Es muy precipitado llamarle a dos extraños un furtivo anhelo de afecto, pero se buscan, se encuentran y se rompen para componerse.
Es demasiado errante creerle eterno a dos desconocidos descubriéndose.
Es casi un insulto a la razón decirle sacramental a lo efímero y certero a lo falaz, momento presente a una absurda reminiscencia luchando por no dejar de ser.
Autoengañarse con las nimiedades de las miradas, como el párpado y el pestañeo, es todavía creer en la magia. Cariño, pequeña causalidad, está amaneciendo y yo llevo a tus ojos dentro de mis párpados.
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