El cultivo y producción de la pitaya en México no es tan extenso ni valorado como se quisiera, a pesar de ser un fruto con grandes beneficios para la salud dadas sus propiedades antioxidantes y minerales. En estados como Yucatán, esta actividad corre el riesgo de desaparecer si no se implementa algún programa gubernamental activo y de otras asociaciones para promover la conservación de huertos. 

“Es un agroecosistema en peligro de extinción”, declaró Victoria Sosa Ortega, investigadora del Instituto de Ecología, A.C. (Inecol), al impartir la ponencia “Nuevas propuestas para el aprovechamiento de frutos alternativos en México: el caso de las pitayas (Hylocereus spp. Cactaceae)”. 

Esta plática se desarrolló como parte del 13 Simposio Interno de Investigación y Docencia, organizado por el Instituto de Biotecnología y Ecología Aplicada (Inbioteca), que tuvo lugar del 23 al 25 de septiembre en la sala de videoconferencias de la Unidad de Servicios Bibliotecarios y de Información (USBI). 

En su exposición, la especialista en biología evolutiva e integrante del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), dijo que México es un país con gran diversidad de especies frutales, pero sólo algunas se conocen y por tanto se consumen. 

Tan sólo, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) considera que hay mil 500 especies de frutos comestibles en el mundo y se consumen menos del 10 por ciento. 

En el estado de Veracruz se han encontrado alrededor de 100 especies de frutos que no se consumen a una gran escala. Por esta razón, se ha hecho énfasis en que el grupo de plantas que podrían ser benéficas para la salud es el de las cactáceas, dentro del cual se encuentran las pitayas o fruta del dragón. 

Dichas plantas son capaces de soportar todos los efectos del cambio climático, crecen en zonas áridas y semiáridas y poseen órganos suculentos. 

A nivel mundial, se cultivan en países como Nicaragua, Guatemala, Israel, Vietnam, México, Taiwán, Camboya, Colombia y Ecuador. En nuestro país, por ejemplo, predomina la del género Hylocereus undatus, que se distribuye hasta el norte de Colombia, aunque cabe resaltar que en el territorio mexicano este cultivo no es tan extenso ni valorado, reiteró. 

La investigadora resaltó que su fruto es de apariencia vistosa, pulpa y piel coloridos, su cáscara tiene compuestos utilizados como colorantes en alimentos, medicinas y cosméticos. 

Las pitayas crecen sobre árboles de diversos bosques, en zonas naturales o huertos familiares, y su cultivo favorece el aprovechamiento y la conservación de los bosques preservando la biodiversidad. 

En la península de Yucatán se cultivan en los huertos familiares y se producen más de 500 toneladas anualmente, con un precio de 30 a 50 pesos por kilogramo. Sin embargo, éstos corren el riesgo de desaparecer, pues muchos se encuentran descuidados y abandonados. 

También estas plantaciones se encuentran en zonas naturales y sobre árboles nativos de Tehuacán, Puebla, el norte de Veracruz, Oaxaca y en bosques tropicales. 

Con base en un proyecto de investigación que realizan en coordinación con otras universidades, Victoria Sosa detalló que se busca determinar la composición química de los frutos, pues varía en las distintas especies. 

Además, se pretende hallar áreas favorables para cultivarlas, linajes, genes de estrés hídrico, preferencias ecológicas, así como colectar información etnobotánica para proponer su conservación. 

UV/Claudia Peralta Vázquez