Lamentablemente en Veracruz existen dos realidades, la que viven las autoridades de la 4T y la de los ciudadanos de a pie: más de siete millones. Mientras los responsables de las instituciones repiten todo el tiempo que ya no existe impunidad, que los delitos han bajado considerablemente, que están trabajando muy duro para transformar al estado, que por el lado de la promoción de la cultura entre los jóvenes se logrará ponerlos lejos de las manos de las bandas delictivas porque conocerán otro mundo… y que todo es color de rosa, la realidad que vivimos los veracruzanos que tenemos que trabajar todos los días para sobrevivir, que tenemos que atender un negocio para subsistir y mantener a una familia, que tenemos que arriesgar la vida con clases presenciales que nos ponen en riesgo de contagio del Covid, que tenemos la necesidad de salir, transitar por las calles y permanecer con grupos de personas que por necesidad están como nosotros, que tenemos la obligación de ponernos al filo de la navaja porque nuestro trabajo está en una clínica u hospital del sector salud donde la maldición de un contagio está presente, que tenemos que ir a surtir la despensa y nos damos cuenta que todo ha subido hasta un cuarenta por ciento, estamos ante una tragedia de consecuencias inimaginables.

Lo cierto es que de acuerdo a datos que proporciona el INEGI el porcentaje de homicidios dolosos (asesinatos despiadados) se han incrementado; que los secuestros están en las mismas circunstancias que los delitos antes mencionados, a la alza, que los asaltos, hasta dentro de casas habitación cuestan la vida de los ciudadanos que tienen la mala suerte de estar en sus domicilios a la hora en que los rateros deciden ingresar, y pierden la vida; que cárteles de la delincuencia organizada tiran nueve cadáveres, siete hombres y dos mujeres, en la carretera con mantas amenazadoras; que eso de la impunidad es como una tomadura de pelo cuando los funcionarios se comprometen a combatirla quien sabe con quienes porque delincuentes no hay en las cárceles; que el delito de “ultrajes a la autoridad” ahí sigue como instrumento favorito del gobierno para combatir a los adversarios y que estamos metidos en una espiral inflacionaria que amenaza con matarnos de hambre mientras los funcionarios festejan las posadas, la venida del Señor, la culminación de un año más y hasta la llegada de los reyes magos con roscas, viandas, vinos y todo tipo de manjares de los más caros.

Este inicio de año 2022, con todas las adversidades antes mencionadas, sugiere que será trágico y difícil de superar. Suerte a todos nuestros paisanos.