El 5 de noviembre de 2004 Fanny tenía 16 años, salía de un partido de basquetbol cuando en su camino presuntamente se cruzó Salvador Alfonso Martínez Escobedo, “El Comandante Ardilla”, un integrante del cártel de Los Zetas, quien la habría entregado a su jefe Heriberto Lazcano Lazcano “El Lazca”, quien le pidió a la joven a cambio de no matarlo.
Ese día empezó la historia de una de las desapariciones más famosas en México, pues sobre la joven se han tejido muchos relatos, desde que se convirtió en la esposa de «El Lazca», abatido por la Marina en 2012, hasta que fue asesinada.
Fanny estudiaba la preparatoria en el Colegio Español en su natal Torreón, Coahuila, le gustaba el deporte y la música de Britney Spears. En una entrevista que otorgaron en 2012 al diario Vanguardia, sus padres recordaron que le gustaba jugar con los muñecos de peluche que adornaban su cuarto. La familia tenía dos meses de haberse cambiado de casa, a un barrio nuevo.
El día de su desaparición llegó a casa de una amiga a pedir dinero prestado porque le había robado lo que tenía para el camión de regreso a casa después de un partido de basquetbol al que fue a apoyar a sus compañeros de escuela, pero aparentemente nunca tomó el autobús, como lo señalaron conductores de las últimas unidades. A la mañana siguiente empezaron su búsqueda.
Seis meses antes de su desaparición, Fanny había comentado a su madre que en las calles contiguas a su anterior domicilio se dio cuenta que le tomaban fotos desde un auto y cuando corrió, el auto la siguió por unos minutos, pero no pasó nada más, por lo que nunca prestaron atención al incidente.
Días después de la desaparición, en un mensaje anónimo depositado en una caja en un restaurante en el que sus padres pedían apoyo económico para su búsqueda que alguien escribió que habían llevado a Fanny a Matamoros, Tamaulipas, a trabajar en un table dance.
Declaraciones incluidas en la averiguación previa señalaban que el 5 de noviembre, el día de su desaparición, hubo una fiesta en un cabaret llamado Club Fox, donde habían visto a Fanny en compañía de otras jovencitas arriba de una camioneta. En este lugar había distintos autos con placas de Tamaulipas, de ahí se habrían llevado a la adolescente.
Sin embargo, los padres recibieron una filtración en la que se señalaba que la investigación había sido desviada por un comandante del Grupo Antisecuestros en Torreón para que la atención se centrara en un tema de trata de personas.
Fanny habría sido secuestrada por «El Comandante Ardilla» por órdenes de «El Lazca», una versión que fue avalada por el entonces procurador de Coahuila, Homero Ramos Gloria. La ex fiscal federal para delitos contra las mujeres, Alicia Pérez Duarte, había señalado también en su momento, que la niña había sido secuestrada por el grupo criminal y que habría tenido un hijo en Estados Unidos.
Sus padres no entendían en qué momento, su hija, que ni siquiera tenía novio, se había cruzado con gente de Los Zetas.
La versión cobró fuerza ocho años después cuando apareció en un blog sobre narcotráfico la fotografía de una boda en la que Heriberto Lazcano aparece junto a una joven muy parecida a Fanny, quien para entonces ya habría dado a luz a un hijo del narcotraficante.
Sin embargo, la mamá de Fanny, Silvia Ortiz, aseguró que la joven que aparecía en la fotografía no era su hija.
Sin proporcionar más información, señaló que ante las distintas versiones que la señalaban como Fanny, la joven de la foto se comunicó con Silvia para decirle que no albergara falsas esperanzas, que ella no era su hija.
En una entrevista para el diario El Universal, realizada en 2018, Silvia, quien fundó Grupo Vida, dedicado a la búsqueda de personas desaparecidas, aseguró que ya no siente que Fanny «esté con nosotros», y reprochó la opacidad y falta de voluntad de las autoridades para que resolver el problema.
Seis personas vinculadas con el caso, directa o indirectamente, han sido asesinadas y de su hija, Silvia sólo conserva el recuerdo de esa última vez que la vio alejarse con una mochila en la espalda en forma de conejo.
Infobae
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HORA LIBRE | Violencia criminal, la más grave materia pendiente