional para presentar ese disco y aún no cumplía los 18 años, cuando nos confirmaron las fechas se puso muy contento porque, para entonces, ya iba a tener la edad para sacar su pasaporte.
Con este grupo grabé Caleidoscopio y con la aportación de estos músicos salió algo diferente a lo que había grabado antes.
El jazz es la prórroga perpetua, siempre el paso siguiente, el otro, el otro
Cuando salí de la universidad me puse a experimentar con la cerámica para hacer unos instrumentos de percusión que se llaman udus; seguí tocando, hice un dueto con otro bajista, un chavo talentoso, Memo Origel; estuvimos tocando con dos bajos e invitados; a veces un saxofón, a veces una batería, o con tres percusionistas que tocaban mis udus: Adolfo Álvarez, Javier Cabrera y Helio García.
El año pasado volví al estudio, ahora con Arodi Martínez, un saxofonista oaxaqueño joven, muy bueno, que está tocando con el Orbis Tertius; y con un guitarrista español, también muy bueno, Bruno Esteban; en la batería participan dos músicos, Daniel Ávila y Renato Domínguez; en una canción integramos los udus. Con ellos grabé Una Larga Noche, que acaba de salir
Todas las piezas de este disco están en ritmos binarios porque en este momento no me interesa tanto el swing; ya no quiero repetir los “estándares” que tienen tantas versiones hechas por los grandes músicos del jazz. A veces nos la pasamos escuchando la música del norte y no nos damos cuenta que aquí tenemos muy buena música que podemos retomar, como están haciendo los chavos con las jaranas y la música jarocha.
Yo estoy en la búsqueda de una voz que suene a mí pero con las influencias de todos los músicos que en su momento me rodean y tratando de que la música de nuestro estado tenga un sello propio; sigo en la búsqueda, ojalá encuentre algo en algún momento y ojalá pueda colaborar un poco en la formación del jazz mexicano.
Sigo tocando, yo creo que así voy a terminar mis días, con mi bajo colgado
***
El buen alfarero enseña al barro a mentir, dialoga con su propio corazón, dice un poema náhuatl prehispánico. Como a Los Amorosos de Sabines, a Lucio Sánchez -alfarero de la música, musicador de la arcilla- su corazón le dice que nunca ha de encontrar, no encuentra, busca.